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En casa de Lara Gutiérrez y de su hijo Hugo, de siete años, que padece una enfermedad rara que le obliga a tener siempre cerca una silla de ruedas, el despertador lleva sonando tres días a las seis de la mañana. Pero no hay sueño ... ni pereza. Todo lo contrario. «¡Estamos emocionados!», afirman. Y como ellos, el resto de las más de 400 personas que desde el martes participan en las marchas cívico-militares ('Santander 4 Days') que se celebran en la capital cántabra y alrededores, organizadas por el Clúster de la Industria de Defensa, en colaboración con el Ayuntamiento de Santander y las Fuerzas Armadas (Ministerio de Defensa, Ejército de Tierra, Ejército del Aire y Armada Española).
Se trata de un evento que dura cuatro días (mañana es el último), durante los que se potencia la convivencia entre la población civil y las Fuerzas Armadas (de España, Italia y Alemania) a través de cuatro marchas –una por jornada–, de 10, 20 o 40 kilómetros. Dependiendo del entrenamiento y resistencia de cada participante, los civiles se inscriben en la distancia que consideran más adecuada a sus características.
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El Diario Montañés participó ayer en la de los 10 kilómetros, a la que se sumaron trece alumnos con algún tipo de discapacidad física o psíquica del colegio Fernando Arce de Torrelavega, perteneciente a la Fundación Asilo, además de trabajadores de El Corte Inglés, vecinos de Santander, como el concejal de Urbanismo, Cultura y Transparencia, Javier Ceruti, y personal militar, entre ellos una reservista voluntaria.
La salida estaba prevista a las ocho de la mañana en el Palacio de Deportes. Con el cielo encapotado, amenazando una lluvia que no se hizo esperar, los participantes de esta marcha arrancaron a paso ligero. En cabeza, Lorena Macho y su hijo, Marco, de 15 años, además de Lara y Hugo. Ellas, empujando la silla adaptada para las marchas. Ellos, con una cara de emoción que impulsó el ánimo del resto.
Tanto Lara como Lorena, compañeras de muchas batallas junto a sus hijos, son asiduas a las pruebas deportivas. «La semana que viene nos toca la ruta adaptada de los 10.000 del Soplao», destacaron mientras empujaban cerca de 40 kilos, entre las sillas y los chicos.
Agregaron que «este tipo de actividades es el mayor estímulo que puedan tener. Ojalá hubiera más iniciativas en las que nuestros hijos pudieran participar». Ellas lo tienen claro: «El nombre de la asociación a la que pertenecemos lo dice todo: 'Cuestión de aptitud'. Si uno se organiza, se pueden hacer muchas cosas. Una parálisis cerebral no nos va a dejar en casa».
También se mostraron muy agradecidas con la colaboración de los militares: «Está siendo muy bonito. Ojalá hubiera más iniciativas como esta. Ayer (por el martes) nos tocó una ruta más agreste, por Costa Quebrada. Empujar la silla, en algunos momentos, se nos hizo más difícil». En el caso de Lara, «los últimos siete kilómetros me tomó el relevo un sargento y se le veía encantado».
Al igual que ambas madres se fijaron en cómo los chicos del Fernando Arce miraban con admiración a los militares, lo hizo también el director del centro, Francisco Linares. «Da gusto verles, algunos incluso se han puesto vestimenta de camuflaje, como los uniformes que llevan los militares».
Agregó que «nos gusta participar en actividades que son deportivas, culturales y educativas. Y esta lo tiene todo. Está resultando una experiencia buenísima compartir tiempo, esfuerzo e ilusión con los militares. No es la primera vez, porque tenemos una actividad con los chicos, de equinoterapia, en el centro de Mazcuerras, en la Yeguada de Ibio, y siempre nos ha ido muy bien».
En cuanto a los chicos, señaló que «vienen extremadamente motivados. Y eso que ellos están acostumbrados a empezar el cole a las diez de la mañana y hoy, a las siete, estábamos en el centro escolar para venir a Santander».
«Esta marcha les viene bien, porque nos gusta educar en el entorno, en lo que los chicos van a vivir en su día a día, para que sepan desenvolverse. Y tenemos que compartir experiencias con todo tipo de población, como hace el resto. Es más, te diré que en actividades conjuntas, quienes más se benefician, son las personas que no tienen discapacidad, porque aprenden muchísimo de las capacidades de las personas con alguna minusvalía», valoró Linares.
Eso fue precisamente lo que le ocurrió a uno de los sargentos participantes (que prefirió no dar su nombre) y que fue el que el día anterior había tirado de la silla adaptada, «me atrae mucho la colaboración cívico-militar internacional. Conocer gente de otros ejércitos y países y, sobre todo, tratar con la población civil. Estar con estos chicos es toda una lección y muy gratificante. Ver cómo disfrutan y, lo principal, lo importante que son los estímulos que reciben con marchas como esta. Y si además, se puede echar una mano, pues hace que todo sea mejor».
Agregó que «siempre que se habla de los militares, se hace como con distancia y un respeto que impone. Pero al final somos ciudadanos normales y corrientes».
Cristian Prado, de 20 años, fue uno de los chicos que estuvo de charla con el sargento. Se le notaba encantado: «es muy divertido. Es mejor que estar en clase, aunque llueva», dijo, sonriendo. En cuanto a la compañía de los militares, afirmó que «son muy simpáticos y majos. Me gusta conocerles». Su próxima cita, El Soplao. De cerca les seguía Rufino Calleja, coronel del Ejército de Tierra, quien no dudó al afirmar que «son unos valientes. Incluso con lluvia, aquí están, sin rechistar».
Desde su punto de vista, «es bueno que haya más presencia de uniformes en las calles. Por ello, cuando hace año y medio que nos consultaron, no dudamos en colaborar». Somos ciudadanos normales y estas actividades nos acercan al resto. Por el camino se nos está acercando mucha gente a hacerse selfies o nos preguntan qué hacemos andando por la ciudad. Se genera expectación«.
Mientras los militares llegados de toda España se alojan en la residencia militar de Santoña, Ángela Fernández, enfermera del Instituto Cántabro de Servicios Sociales (Icass), lo hace en su casa. Es reservista voluntaria desde mayo. Confiesa que le llevó a ello «mi interés por irme algún día de misión humanitaria y esta me pareció una buena manera de entrar en el ejército, para conseguir ese fin».
De estas jornadas sacó la conclusión de que lo interesante «es que confluyen los valores militares con los civiles. Está resultando muy buena combinación. Me está gustando, aunque me esperaba más gente en esta marcha de diez kilómetros. Ojalá se nos una más gente, porque el ambiente es maravilloso«.
Coincidió con ella Pablo Gómez, que se unió a la marcha con otros 20 compañeros de El Corte Inglés (a través del Dorsal 0). «Cuando me lo comentaron en el trabajo, no lo dudé. Siempre me han gustado las marchas y esta me parecía especial. Me está gustando la experiencia y el intercambio de pareceres con los militares, sentirnos tan cercanos». También se llevó muy buena impresión de los chicos del Fernando Arce: «Es gratificante verles tan contentos, no protestan por nada».
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