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A pesar de la durísima competencia del clásico futbolístico, un centenar de melómanos recibieron a Sarah Lee Guthrie este domingo en el Almacén de Little Bobby, que más que nunca parecía un 'speakeasy', un bar clandestino de la América de la Ley Seca, y casi ... se queda pequeño para la ocasión.
Al otro lado de la 'puerta secreta' aguardaba una gratísima sorpresa, porque la cantautora estadounidense llegaba precedida del deslumbrante halo familiar –es hija del mítico Arlo Guthrie, es decir, nieta del legendario Woody Guthrie; palabras mayores, vamos–, pero en cuanto empezó a cantar se hizo evidente que no necesitaba credenciales: su guitarra y su voz se presentaban solas.
Sin más puesta en escena que un taburete y un sonido limpio, limpísimo, Guthrie sería capaz de llenar por completo la sala mientras la concurrencia la seguía guardando un silencio tan reverencial que casi no habría necesitado ni megafonía. Apoyada en una guitarra que maneja con soltura, sí, pero cediendo todo el protagonismo a una voz de tono cálido pero llena de matices. De esas que se meten muy dentro. Sobre todo, a medida que va desgranando un repertorio en el que se combinan versiones de clásicos americanos con piezas más desconocidas, propias o rescatadas del archivo familiar de inéditos, y apenas se percibe la diferencia, porque las emociones que despierta son análogas: te enardece 'California Stars' –de Woody–, te emociona con 'The city of New Orleans' –que en realidad es de Steve Goodman, pero como si fuera de Arlo– y te encandila con 'Honey and the dew', que sí que es de Sarah Lee; como la potente 'Dog gone shame'.
Como mucho, sus canciones propias se distinguían por una vocación algo más pop, frente al folk radicalmente básico del abuelo y el folk setentero y algo hippiesco del padre, aunque ella no dejó de bromear con el estilo 'honky tonk', quizás de los más apropiados para el local.
De todos modos, pronto se haría también evidente que la escuela familiar no se limita al talento vocal sino que confiere una manera especial de conducirse sobre el escenario. Contar y cantar fueron indisolubles para su abuelo Woody, la gran referencia de la canción protesta tras la Segunda Guerra Mundial, y seña de identidad para Arlo, su padre, que incluso llegaba a salpicar de discursos sus canciones. La tradición continúa, claro, y Sarah Lee también ha heredado la querencia por el micrófono. Y el gusto por contar, desde la relación con su padre hasta el flechazo que acabó en su primer matrimonio. Es lo que tiene dominar las tablas, claro.
Así, entre melodías folkies y alguna que otra confidencia –por contar, contó hasta que se había divorciado recientemente– Sarah Lee Guthrie mantuvo el hechizo durante hora y media, con bis incluido. 'This land is your land', nada menos. Y coreada masivamente en inglés. Contra todo pronóstico, fue la verdadera ganadora del clásico.
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