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Macaya en la sala de grabación del estudio, donde se relizan conciertos acústicos y recibe visitas de escolares. Alberto Aja
Un defensor de la sorpresa sonora
EL ESTUDIO: Moon River

Un defensor de la sorpresa sonora

Miércoles, 10 de mayo 2023, 07:40

Fernando Macaya ha grabado en numerosos estudios, con distintos productores, en España y fuera. «Cada uno es un mundo aunque la base sea la misma, porque la forma de enfocar el trabajo es distinta. Aprendes muchísimo». Ideas que se trae de vuelta a Moon River, su cálido estudio en Santander. Le marcó especialmente su paso por Nashville, para grabar el documental 'Daiquiri Blues' con Quique González. Compartieron un mes con Brad Jones. Llegaron con maquetas desnudas a guitarra y voz. Se trajo la experiencia de «cómo enfocar una canción cuando la coges de cero». Jones mantenía una charla con los músicos de sesión, con Quique, hablaban de un posible camino, una referencia, un artista, un estilo musical. «Eran músicos increíbles, se ponían a tocar y enseguida resolvían la canción. Estamos hablando de un nivel altísimo». También menciona a Paco Loco, en Cádiz, cuya filosofía añade a su bagaje emocional. Tener tu firma y tu estilo, un sello «está bien», pero también «molaría poder grabar todo tipo de cosas sin poner tu marca, para evitar caer en el error de repetirte», razona.

  • Dónde Santander

  • Instalaciones

  • Inicio 2011

  • Servicios Grabación , mezcla , mastering, producción. Opción de grabación analógica

  • Espacios Sala de control, de grabación y de voces aisladas

  • Proyectos Micah P.Hinson, Auserón, Diego Vasallo, Mikel Erentxun, Mehnai, Soul Gestapo, The Puzzles, Stock, Chebú, The Norther Rocket

Macaya tenía un estudio pequeño, en la parte de atrás de una tienda de instrumentos. «Hacía más cosas de grabación que de vender instrumentos», recuerda. Entonces, surgió la oportunidad de gestionar el espacio destinado a estudio en la sala municipal Escenario Santander. «Me vine para acá con todos mis aparatos». Han pasado 12 años y ha grabado «todo lo que he podido».

Aunque grabar, como tal, lo «he hecho siempre», rememora. Desde pequeño. «Lo típico que tenía una pletina, tenía un multipistas pequeñito, después uno más grande y ya en la tienda me fui haciendo de material más profesional». El aprendizaje fue autodidacta. Ensayo error. «No había tutoriales entonces». Las carreras de audio están bien, dice, pero «aprender así te hace comerte más la cabeza para saber exactamente cómo es la filosofía de una grabación». Producir es «tener la capacidad de grabar instrumentos, uno tras otro y luego la capacidad de mezclarlos, buscándote la vida con lo que tengas». Ser también músico no es imprescindible, pero ayuda muchísimo. «Tienes la capacidad de escuchar las cosas por separado y buscas lo que quieres explorando las posibilidades». A él, por naturaleza, le sale siempre producir, no solo grabar. «Me aburriría y me costaría callarme si estoy viendo que algo no funciona».

Alberto Aja

No es maniático de los aparatos. «La herramienta es importante, pero su valor está en la calidad que dan». Hoy en día, con un micrófono decente y una tarjeta de sonido media, «puedes hacer un trabajo de grabación muy bueno».

¿Y qué pasa con el intérprete? «Eso ya es una función de productor –dice– intentar ayudar al músico a sacar lo mejor que tiene, siendo consciente de los límites». Cuando llega un grupo, especialmente si no tiene experiencia, «tembloroso», lo que Macaya intenta desde el primer minuto es «crear un ambiente de risas y convencerles de que vamos a disfrutar de lo que vamos a hacer y que vamos a sacar lo mejor de sus canciones». Esto es; que lo pasen bien y no se preocupen de los fallos. «Mi experiencia me dice que funciona y es la parte que más me gusta de este trabajo, porque lo mejor de una grabación es el proceso de crear la canción». Una canción que mejore, aportando ideas, puntos de vista. «Es donde mejor me lo paso; ayudando a que crezcan las canciones». Una de sus particularidades es que ha compaginado los dos papeles a ambos lados de la pantalla; tocar en una sala y producir en la otra, pero lo que más le gusta es que le «sorprendan» las canciones. «La canción es la base de todo; sin canción no hay nada que hacer». Hay algunas que son «muy simples, buenísimas», y otras «enrevesadas que son muy malas». Las primeras son muy fáciles de producir, porque elijas el camino que elijas, «siempre será buena». Una canción mala, a base de artificio puede disimular o ser más audible, pero, indica, «pasa sin pena ni gloria».

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Imagen principal - Un defensor de la sorpresa sonora
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Imagen secundaria 2 - Un defensor de la sorpresa sonora

Si una nota se escapa de su lugar previsto, la deja. «Si queda bien, es un error relativo: un fallo puede ser mágico y hay que darle la importancia que tiene». Fallo es cuando algo suena mal o distrae, detalla. Otra cosa es que el cliente, busque específicamente esa distorsión. «La última palabra la tiene el músico».

Aprendizaje continuo

En estos doce años, el balance «es muy bueno». Nota las diferencias entre sus primeras grabaciones y las más recientes; «nunca dejas de aprender». Ha tenido la suerte de tener siempre bandas grabando, de todos los estilos, ha conocido a mucha gente. «Cuando pasas tantos días aquí, acabas teniendo feeling y eso es estupendo». Se siente «reconocido» por el trabajo que ha hecho. Son muchas las bandas cántabras que le mencionan. «Eso te enorgullece». Tampoco se le caen los anillos cuando ha elegido recomendar a otros compañeros, considerando que el sonido encajaría mejor con sus experiencias.

En las paredes del estudio, vigilan lo que ocurre Elvis, Tom Petty, Camarón y también Audrey Hepburn en su papel Holly Golightly en 'Desayuno con Diamantes', película en la que suena 'Moon River' la canción de Henry Mancini con letra de Johnny Mercer por la que el estudio se llama así. Recibió dos Oscar y a Macaya le «flipa». «Es una canción alucinante y si no te gusta, creo que no tienes corazón» bromea. Brad Jones le contó cómo con ese tema se hicieron experimentos. Los musicólogos se la ponían a bebés, que un momento exacto reaccionaban del mismo modo, haciendo pucheros. «Hay unas notas puñal, que cuando llega ese momento, los pelos, click, se te ponen para arriba», detalla con entusiasmo. «A mí siempre me pasa cuando llega ese momento». «Eso es magia», concluye.

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