«No puedo asociar un único recuerdo a Desakato porque es, simplemente, el grupo de mi vida. Los he visto en formatos que ni siquiera habría imaginado cuando empecé a ir a conciertos: en una sala con apenas cien personas y en el Viña Rock, ... con miles; en la universidad y en una plaza de toros; en fiestas de prau bajo la lluvia y en un campo de fútbol, a cubierto. Han sido 25 conciertos maravillosos, y aún me queda el último».
Hoy no habla Raúl sino su emoción, que es la misma que la de Diego cuando escucha 'Cada Vez' y se enfrenta a sus miedos; la de Andrea, para quien Desakato significa refugio; o la de Pablo, que aún recuerda cómo un día llegó por casualidad hasta la grabación del primer EP que la banda colgó en Youtube: «cuando lo escuché me gustó, pero a partir de la segunda vez entré en un bucle hasta el punto de únicamente escuchar ese disco. Los guturales de Pepo me enamoraron».
Desakato anunció el pasado 16 de noviembre su retirada oficial de los escenarios a golpe de comunicado junto a la que ha sido su oficina de management desde 2008, El Garaje Producciones, y la despedida, que ha cogido por sorpresa a su público, ha provocado un aluvión de palabras de agradecimiento no solo de sus seguidores, sino también de compañeros de industria como Rozalén o la M.O.D.A, pasando por Bala, Kaos Urbano, Toni Mejías o El Canijo de Jerez, entre otros.
Estilos dispares desde la canción de autor hasta la rumba se han dirigido a la banda con el mismo propósito: alabar un proyecto que echó a andar en 2003 y que pondrá punto final a su historia el año que viene. Una decisión tomada desde la reflexión, la cabeza fría y el sentido común que les caracteriza: «siempre nos hemos dejado la piel en esto y nos hemos exigido estar al límite de nuestras posibilidades. Esa exigencia nos ha desgastado y por eso nos despedimos como banda».
El próximo 2023 Desakato cumplirá veinte años como banda al mismo tiempo que dejarán huérfanos a muchos seguidores que se sentían —nos sentíamos— parte de un grupo que, al tocar, tiene la capacidad de dirigirse a cada uno de nosotros, preguntarnos qué nos preocupa y darnos el contexto para encontrar una solución. Desakato lleva años explicándonos el porqué de las cosas, de nuestras cosas, y ese será parte de un legado al que poder regresar siempre.
Patrimonio sonoro, llingua y comunidad
Para el recuerdo y la escucha quedan 'Con el viento de cara' (2008); 'Miseria, Sangre y Plomo' (2010); 'Inercia' (2012); 'Buen Viaje' (2014); 'La Teoría del Fuego' (2016), 'Antártida' (2018) y 'La Miel de las Flores Muertas' (2020), seis álbumes y un EP sin apenas descanso entre uno y su siguiente que hemos consumido durante catorce años hasta que nos hemos topado de frente con el abismo que supone una despedida que nos interpela directamente y nos pregunta: «¿y ahora qué?», sin saber todavía cómo responder.
Desakato ha sido la banda sonora de cientos —miles— de personas que, con ellos, hemos aprendido cómo el folclore no discrepa de lo punk cuando escuchamos 'La Tormenta' y cómo lo lento e incluso lo melódico también tienen cabida en un proyecto como el suyo cuando suena 'Tu Avalancha'. Una banda que disco a disco ha crecido a nivel técnico sin dejar atrás eso que llaman 'espíritu de base', que en su caso no ha sido otra cosa que el desacato; han hecho de la irreverencia su esencia y la han planteado como cebo de muchos que ahora, con el paso del tiempo, opinan: «son un referente en cuanto a tener una banda, remar y remar, trabajar con los pies en el suelo y hacer del grupo una familia».
Les debemos viajes, carretera, miradas, reflexiones y personas: «yo te conocí en un bolo de Desakato»; les debemos un 'gracias' por la defensa de un estado plurilingüe y otro por llevar a las canciones las vidas de los mineros. Les debemos mucho porque nos han dado mucho, sin hablar de lo material, y eso, quienes hemos estado en la parte de abajo del escenario se lo hemos intentado pagar con compromiso de sala, viendo a Pablo tocar sin que importe si tiene o no una pierna escayolada, y también con compromiso de festival, para llevar en volandas a Pepo sin que pise suelo.
Les hemos pagado con fidelidad: «habré ido a catorce o quince conciertos suyos en un solo año. Creo que nunca he ido a tantos bolos de un grupo», dice Claudia, y ellos siempre nos han devuelto de más al cambio.
Por el pasado y por el presente
Todos estos años Desakato han sido un lugar seguro; la banda que empezamos a escuchar cuando nuestros padres nos daban la paga y la que siguió sonando cuando ganamos nuestro primer sueldo. Una banda que ha pasado por muchas fases, estilismos y número de integrantes, pero siempre con la estabilidad de los hermanos Martínez —aunque Pepo empezara detrás de una batería y no frente al público—.
Y sí, han pasado muchos inviernos desde 'La Viesca', el primer estudio de grabación que pisó la formación original con su segunda maqueta, hasta OVNI Estudio, la nave de Bonielles (Llanera) creada por el abuelo de los hermanos en el 75 como cantería, pero con ellos han venido giras, conciertos y aprendizajes no solo para la propia banda, sino para los que de alguna manera nos sentimos parte de esa banda, porque como decía Raúl a principio de texto: «simplemente, son el grupo de mi vida». Mejor dicho, de nuestras vidas.
La despedida ya la dejaron escrita ellos mismos en 'Animales Hambrientos': «he pasado demasiado tiempo decidiendo si parar o seguir. Si rompen mis huesos en combates que no venceremos, asumiremos como punto de partida nuestro fin». Y eso han hecho, asumir un cambio de ciclo en el que seguir en la música, pero de otra manera.
No obstante, déjenme recordarles algo que, también, ya dejaron grabado: no hay dos fuegos iguales, hay gente de fuego sereno y hay gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos nos alumbran, no queman, pero otros arden la vida con tantas ganas que no se pueden mirar sin parpadear. Y quien se acerca, se incendia.
Desakato fueron uno y otro, pero estos parias volveríamos a quemarnos con gusto con tal de vivir un concierto más. Y así lo haremos.
Gracias, y hasta siempre.
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