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Pelayo frente al piano con el que interpretó diferentes piezas durante el diálogo con Marcos Díez Ana Martín
«La música tiene algo innegociable: te traspasa y puede destrozarte o ser un salvavidas»
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«La música tiene algo innegociable: te traspasa y puede destrozarte o ser un salvavidas»

El pianista, compositor y productor cántabro Alejandro Pelayo, abrió la nueva temporada de Encuentros en la Torre de Don Borja

Jueves, 31 de octubre 2024, 19:21

«Con nueve años gané mucho dinero que nunca vi». A sus 53, Alejandro Pelayo (Santander, 1971) puede afirmar con rotundidad que lleva toda la vida sentado al piano. El cántabro sumó otro rato más en esa dualidad hombre-instrumento, en la Torre de Don Borja. El músico, productor, compositor y poeta abrió la nueva temporada de Encuentros de la institución dirigida por Marcos Díez, con quien jugó un tête a tête dialéctico con códigos compartidos. De los versos a las notas, con la ironía como eco, ante un público que disfrutó la propuesta con deleite.

El niño que tocaba el órgano en la iglesia de los franciscano de la calle Perines, esperando a los quince minutos del sermón para salir a jugar el balón, tiene ahora en el punto de mira los armónicos, que considera «más importantes que la propia nota». Lo efímero, el paso del tiempo, se expande tras el movimiento en sí, como una suerte de big bang emocional. «Estoy obsesionado con el rastro que deja el sonido». Ese es el espacio que le interesa. La forma de tocar en la que parece que algo va a salir mal, por la que tanto abogan culturas perfeccionistas in extremis como la asiática. «La búsqueda de la imperfección».

Pelayo tiene oído absoluto, una extraña característica que es «una bendición» para su trabajo y «un castigo para todo lo demás». «Cuando escucho 'Cumpleaños feliz' tengo ganas de matar», bromeó el intérprete que reconoce pasar mucho tiempo sentado ante las teclas como quien va a pescar, lanzando el sedal de la inspiración, esperando que piquen los acordes soñados. ¿El resultado? «Es una decepción constante, porque los músicos tardamos mucho en construir algo». En su caso, con poca confianza y mucha voluntad. «En nuestro oficio no existe Messi y si existiera, habría sido Mozart, que ya está muerto».

Frente a un Beethoven que, en la oscuridad de la sordera, funcionaba como un chef que ya dominaba las medidas al cocinar, que construyó «una forma de utilizar la armonía» sin escucharla, Mozart «lo construyó todo».

De Max Ritcher a Bob Dylan y un disco a punto de caramelo

El nuevo disco de de Alejandro Pelayo solo está a falta de portada, como dijo con humor a Miguel Losada, responsable del arte de 'Los árboles ya lo sabían'. Entre los referentes que mencionó en Santillana están Hania Rani, Max Ritcher, Arvo Pärt. «Si yo fuera PedroSánches los pondría en primer time». Y fuer del piano, Bob Dylan entre los contemporáneos al que «el Nobel le queda pequeño». Fue él quien «abrió el camino para todos los que vinieron después».

Echando la mirada más cerca, Pelayo convierte a Albéniz, Falla, Turina y Granados en la delantera mítica «que debería estar en el olimpo nacional como lo está en el internacional». Pero no.

Sin fe en su contenido, el compositor aspira a «hacer música religiosa», ese género que «te convence de lo que no te convence la cabeza». La música sacra tiene una parte muy emocionante en el dolor. «El clero ha clavado siempre las despedicas». Algunos ritos «son mejorables», pero «no le encuentro fallos a su música». Es más, dice: «Ninguna ha alcanzado el nivel de satisfacción del gregoriano». Y ante esa evidencia pulida con el tiempo «Los músicos del siglo XXI somos microbios al lado de quienes componían para que once monjes cantaran al unísono».

A las preguntas de un poeta daltónico, Díez, respondió un compositor con cromatopsia, Pelayo, detallando cómo los conciertos para niños tienen un apartado especial en su agenda. En ocasiones para pequeños que se enfrentan al mundo, como ellos, con otros colores, aquellos que pinta el amplio espectro autista, una diferencia de capacidades que al propio músico le diagnostircaron con 44 años. «Lo que hago le sirve a alguien para estar mejor veinte minutos y eso me da sentido como persona».

Con su gorro de marino estilo Álvaro Pombo sobre el piano, Alejandro Pelayo, autor también de versos de gran profundidad, expuso dos verdades. La primera que «la música tiene algo innegociable: te traspasa, puede destrozarte o ser un salvavidas». Y funcionó con los temas que interpretó durante el diálogo, hipnotizando con sus manos. La segunda que la música de los años 80 y 90 han hecho mucho daño. «La gente mezquina escucha a Dire Straits». Tendrán que juzgarlo los sultanes del swing.

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