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Subirse a un tren en Cantabria tiene sus dosis de riesgo y aventura. Uno nunca sabe si fallará la catenaria, si algún desprendimiento cortará la vía, si entrarán las máquinas por los túneles o si su obsolescencia dejará tirados a los pasajeros en un punto ... a medio camino de ninguna parte. Pero ayer no hubo ningún tipo de incidencia en el viaje que, con punto de partida en el Palacio de Festivales de Santander, Rulo aprovechó para recorrer durante cerca de dos horas buena parte de su trayectoria musical en un recuperado formato, el de los teatros, que no abordaba desde hace seis años y que tanto le gusta. Quizás porque es el traje que mejor sienta a las canciones que ha compuesto en los últimos años.
Mientras los viajeros se acomodaban en sus asientos –prácticamente no quedó ni uno libre–, el tren arrancó con 'Confeti' porque, claro, era un día de fiesta. Como cada vez que el cantante, guitarrista, compositor y ahora también escritor actúa en su tierra. Después llegaron 'Verano del 95', con esos recuerdos a la infancia en Reinosa –donde, por cierto, de trenes saben un rato–, 'Como Venecia', 'Tu mejor versión'...
Rulo fue intercalando una veintena de temas de sus etapas en La Fuga ('La balada del despertador', 'Buscando en la basura'), con la luna en esos momentos brillando imponente por las ventanillas de los vagones, y en la Contrabanda ('Heridas del rock&roll', 'Dentro de una canción', 'La flor', 'Persiguiendo sombras'...), todas ellas revestidas con unos tempos y unos colores especiales, versiones que acariciaban, que emocionaban, que rebajaban tensiones frente a un mundo mucho más tempestuoso del que invitaba a disfrutar este plácido viaje en tren, con Rulo al frente de la máquina y Fito, Pati, Kike y Chilo siendo la compañía perfecta. Por las tablas pasaron muchos y muy diferentes instrumentos, desde guitarras hasta contrabajo, acordeón, batería, percusiones, bajo eléctrico, mandolina... Y el piano dejó una de las grandes sorpresas: frente a él se sentó Ruth, la hija mayor de Rulo, para acompañarle por primera vez sobre el escenario en la interpretación de 'Noviembre'.
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Banda y público le habían cogido gusto a las 'Cercanías y medias distancias'. A las ferroviarias y a las personales. Tanto que el cantante cántabro se entremezcló con el público en varias ocasiones para cantar a coro temas como 'La flor'. No había barreras ni distancias, era como estar en el salón de casa.
Todo ello en medio de una escenografía muy especial: un cuidado decorado que recrea una estación ferroviaria –primero la de Reinosa, después Chamartín y finalmente París–, con sus empleados, el habitual trajín de viajeros y maletas que vienen y van, llenas de recuerdos. Como el que Rulo tributó, especialmente emocionado, a Pau Donés en 'Buscando el mar' sobre el mismo escenario que habían compartido en su anterior gira de teatros.
Con la interpretación de 'Por verte sonreír', el tren iba acercándose a su destino. Este histórico tema alborotó a los pasajeros, muchos ya de pie, pero no porque quisieran coger la maleta y bajar al andén; muy al contrario, con sus cánticos y bailes demostraban que preferían que el viaje se alargara un rato más. El que Rulo aprovechó para sacar del baúl 'Mi cenicienta' y 'P'aquí p'allá', ya con los revisores incapaces de calmar la fiesta total que había invadido la Sala Argenta y el tren a punto de descarrilar.
La reivindicativa 'Primavera del 87', que solo canta ya en sus conciertos en Cantabria, puso la calma justa para abordar el tramo final con '32 escaleras' y 'La cabecita loca'. Llegó 'El vals del adiós', el que, ahora sí, marcaba el fin del trayecto. Pero aquí llegó otras de las sorpresas, cuando Rulo se arrancó con un estribillo de 'Santander la marinera' en homenaje al recientemente fallecido Chema Puente. Allí, sobre esa sala que mira hacia la bahía y Peña Cabarga.
El tren llegó así a buen 'puerto', sin necesidad de reparación de averías y con ganas de repetir viaje. Un tren de largo recorrido –tras el estreno de anoche viajará a otros 24 escenarios españoles en los próximos meses– y de emociones compartidas.
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