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Si anoche hubiéramos bebido un chupito por cada vez que Dioni ejecutó, con maestría, sus famosas piruetas, muy probablemente habríamos agotado existencias. Acrobacias aparte -que las hubo, y muchas-, Camela llenó Escenario Santander como pocas veces se ha hecho en la sala durante la programación ... de los últimos años. Tienen un estilo propio y son fieles a él, y ese es el motivo por el que su público les sigue allá donde vayan. Guste más o guste menos, su nombre va de la mano del éxito.
«Somos la banda sonora de la vida de mucha gente. Somos una familia, y vosotros la fuerza de nuestro corazón. ¿Sentís la velocidad de los latidos? Sois nuestro motor para seguir haciendo kilómetros. Esta es vuestra noche, pero también la nuestra. ¡Disfrutémosla!». Así comenzaba el espectáculo, con una voz en off de Ángeles Muñoz hablándole a su público y dando paso a una cuenta atrás que, si cabe, calentó más el ambiente.
Vistiendo todo tipo de merchandising, desde manoplas gigantes hasta camisetas, el público cantó a pleno pulmón cada una de las canciones que sonaron en la hora y cuarenta y cinco minutos que duró el show de los madrileños. 'Corazón Indomable', 'Escúchame', 'Nunca debí enamorarme', 'Lágrimas de amor'... No faltó un clásico. Tampoco los abrazos, la euforia, las manos en alto, ni las miradas cómplices que, sin hablar, a cada canción se buscaban como preguntándose: «¿cuántas veces hemos cantado esto en las verbenas?».
Quizá esa sea la clave de todo, las verbenas. El repertorio de Camela siempre suena en esas fiestas populares que con tantas ganas cogemos desde finales de abril. Porque para divertirse siempre hay ganas, y hasta la sala puso de su parte para que así fuera; jamás una bola de discoteca combinó tan bien con uno de los conciertos del recinto.
Anoche todo fueron buenas noticias: Camela celebró treinta años sobre los escenarios; Dioni anunció que su segunda nieta estaba en camino, Ángeles recogió una pancarta hecha por la espectadora más joven de la sala —una niña a la que invitaron a pasar al backstage finalizado el concierto—, y el público disfrutó un martes como si fuera un sábado. Que la noche previa al Día del Trabajador se celebre con música en directo también es una buena noticia.
¿Lo mejor de la noche? Quizá la interpretación en acústico de 'Cuando zarpa el amor', con una puesta en escena coral y dando protagonismo a los músicos —cajón, bajo y guitarras—, un tema que reinterpretaron en su versión original para cerrar la velada, que bajó la persiana sobre las 23:45 horas.
«Si quieres ver a Camela has de buscar en la mirada de un niño que comienza a amar, en el lugar donde viven los sueños o en el abrazo de un amigo sincero» dice la canción. Y va a ser verdad, porque ayer fueron muchos los que quisieron ver a Camela, que llenó. No hay expresión que mejor lo defina, lo de anoche fue un 'Camelazo'.
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