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JUAN J. LÓPEZ
Miércoles, 4 de septiembre 2019, 20:14
En esta época, Sanabria desagua por el noroeste hacia Galicia. Vacía sus ríos al sur, en dirección a Portugal, mientras que al este se topa con el macizo leonés y algunos de los neveros supervivientes en las cumbres de más dos mil metros de ... altitud.
Sanabria, cruce de caminos, bebe de la magia y el misterio de Galicia, con la que comparte leyendas, tradiciones y hasta gastronomía. Con su lago, con estatus de mar de agua dulce –no obstante es el más grande Europa–, es usual encontrar algunos platos más propios de zonas costeras que del interior de la península.
La trucha o el pulpo, con modalidades propias de la comarca, son dos de los manjares que deben ser catados en cualquiera de las decenas de rutas que cruzan su territorio. Merece la pena iniciar el camino en Puebla de Sanabria, la 'capital', y otear el horizonte desde cualquiera de los miradores que ofrece el castillo de la villa medieval zamorana.
Desde las almenas, y en verano –sobre todo en tornos a los días de la fiesta del 15 de agosto–, el visitante se siente como un antiguo noble que contempla las justas de caballeros en las orillas del río Tera. La villa entera, con un casco histórico privilegiado, en el que los escudos tallados en piedra recuerdan a las familias más pudientes del municipio, esboza un mercado medievalesco, convertido en un bazar gastronómico de la época.
Algunos de estos menús han sobrevivido al paso de los siglos, al igual que la elaboración y conservación de productos de gran calidad. Las castañas, su excelente miel –hasta ha provocado el regreso del oso a Sanabria y a la vecina Carballeda– o las setas son algunas de sus embajadoras a la hora de comer.
Antes de dejar los aledaños de Puebla y rememorar la historia del Castillo de los Condes de Benavente, en la cerca Ungilde se encuentra la Escuela Micológica de Sanabria. Este centro, ubicado en las antiguas escuelas de esta pedanía, está considerado un referente a nivel nacional, ya que es el primero de sus características en España.
El edificio combina dos usos diferenciados: una de las plantas posee una exposición permanente en la que se recrean buena parte de los hábitats donde fructifican los hongos más representativos de Sanabria. Otra de las plantas posee un área de gastronomía y un laboratorio completamente equipado, que sirve de base para muchos de los restaurantes zamoranos que desarrollan el arte culinario micológico.
Las setas, además de encontrarse en la mayoría de los menús sanabreses –sobre todo en otoño y primavera–, han contribuido al desarrollo del senderismo en la zona.
Ya en el interior del Parque Natural del Lago de Sanabria y Alrededores, una de las zonas de más belleza del oeste peninsular, retiro vacacional para españoles y portugueses, el agua adopta un protagonismo absoluto. Las sendas bordean las orillas de un lago, que algunos días emula el mar más bravío con olas que rompen contra las rocas.
Recomendable es la ruta que desciende hasta la playa de Arenales de Vigo desde San Martín de Castañeda, en la que el firme muchas veces emula a una calzada romana por las características rocas que conforman un camino de poco más de dos kilómetros. Merece la pena el descenso, que si se recorre con las primeras horas del día, suele estar acompañado de un 'mar' en calma. Lo mismo ocurre si el objetivo es ver el atardecer, con el sol despidiéndose desde el Pico Fraile, en el horizonte del lago sanabrés.
Esta misma estructura de camino rocoso se encuentra en la denominada Senda de los Monjes. Este trazado, perfectamente señalizado desde el refugio de San Bernardo –en el término de San Martín, a un escaso kilómetro de este pueblo en dirección a la Laguna de los Peces–, recibe el nombre por la ruta que realizaban los monjes del monasterio cisterciense de Santa María, para bajar a por agua, incluso pescar en el lago.
Este recorrido, que no llega a tres kilómetros, está caracterizado por una fuerte pendiente en la mayoría de tramos y una vez finalizado –tras pasar un bonito puente de piedra– se puede continuar hasta Ribadelago Viejo.
Esta localidad está en el recuerdo de todos los zamoranos, en un año además en el que se cumplen seis décadas desde que la presa del río Tera se rompiese de madrugada y ocho millones de metros cúbicos de agua se precipitaran hacia el pueblo, arrasando con todo lo que encontraron a su paso. En menos de un cuarto de hora, Ribadelago se sumergió bajo las aguas, con 144 fallecidos. Los cuerpos de 116 de esas víctimas jamás fueron recuperados y muchos yacen desde entonces en el fondo del lago. Merece la pena hacer un alto en el camino y visitar el monumento a su memoria, con el listado de los nombres de todos los que perdieron la vida aquel 9 de enero de 1959 –no hace falta desviarse de la ruta–.
Desde Ribadelago, donde también se pueden degustar productos típicos de la comarca o disfrutar de una jornada de picnic en el río Tera, también se puede proseguir o comenzar una nueva ruta por Presa Rota, precisamente un lugar que toma el nombre de la tragedia. Esta ruta es de un nivel exigente y se desarrolla por el Cañón del Tera, con la posibilidad de llegar hasta la Laguna de los Peces, otra de las zonas que rebosa agua en una comarca con tintes marineros y gastronómicos.
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