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Dio la vida, y dio la muerte. Este viernes por la noche Manuel Carrasco pisó Torrelavega por primera vez en sus 42 años. Lo hizo bajo amenaza de lluvia, un pronóstico que afortunadamente no se cumplió —al contrario que lo sucedido la semana anterior en ... La Cartuja sevillana durante el arranque de esta gira—, y facturando una colección de canciones de esas que apuestan más por el contenido que por el continente, si bien éste tampoco se quedó atrás.
Bajo un corazón rojo del tamaño del propio escenario creado ad hoc para la gira, el de Isla Cristina ofreció un espectáculo adaptado por momentos al formato de la gran pantalla, por el que cada vez apuestan más artistas, con cámaras móviles encima del escenario que hicieron del concierto una película y con escenas 'kiss cam' que, previsiblemente, no salieron del todo bien. Por lo que sea.
Con el público a su favor, Manuel Carrasco le echó un pulso al reloj saliendo al escenario un cuarto de hora después de lo previsto, arco y flecha mediante, caminando hacia adelante como si de Barcelona del 92 se tratase para, estando frente a frente con su público, lanzar una flecha y llevar el concepto del disco al directo durante dos horas de show. Ciento veinte minutos de música en vivo en los que quienes estuvieron en el Complejo Deportivo Óscar Freire, locales y foráneos, escaparon a toda preocupación con un único objetivo: disfrutar de uno de los artistas nacionales más multitudinarios del panorama actual. Sobre el escenario, casi una decena de músicos. Algunos de ellos con el corazón y la flecha grabados en sus instrumentos.
«Muy buenas noches Torrelavega, ¿cómo estáis? Esta mañana, cuando venía de Madrid, pensaba en la suerte que tenemos al ir a lugares nuevos y compartir nuestras canciones. Teníamos muchas ganas de venir a cantaros, a sentiros, y de tomarnos unos calimochos en la Plaza Roja. ¡La primera pago yo!». Como pueden imaginar, nadie rechazó la oferta lanzada tras las tres primeras canciones: 'Corazón Y Flecha'; 'Tambores de Guerra' y 'Hay que vivir el momento'.
En el velódromo se sucedieron baladas, coreografías imposibles, ritmos que por momentos recordaron a la música de club, y silencios. Varios. Casualmente coincidentes con los momentos en los que «Manué» se sentaba al piano o en los que, por petición popular, se acercaba a la parte más cercana del escenario: «hacéis conmigo lo que queréis, ¿eh? Es que hoy estoy facilón». Y motivos, como explicó, no le faltaban: «Veréis, es que yo tengo dos coquitos y uno de esos coquitos ha cumplido años, así que este concierto se lo dedico a ella». En ese momento fueron los que estaban debajo del escenario los que le cantaron al de arriba, dedicándole a ese coquito el cumpleaños feliz.
El de anoche fue un concierto menos multitudinario que su antecesor en el contexto jubilar que acontece. Mientras que Marea reunió a casi 8.000 personas, Carrasco no alcanzó esa cifra. Y sin embargo, la sensación fue la de no faltar ni sobrar nadie. Éramos los que fuimos, y a veces con eso es más que suficiente para vivir un concierto a gusto. O quizá no. Juzguen ustedes, pero no se olviden de eso que canta Manuel Carrasco: hay que vivir el momento.
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