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Iván enseña el brazo. Lleva una guitarra tatuada. «La del cantante y guitarrista de la banda», dice con la sonrisa de quien cuenta las horas para darse un regalo. Viene con Carmen desde Granada y será su cuarta cita con Muse. Andan reconociendo el terreno. ... Las entradas, el dispositivo. Así que cuando escuchan a Ángel Collazo, coordinador de seguridad de la empresa Menkeeper, decir que el escenario es «prácticamente igual que el de Enrique Iglesias» -es de esperar que el concierto tenga un mejor desenlace que aquel- ellos hacen sus pronósticos. Saben que los británicos llevan una pasarela de esas que se adentran entre el público. Pero tienen dos formatos. La de los festivales o conciertos cortos no acaba en forma de 'T', como la de las grandes citas. «Esperemos que sea esa, la de las dos horas», dicen los granadinos mientras cruzan los dedos. Por montaje que no quede. La organización tiene 'tomado' El Sardinero desde «las siete de la mañana del 26 de junio». Más de una semana de trabajo. Todo, para que las más de 23.000 personas que han agotado las entradas disfruten de una cita inolvidable.
«Nos hemos asomado por una puerta que estaba abierta y ha venido un tipo extranjero a echarnos», comenta una pareja de turistas que espera al autobús que les lleva de excursión junto al bar La tasca. Ellos no sabían ni que había concierto. Pero vieron 'follón' y sintieron curiosidad. Mucho camión con matrícula extranjera y mucho material -y personal- que viene expresamente desde Inglaterra (manager, equipo de producción, comunicación, seguridad...). En autobuses preparados para ser casas rodantes durante una gira.
Es el núcleo íntimo para los conciertos de los de Teignmouth (Devon), que se completa con los operarios de un buen puñado de empresas locales. «Este es un concierto distinto, no como los que suelen celebrarse en Santander. Es especial y es un montaje espectacular», insiste Collazo, que sabe de lo que habla (enumera como cromos los conciertos en los que ha trabajado). Dando la vuelta completa al estadio hay 26 camiones aparcados. Siete en el esquinazo de Los Agustinos, cuatro más por la Tribuna Norte y otros quince cerca de la entrada principal. «Pero desde que empezamos habrán venido unos 40», estima. Y echa números que sirven para hacerse una idea. Unas treinta empresas trabajando y, con ellos, en la seguridad -también están controlando el entorno del Palacio de Deportes-, «cien vigilantes homologados, otros 150 auxiliares y también azafatas, colaboradores, colocadores en asientos...». Casi trescientas personas, resume el profesional a bote pronto con el ruido de fondo de una máquina que carga barriles de cerveza. «Llegamos el 26 de junio y estaremos hasta el día 7 -el viernes- por la noche».
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Baños portátiles, contenedores de basura, generadores... Junto al mural de La Gradona hay un puñado de focos a la espera de que los coloquen. Una de las muchas elevadoras que hay en los alrededores del recinto se ocupará de ello. Está todo acordonado. «Aparque a la derecha, por favor», pide una joven con chaleco amarillo en el parking principal. Una parte está cerrada. El del otro lado, completo.
Iván y Carmen avisan. Tenían previsto plantarse hoy en el estadio «a eso de las cinco de la mañana». Es fácil que se encuentren con una chica turca que también merodeaba por la zona. Para ella, es la séptima vez. Les tocará esperar. La apertura de puertas está prevista para las 18.30 horas y a las 19.45, si nada se tuerce, saldrán los componentes de One Ok Rock (primeros teloneros, a los que seguirá Royal Blood -Muse está anunciado para las 22.00-).
Para los que no madruguen tanto, la advertencia de que aparcar no será plácido. De entrada, habrá dispositivo especial de los autobuses de la ciudad. Así son los días de gran concierto.
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