La Gala del Folclore Cántabro, que constituye la cita anual más relevante de nuestras tradiciones musicales, llega este año a su 20ª edición y, a 16 días de su celebración, ya ha vuelto a cosechar un nuevo éxito, ya que está a punto de agotarse ... el papel que se había puesto a la venta, hace tan sólo 4 días.
Uno de los estrenos que se producirán en esta edición, es el de la «Rapsodia montañesa» del compositor salmantino Felipe Espino. Un artista reconocido en su tierra, donde existe una céntrica calle, con su nombre, donde se ubica, actualmente, la Diputación Provincial de Salamanca.
Espino, como rememoran desde la Asociación Proa, fue coetáneo y amigo personal de uno de los grandes compositores de la época, su paisano Tomás Bretón. Estudió piano en Madrid, con Emilio Arrieta, recibiendo los mejores premios de composición, lo que le valió una beca para la Academia Española de Bellas Artes de Roma. Luego estudió en París, con una beca privada de la Infanta Isabel de Borbón. En la capital francesa, durante su estancia de tres años, tuvo una prolífica producción, incluyendo un motete para las honras fúnebres de Alfonso XII.
Creador del Orfeón Salmantino, fue titular de la cátedra de música del Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos de Madrid y, posteriormente, profesor del Conservatorio de la capital. A partir de 1900, durante los veranos, se traslada a Santander para dirigir los conciertos y fiestas musicales del Gran Casino del Sardinero. Aquí creó su «Rapsodia montañesa», que fue estrena en el Casino en agosto del año 1903, con un gran éxito de crítica y público.
Esta pieza ya figuraría en su repertorio habitual, siendo interpretada en varios conciertos dirigidos por el maestro en distintas ciudades. En Santander, también compuso otra obra «Cantabria», que será interpretada en la Gala del Folclore y que aún permanece en el repertorio de la Banda Municipal de Música de nuestra ciudad. Pero su amor a nuestra tierra no quedó ahí y Espino creó una zarzuela titulada «Baños de ola», que fue estrenada en el teatro Apolo de Madrid, el 31 de diciembre de 1892 y una canción bajo el título «¡Al Sardinero!». De momento, los esfuerzos del presidente de Proa, Juan Antonio Prieto, por hacerse con las partituras de estas dos últimas composiciones, no han tenido fruto, pero habrá que continuarla búsqueda de un patrimonio que no puede permanecer e el olvido.
El 12 de julio de 1916, Felipe Espino fallecía, inesperadamente a los 56 años, en el Hotel Ignacia de Santander. La noticia fue destacada en su primera página por el diario La Atalaya. Sin embargo, la esposa del compositor no disponía de dinero para afrontar los gastos de su sepelio. Carmen Gómez Fernández, viuda de un buen amigo del compositor salmantino, el doctor Damián Rodríguez Gómez, le ofreció un lugar dentro del propio panteón familiar y allí reposaron sus restos, sin que a nadie se le ocurriera poner una lápida que recordara su memoria. Y así, durante más de un siglo, Espino ha estado enterrado en el cementerio de Ciriego, de forma absolutamente anónima.
El 21 de octubre, bajo la dirección del maestro Vicent Pelechano, la Banda Municipal de Santander, interpretará «Rapsodia montañesa» y «Cantabria», en homenaje a Felipe Espino, un gran compositor, que amó esta tierra y con quien existe una deuda que, a través de la Gala del Folclore, intenta resarcirse, al menos parcialmente, señalan los organizadores.
Quienes deseen asistir a la Gala, además de poder hacerlo, utilizando los canales habituales de venta, aún tendrán una última oportunidad de hacerlo, ya que el próximo día 21, el mismo día de celebración de la Gala, se pondrá a la venta, por mandato legal, el 10 por 100 del aforo, casi 80 localidades. Las localidades de las zonas A, B, C ya están casi agotadas lo que supone el 70 por 100 de aforo covid en vigor para la Sala Argenta (782 localidades).
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