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Mara Llamedo
Santander
Jueves, 20 de abril 2023
Al frente, las más altas cumbres de los Picos de Europa con sus agujas desafiantes que se aprecian cercanas, nítidas y poderosas. Atrás, cientos, miles de pasos a través de un territorio de roca y verde. El curso de un río, grandes hayedos, un camino ... antiguo, pasos estrechos, piedra caliza, precipicios imposibles… un trayecto enrevesado y duro a través de un laberinto kárstico; una caminata preciosa por las entrañas del Macizo Occidental de Picos, también llamado Cornión.
Estamos en el punto más alto de la sierra de Gurbiñales, cordal delimitado por tres ríos que en su cota más alta toma forma de púlpito privilegiado para observar, muy de cerca, el fabuloso espectáculo que conforman las reinas de los Picos de Europa. Este es su hogar, los límites norteños más cercanos a sus puertas, y ellas (Peñasanta, Santa María de Enol, las Torres de Cebolleda…) se muestran sin tapujos, mostrando carácter, belleza y poderío.
Ahora bien, no es este –precisamente- un balcón ni un recorrido precisamente accesible. Para llegar aquí hay que transitar un sendero que se desdibuja y que, a modo montaña rusa (con constantes subidas y bajadas) avanza por un terreno enrevesado, caótico, multiforme… que podría calificarse de «rompe piernas» a pesar de no superar los 900 metros de desnivel acumulado.
Además, la zona no está exenta de peligros: numerosos jous y profundos agujeros horadados por las aguas convierten el camino en una excursión dura y con cierto riesgo, si no se tiene bastante experiencia. Lo mejor, hacerla acompañado por alguien que conozca bien la zona y sus especiales características geográficas. O recurrir a la profesionalidad de un guía de montaña. Porque sí, merece la pena adentrarse en estos confines al oeste de Picos, pero sin la seguridad adecuada (ni experiencia en alta montaña) no es recomendable arriesgarse.
Nos vamos, pues, a pasear el Cornión, ese extenso macizo occidental de los Picos de Europa que –dicen- tiene forma de cuerno y guarda paisajes únicos, espectaculares, de los que alimentan (y bien) las buenas emociones montañeras.
Paso a paso
Los primeros pasos se dan desde Pandecarmen, un aparcamiento ubicado en los lagos de Covadonga desde el que se observa, grandiosa, la Sierra de Gurbiñales y también el primer tramo del camino a seguir, que es el que lleva al refugio de Vegarredonda. Pero no hay que seguirlo mucho rato: tras medio kilómetro aproximado de pasos, debemos dejarlo para coger otro sendero. Un cartel señalizador del Parque Nacional sirve de referencia para encontrar el desvío, que se interna en una zona que va encajonándose, en busca de las aguas del río Pomperi.
Una vez encontrado el río, hay que cruzarlo, para empezar a subir de forma leve (y siempre con tendencia a mano derecha) hasta alcanzar los Llanos del Burdio, zona que hace honor a su nombre y permite al caminante llanear por pradería hasta alcanzar, de nuevo, la traza de un sendero. Se dirige a un hayedo y es conocido con el nombre de «Camín de la Madera» porque servía como vía para sacar la madera del bosque, allá por los años 50 del pasado siglo.
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El sendero, de firme empedrado y huella nítida en la mayor parte de tramos, asciende durante un pequeño trecho para luego, repentino, comenzar a perder metros a través de enormes manchas de bosque en las que mandan las hayas. Los obstáculos en forma de piedra caliza, dispersos por toda la rodeada, obligan a un serpenteo que no deja de descender mientras se interna en el monte.
Tras el descenso, se emprende una subida cómoda y leve y se alcanza la Vega los Corrales, otro llano en medio de estos profundos desniveles. En ella, un cierre siempre abierto marca la continuación del camino, que se lanza de nuevo a perder metros, ladera abajo y bien custodiado por la arboleda. En el horizonte cercano, asoma el bosque de Pome, otra de las alhajas del Cornión.
Y así, descendiendo y mirando extasiados alrededor, se alcanza el Jortigalón. Se identifica fácilmente por ser una especie de muralla natural en mitad del bosque. Acercándose, para mirar desde ella como si de un balcón se tratara, impresiona el profundo tajo por el que -allá abajo- discurre el río Pomperi.
Dejando atrás el muro de roca que es el Jortigalón, el sendero pierde otros pocos metros, rumbo izquierda, hasta que –sin más- se cansa de bajar y decide volver a subir, como obcecado por recuperar toda la altura que descartó primero.
Tras un tramo de subida, se alcanza otro sitio característico: el Pasu del Escaleru. Una especie de puerta natural hecha de piedra que hace de pequeña canal para acceder al Hayedo de Ciarda, acogedor bosque que es la antesala del collado de Cabritales.
Tras el estrecho paso, la masa forestal recibe al caminante con cariño, obsequiando con un sendero en suave pendiente que contrasta con los desniveles y saltos salvados hasta este punto y que, de manera agradable, atraviesa el bosque. El paseo por el hayedo resulta espectacular, y muy cómodo, y termina justo en el collado Cabritales, otro tesoro del Cornión que en su vertiente izquierda se asoma a espectaculares vistas sobre los valles y meceduras del Pelabarda y el Junjumia, ambos en busca del río Dobra, que ya tienen muy cerca.
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Desde Cabritales, las huellas del caminante deben avanza ahora por un sendero –poco marcado- que en dirección sudeste comienza a subir, de nuevo, bosque arriba, atravesando el hayedo de Ciarda en sentido ascendente. La traza se va estrechando y desapareciendo, dejando lugar a los jitos como guías del camino. Siguiéndolos, y tras un profundo zigzagueo que parece tener prisa por ganar altura, nos llevan hasta la vega de Ciarda, un oasis de verdes y amplias camperas en medio de este enrevesado terreno
Desde la vega, dirección izquierda se avanza por senderos pegados a los murallones norteños de la sierra, cuesta arriba. Un repecho que va dejando atrás vegas y que termina con una recompensa gustosa: las principales cumbres del Cornión comienzan a aparecerse en la distancia cercana.
Continuando camino, siempre con tendencia a la izquierda y contemplando hermosos gigantes de piedra, se alcanza un collado de impresionantes vistas. Abajo, el lago Enol reluce. Enfrente, Santa Maria de Enol y las Cebolledas presumen. Desde aquí, la ruta nos obliga a descender un centenar de metros para ganar la campera Fuentes, una gran pradera que se extiende paralela a la línea de cumbres. Ya queda muy poco para alcanzar el alto de Gurbiñales.
Tras otro pequeño repecho, la ruta alcanza una nueva campera. Está ubicada justo sobre el camino que sube desde Vega la Piedra a Vegarredonda y hay que atravesarla. En su último tramo, se divisan dos grandes rocas que recuerdan la joroba de un dromedario: hay que pasar por ellas. Un paso que nos sitúa justo al frente del alto de Gurmiñales.
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A partir de este punto, el camino se vuelve mucho más incómodo. La caliza y las grietas se apoderan del suelo, que se pinta también de pradera y hondos agujeros. Conviene extremar precauciones y, sin prisa, conquistar seguros el impresionante mirador con forma de cresta oscura que es el alto de Gurbiñales.
Ya en la cima, y tras quedar colmados de mirar, toca seguir marcha y comienza uno de los tramos más complicados de esta larga excursión. De frente, se abre una larga cresta y el refugio de Vegarredonda, muy pequeño, asoma entre las montañas. El trayecto para avanzar pasa por caminar la arista montañosa y, hacia la mitad de ella, coger una salida que baja a las camperas y es la opción más segura. Si se continúa avanzando, la parte final de la cresta obliga a cruzar estrechos pasos colgados sobre grandes e impresionantes caídas hacia el río Junjumia.
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Una vez en el collado, el sendero pasa ahora por la canal de la Ingesta las Fuentes. Aunque sería más apropiado decir que el sendero se lanza por la canal, con una importante pendiente que se debe de salvar para alcanzar el fondo del valle del Junjumia.
Superada la canal, aparece en escena el Junjumia, ataviado de aguas heladas esmeraldas. El dibujo estriado que el curso del agua ha ido dibujando, durante años, en las rocas guardianas del caudal conmueve y atrapa. Para continuar avanzando, hay que buscar una zona para saltar de orilla y comenzar a subir por su margen izquierda, en busca ya de Vegarredonda y su refugio.
Una vez alcanzada la majada de Vegarredonda, todo lo que resta (que no es poco todavía) es seguir el sendero habitual que, pasando por Vega la Piedra, une este refugio con Pandecarmen, lugar del que se partió en busca de la visión cercana del Cornión, sus relieves más suaves y la contemplación de las reinas más altas y bellas de Picos.
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