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La noche de ayer en Castro se resume en que cuando hay ganas y un poco de estrategia, todo sale, incluso 9 horas de música en directo en plena ola de calor. Vaya esa idea por delante. El resto, como quien dice, es historia, pero de la buena, de la que puestos en conversación comienzas con un: «¿te acuerdas del concierto de…?». Completen ustedes la pregunta con su grupo predilecto. Alternativas sobran.
La segunda edición del Sónica ha transitado entre los cambios —a mejor—, sumando un escenario con respecto a la edición del año pasado y un cartel de dos días frente al día único de 2021. ¿Resultado? En torno a 15.000 entradas vendidas: 6.000 el viernes y cerca de 9.000 ayer sábado. Si además le sumas a estas cifras una organización eficaz, —que haya colas para coger cena es, cuanto menos, lógico cuando hablamos de tal volumen de gente—, la satisfacción de haber asistido es doble. Al staff que estuvo sobre el escenario y también en barras, baños, puntos violetas, taquillas y diversas zonas del recinto: gracias.
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En lo sonoro, mismo cantar. Anoche desfilaron por la pasarela del escenario Sónica los componentes de Funzo Baby & Loud; también los de Viva Suecia, la M.O.D.A y, claro, C Tangana. Porque si hablamos de derechos, que tener tenían todos, a «El Madrileño» hay que sumarle un plus, que para algo corrió con los gastos del añadido al escenario por el que el resto se dio un paseo y, por qué no decirlo, mejoró su show, haciéndolo más cercano.
Los primeros, Lunatic Catz, cumplieron con lo encomendado: abrir la jornada para ir entrando en calor. Aunque quizá la expresión no sea la más adecuada. Con Judeline, el proyecto musical de Lara Fernández, más de lo mismo. Sobre el escenario 'Sirenuca' interpretó los temas de su primer EP, 'De La Luz' y precisamente desde allí vio cómo iba llegando gente a medida que el sol iba picando menos. Niños pequeños incluidos.
Por su parte, lo de Funzo & Baby Loud fue salir al escenario conociendo a su público casi mejor de lo que ese mismo público les conocía a ellos, y confiando en él. No en todos los conciertos te animas a contar que el día anterior has comido cachopo con piña. Ayer fue el día, y los hermanos Gomis hicieron gala del mestizaje: «nosotros hacemos reggaetón / rock & roll». Para que luego digan que hay estilos que, juntos, no pegan.
Fresquito y Mango, por desgracia, no hicieron honor al nombre. En el Sónica no hubo ni fresquito, ni mango. Lo que sí hicieron fue interpretar una balada en medio de un festival y salir airosos de la aventura. El grupo aprovechó su turno para anunciar que están trabajando en su nuevo disco, al mismo tiempo que trasladaron al público del festival, aunque solo fuera por un rato, a Okinawa
Avanzando en cartel: lo de Viva Suecia, que están de estreno junto a Leiva con 'Justo Cuando el Mundo Apriete', es llevar la virtud por el mundo adelante, a pesar de que la agenda festivalera pase factura y a veces haga todo un poco más frío.
Los murcianos, juego de luces mediante, repasaron toda su discografía a través de las canciones y iluminación en una performance en la que, ayudados del respaldo audiovisual que supone un gran conjunto de cubos de colores encendidos, mostraron al público todos los símbolos que, desde que comenzaron, han incluido en su merchandising: cruces, manos y todo dibujo esotérico que puedan imaginar. Si a eso le sumas canciones que, como aseguran, lanzan un mensaje abierto para que cada fan se lo lleve a su lucha personal, la ración mística del festival estuvo más que cubierta. Y el misticismo a veces está bien, pero no según qué temperaturas: «¿aquí en el norte hace tanto calor siempre?» La respuesta fue el «no» entonado más al unísono que jamás han escuchado. Sonaron, como no puede ser de otro modo, 'Días Amables', 'Hemos Ganado Tiempo' y 'Lo Que Te Mereces'.
¿A destacar de la banda? Su complicidad. Sus gestos sobre el escenario, cachetes incluidos. Si alguna vez se han preguntado qué significa ser una banda, Viva Suecia es su respuesta: cuatro murcianos haciendo música. Qué tendrá el Mar Menor que ha sido, es y será caldo de cultivo de tantos y para tantos músicos.
De regreso al norte, el nombre a destacar es Jaguayano, para quien tanto la hora —21:55 horas— como su estilo musical jugaron en su favor, siendo una de las propuestas que hay que mover a la casilla de 'seguimiento' para, dentro de un tiempo, poder decir eso de: «yo le vi cuando le dedicó una canción a Carla» —esto pasó anoche— y poder sacar pecho ahora que nos gusta tanto ser los más rápidos en casi cualquier ámbito de la vida. Una bossa nova ''made in' Costa Quebrada con las maracas sonando en el preciso momento bien merece una escucha, hagan caso. Escuchar artistas locales es la opción que tenemos a nuestro alcance para después llegar a ofrecer un show como el de los dos cabezas de cartel de la noche de ayer: la M.O.D.A y C Tangana.
«¡Buenas noches Castro!». A quien saluda primero, nada malo puede decirse de él; si encima tu crew te aplaude desde que sales a escena, con el respeto que ese gesto encierra en la profesión, lo único que puedes y debes hacer como asistentes es escuchar con el corazón en la mano a La Maravillosa Orquesta del Alcohol. Están aventurados en reinterpretar el folclore con el que han crecido y llevan con orgullo el nombre de Burgos por todo rincón donde desplieguen instrumentos, que no son pocos: acordeón, saxo, banjo, mandolina o clarinete son solo los primeros que asomaron anoche en el Sónica, donde la banda volvió a demostrar que firmar con ellos es garantizar un compromiso banda-público como pocas formaciones pueden presumir en nuestro país: «les he visto cinco veces y las cinco han creado un ambiente mágico», se escuchaba entre los asistentes. Pues eso.
La M.O.D.A canta a los orígenes, da una segunda vida a la música de donde viene y la lleva a telón de fondo para que hasta los que están en las últimas filas sepan de qué va su música, su cancionero. ¿Cómo lo hacen? Llevando consigo un mural colgante con fotografías antiguas de escenas cotidianas de la vida en Burgos en los siglos XIX y XX, todas ellas sacadas del Archivo Municipal de la ciudad. Apenas debe quedar gente que aún no conozca de su existencia, y eso es una buena noticia. Como lo son los grandes shows que salen bien. Y si hablamos de eso… C Tangana.
Es cierto que 'El Madrileño' hizo esperar al público cerca de 40 minutos, así como también es cierto que la espera mereció la pena, la alegría y la euforia. Todo por el show y favorecer las condiciones que requiere tener sobre el escenario a más de una veintena de artistas implicados en tu espectáculo. Entre ellos: cuerdas, vientos, la familia Carmona, La Húngara y el Niño de Elche. A ver quién da más.
A la una de la madrugada cayó el telón y Antón Álvarez —Puchito—, calzado de Gucci y Adidas al mismo tiempo, cumplió 32 años sobre el escenario. Lo hizo en Cantabria, y quizá por la fecha o quizá por la escenografía que trajo consigo, el concierto ofrecido fue el más multitudinario de toda la jornada, dentro y fuera del recinto, porque las terrazas y bajos de las viviendas próximas al estadio Riomar también se llenaron de gente. Si toda la vida fue tradición salir al fresco a eso de medianoche, habrá que cumplir, independientemente de quién esté en el escenario. La fresca es la fresca, con más motivo estos días.
Lo de C Tangana fue una puesta en escena como pocas —quizá ninguna— hay en territorio nacional. ¿Por qué? Porque como espectador no sabes si asistes a un concierto o a una sala de cine: 3 pantallas, cámaras por aquí, cámaras por allá, y operadores que hacen juegos imposibles por esquivar a los protagonistas de la performance. Recuerden: más de 20. Y tú viendo el proceso y el resultado de ese videoclip eterno ahí, en vivo y en directo. Decía Javier Becerra para La Voz de Galicia que estamos ante el mejor espectáculo que se puede ver actualmente en la escena nacional, y no anda desencaminado.
Puchito se atrevió con bachata, con trap, con lo cañí y lo pop. Disipó las dudas de quienes miraban su música con recelo —según qué letras—, transformó el escenario en un bodegón y versionó el 'Corazón Partío' de Alejandro Sanz y las 'Noches de Bohemia' de Navajita Plateá con ayuda de 'El Bola', 'El Cheli' y la guitarra flamenca de Yeray Cortés: «que normalmente a la hora y media me dice que deja de tocar, pero hoy como es mi cumpleaños, me va a conceder tocar todo lo que yo quiera», bromeó el artista sobre el escenario antes de despedirse.
Ya ven que por nombres no ha sido; por espectáculo tampoco. El Festival Sónica está llamado a ser uno de los grandes eventos del norte del país, solo con dos ediciones a las espaldas. Vayan pensando a quién les gustaría ver el año que viene en Castro, pero de momento, Tangana y Amén.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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