Arizona Baby: «Solo se echa mano de la cultura para hacerse la foto»
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La banda vallisoletana más southern rock llega este sábado a la sala Black BirdSi quisieran, podrían haberse convertido en imagen y estandarte de un género, ocupado páginas de revistas alejadas de la música y centradas en un estilo. Pero habrían pinchado en hueso, porque lo que les va a Javier Vielba, Rubén Marrón y Guillermo Aragón es lo ... que marca por debajo de la piel y no por fuera. El directo. El sudor. El contacto. Puede que por eso, Arizona Baby sigan en la brecha, recorriendo carreteras y sin ceder a las presiones. Este sábado llegan a Santander (Sala Black Bird) con Sonora en el que, dicen, es su mejor momento.
- Ha pasado algo más de un año desde la salida de 'Sonora'. ¿Cómo se encuentran?
- Bien, la verdad que todo en orden. Como grupo, estamos en el mejor momento de toda la trayectoria. Tenemos un buen disco que nos gusta mucho, que gusta a la gente, que está rodado ya en directo y cuando lo llevas al público, culmina todo el proceso, que empieza cuando lo compones, sigue cuando lo grabas y termina cuando lo compartes. Le da todo el sentido.
- Dice que este disco les gusta mucho. ¿Se han encontrado con trabajos anteriores a los que el tiempo no ha tratado tan bien?
- Los discos siempre nos han funcionado muy bien, pero siempre ha habido alguna canción más lenta, que no pega tanto en un directo o que encaja más en un teatro o similar. Este es mucho más cañero, en general. Tiene más ritmo. Son canciones para un festival o una sala de conciertos, del ámbito de una noche, de pasarlo bien, puede haber momentos de expansión instrumental, pero es todo como más pensado para el directo y resulta más completo.
- Conseguir completar ese círculo que supone girar con un disco, ¿es su concepto de éxito?
- Sí que es un éxito, porque la música es cierto que está difícil en general y en este país en particular, pero no de ahora sino de siempre. ¿Cuando no lo ha sido? Es la broma de siempre de los músicos. Ya en los 90 empezó a verse cómo el modelo empezó a virar, entre cambios tecnológicos, cambios de consumo, de legislación del ocio y la cultura...Son demasiados factores los que intervienen. El músico siempre tiene que ser flexible como el bambú y no quebrarse antes los temporales que aparezcan. Se ven obligados a ser versátiles y a adaptarse. Ese es el día a día y llevar al directo un disco y seguir con nuestra actividad son pequeños éxitos cotidianos que cuando lo sumas dan sensación de satisfacción.
- ¿Tener que vivir en esa constante adaptación no resulta cansado?
- Hacer lo que quieres es un privilegio, pero es también un trabajo sucio que alguien tiene que hacer. Que te guste es importantísimo para sobrellevarlo. En la Inglaterra de los 60 a lo mejor sí que el rock era una buena salida para petarlo y ganar dinero o fortuna, como hoy haría un instagramer, un Dj o un probador de videojuegos. Ahora hay otras vías de entretenimiento. En la música pop rock, orgánica, que siempre va a estar, hay épocas en las que está más en auge. No hay descanso para los malditos.
- ¿Es necesario para pasar por el aro de las redes sociales y la exposición pública más allá de lo profesional para triunfar?
- Cuando yo empecé y era un chavalillo, había internet, pero en los albores, ni redes sociales, cosas que un músico tiene que cuidar hoy. A mí eso no me atrajo del rock. No me llamó la atención currarme un Instagram como el de Nirvana. Me llamaba el escenario, las luces, los decibelios, el contacto humano, la desinhibición e incluso el aspecto ritual de la música. Esa magia no existe en las redes sociales, ni en estar ahí de forma virtual. Te puede prestar una vía de comunicación pero ¿a qué precio? ¿Para qué sirve un streaming y que me vean desde sus casas y no nos veamos en persona?
- Pero sí tienen una utilidad en las labores de promoción de una oferta cada vez mayor
- Lo de las redes es un complemento, pero no puede basarse todo en eso. La música siempre se adapta al medio y está propiciando el nacimiento de otros géneros. Veo artistas actuales que son otros estilos, que tienen que ver con tener un ordenador, un teclado, le meten capas de música y lo dan en streaming y a lo mejor te hacen un donativo. Hay gente que puede hacer carrera desde su salón, pero no es lo que yo quiero hacer. También disfruto de lo que hace un DJ de techno o la ópera, pero no me ha dado por ello aunque lo disfrute. No critico las nuevas vías, pero sería interesante no cambiar unas cosas por otras, sino combinarlas y que no se pierda el factor presencial.
- ¿Cree que es posible que lo orgánico y lo tecnológico convivan?
- Creo que sí pueden existir ambas sin problemas y creo que será así. No pienso que haya que sustituir una cosa por otra. Los medios, la publicidad, el marketing, quizá están destacando lo que pasa más en el mundo virtual. Es responsabilidad de todos en general coger perspectiva y diferenciar ambos planos. Nosotros crecimos en escenarios, con carretera, sudor, gente, decibelios. Adrenalina. Creemos que es importante en la experiencia el público que tienes alrededor. Y eso te contagia.
- ¿Están encontrándose en esa situación repetida en muchos conciertos de que el ruido del público sea mayor que el de la banda?
- Nosotros no porque somos muy cañeros, un grupo muy intenso y muy directos en la relación con el público. Tengo mis tablas, le echo morro y me gusta conectar con el público y dirigirme a ellos. Entre la música que hacemos y que podemos hacer más ruido que ellos, no ocurre. La gente respeta mucho, escucha, saben a lo que vienen, pero sí que lo veo como público o cuando organizo eventos. Si es un artista muy intimista, a veces la capacidad de atención se diluye un poco. También tiene que ver con si se paga entrada o no. Lo gratuito es así; el necio confunde valor con el precio. Eso ha pasado mucho con la música en general. Vivimos en un país de pícaros y ya ves, cuando hay una paella popular, la gente hace cola por un plato de un euro. Con la música desde los tiempos de Napster o Emule, la gente ya se bajaba los discos gratis. Después llegó a los equipos de música; todo el trabajo de producción e ingeniería, los esfuerzos de inversión y de talento a veces no se sabe para qué se hacen, ¿para que lo escuche el público con el móvil o los cascos de la Renfe?.
- ¿Uno de los riesgos es entender la música solo como un entretenimiento?
- Claro. Es lo que pasa con la municipalización de la cultura; se empiezan a cerrar salas, se legisla la música como ruido, se entiende como ambientación, queda reducida a espacios municipales porque eso da votos y titulares, pero los grupos no tienen donde tocar y los entusiastas tiran la toalla y dejan de programar, quien quiere hacer un concierto tiene que montar una empresa… Desde la política y a nivel cultural y tecnológico van en contra de todo esto. Es como la tarifa plana de los festivales, que por lo que te cuestan dos entradas, tienes el abono de un festival, por equis dinero al mes tienes todos los discos en una plataforma… Solo se echa mano de la cultura para hacerse la foto, pero en los debates, en la realidad nadie habla de ella. Es lo que hay. Vamos convirtiéndonos en los últimos mohicanos de este sector. Cada vez va menos gente a los conciertos, falta relevo generacional porque los más jóvenes ven la música en la pantalla… La movida madrileña, la escena de Gijón, el hardcore en Barcelona, el indie en Granada...cada vez es más difícil que todo eso vuelva a pasar. A Churchill le decían que en la Segunda Guerra Mundial iban a coger el presupuesto de cultura y educación para hacer la guerra y él respondía: ¿entonces para qué luchamos?
- ¿Para lograr soluciones, no sería necesario que el sector, uno de los más dispersos, caminara en una misma dirección?
- Sí, pero tendría que ser algo que diera libertad a la gente. Se proponen modelos muy inflexibles. Me parece válido todo; sindicatos, organizaciones de gestión, pero tienen que trabajar de forma complementaria, para que el músico que quiere ser asalariado y el que quiere ser empresario puedan convivir. Se tiene que unificar, coordinarse y que el gremio de alguna manera esté unido y conciencien a la población. ¿Un estatuto del artista? Habría que hablarlo. ¿Cómo se compensa el mes que trabajas mucho y el que no trabajas nada? Es algo complejísimo. Siempre hablamos todos de este tipo de temas porque sería interesante. Ahora mismo, un músico es un autónomo más. Seguimos en el mismo epígrafe que toreros y feriantes, que, con todos los respetos, no es lo que nos corresponde. Está todo muy obsoleto. Nosotros pagamos impuestos, damos trabajo a gente, estamos comprometidos con nuestra comunidad, nuestro público, nuestros compañeros, nuestro sello discográfico. Los músicos constantemente nos manifestamos, nos subimos a un escenario y decimos lo que pensamos o aquí en esta entrevista, donde tú eres el altavoz. ¿Pero de qué sirve el brindis al sol? Yo he estado en el Pleno de mi Ayuntamiento y todo el mundo aplaudió un cambio, pero han pasado dos años y la mesa de trabajo aún no se han sentado. Esto nunca se toma en serio y se tiene lo último en la lista de prioridades. Son mucho más importantes las artes de lo que se nos hace creer.
- ¿Cómo se presenta el año?
- Lo que llevamos de gira, que ha sido este año, ha estado muy bien. Hemos estado por toda España, también en México y estamos moviendo hilos para volver a Estados Unidos, a ver si cuadra este año algún cauce abierto y también Portugal, a ver si podemos tocar por allí.
- ¿Siempre se nos olvida Portugal, no cree?
- Sí, está al lado y es un país increíble para la música y por otras bandas sabemos que es muy interesante acercarse más. Es una tontería no estar yendo. Todavía de aquí a verano seguiremos por España. Hasta que acabe el verano habrá actividad con Arizona y sí que estamos a la vez con Corizonas trabajando en un disco para el año que viene. Con El Maister tengo un disco ya terminado que espero que salga en abril. Voy compaginando y siempre estoy ocupado y vamos viviendo y tirando. Feliz de poder dedicarme a lo que me gusta y tener variedad. Eso lo hace todo más refrescante y eso te da mucha motivación.
- En 'Sonora' ha metido por primera vez la armónica. ¿Cómo ha tardado tanto?
Es de esas cosas tontas. Tocas por ahí, con amigos y en casa, pero después no se te ocurre. Y en este disco me empeñé. Es verdad que por h o por b, antes no quedaba claro. Ante todo, lo importante es la canción, y le das lo que pide. Tenía ganas de mostrar mis dotes. Es lo primero que aprendí a tocar junto al teclado, con un tío mío que me enseñó. Ahora estamos aprendiendo Rubén y yo a tocar la mandolina. Hay algún detalle en este disco pero no mucho porque aún no nos atrevemos.
- ¿Podría citar algo que le haya sorprendido últimamente?
- Volviendo a lo que hablamos antes del entorno y las tecnologías, tiene cosas buenas y una es que algunos artistas, desde su salón están creando una carrera fantástica y yo lo disfruto. Si un día pasan por alguna ciudad cercana iré. Marc Rebillet es un ejemplo. Es canadiense y hace música con ordenador, teclados, percusión y es un gran cantante y gran músico. Hace un tipo funk mezclado con hip hop y otras músicas urbanas sobre la marcha. Es muy divertido, muy actor. Vulfpeck también. Es como un colectivo de jazz y música experimental que está teniendo mucho éxito gracias a las redes pero ha llenado el Madison Square Garden. Siempre hay buena música. No todo es malo.
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