Para L.A. el 2024 será un año de aniversarios, en plural. La banda de rock liderada por Luis Albert Segura (Palma de Mallorca, 1978) celebrará al mismo tiempo sus 20 años en la industria musical y el 15º aniversario de 'Heavenly Hell', el disco ... que en 2009 les hizo saltar a la fama y que acaban de reeditar en formato vinilo, incluyendo canciones inéditas: «El primer disco salió en 2004 pero primero autoedité tres discos; 'Heavenly' fue el cuarto y acabó cayendo en manos de la multinacional Universal. El resto, es historia», dice al otro lado del teléfono. Esta noche la gira para conmemorar este 15º cumpleaños recala en la capital cántabra en formato 'naked', con una propuesta en solitario donde el artista interpretará los once temas del álbum solo acompañado de su guitarra acústica.
-El año que viene hará 15 años del lanzamiento de 'Heavenly Hell'. ¿La gente todavía le sigue descubriendo como artista?
-Pues sí, es curioso pero sí. De hecho justo el martes, sin ir más lejos, vino una chica que era fan nuestra al concierto de León y trajo consigo a otras dos amigas que no nos conocían de absolutamente nada. Y ya se han declarado fans después del concierto. Es curioso y no deja de sorprenderme, porque piensas que después de todo este tiempo ya está, ¿no? Parece que ya has cubierto un cupo de seguidores y que a partir de ahora hay que vivir del pasado, pero nada más lejos. Aquí la cuestión es seguir reinventándose y seguir ofreciendo calidad. Y si lo que has hecho hasta la fecha es bueno y es digno, puedes seguir recaudando seguidores de por vida. Esto no se acaba.
-Ese disco fue el detonante del éxito de su carrera. Un punto de partida. ¿Cómo ha carburado con el paso del tiempo?
-Es un punto de partida, pero ya estábamos en el camino. Justo el año que viene celebro el 20 aniversario de L.A. como proyecto, porque el primer disco salió en 2004 pero primero autoedité tres discos; éste, el cuarto, acabó cayendo en manos de una multinacional —Universal— y el resto es historia. Todo se dinamita, se transforma, coge otro volumen y se convierte en otro tipo de trabajo. Lo que pasó a partir de entonces es una inercia que si trabajas durante todo el tiempo de tu carrera acaba siendo un tren que no frena. Más ahora, donde la industria es fugaz, todo son 'hypes' y todo dura lo que dura. Lo que hoy es lo más, posiblemente el año que viene haya desaparecido. Así que lo nuestro es una carrera de fondo que sigue.
-Ha carburado bien, entonces.
-Sí, sí, totalmente. Pero detrás de eso hay un trabajo insaciable y prácticamente de 24/7. Desde el día uno. Esto es un trabajo que no para; tiene que carburar bien porque a la que falle hay que cambiar la pieza y seguir la carrera. No te puedes parar a descansar.
-Para celebrar ese futuro aniversario está girando con una propuesta 'cara a cara' con el público. ¿El cuerpo le pide ahora menos electricidad?
-(Duda). Bueno, es una cosa casi accidental. Lo ideal y lo que está en nuestra cabeza en un principio es hacer una gira de banda por todas las ciudades de España y festivales, y luego salir a Latinoamérica. ¿Qué pasa? Que las cosas ya no son como cuando arrancamos. Todo ha cambiado mucho. Actuar yo solo con mi guitarra y hacer salas pequeñas es mucho más factible. De hecho, es lo factible. Lo otro —mover a una banda de cinco o seis personas desde Mallorca e ir a todas las ciudades de España— es una fantasía. Es inviable porque la oferta de actuaciones en directo es bestial. Tenemos un problema en España que son los festivales de verano, que se comen totalmente la industria y hacen que mucha gente ya no quiera ir a salas porque ya te han visto, entre comillas, en un festival. La industria ha cambiado mucho, vivimos un momento complicado y difícil para propuestas como la nuestra, que no está ni en el mainstream ni somos un grupo que arranca.
-¿Se siente en tierra de nadie?
-Sí, pero es una tierra de nadie con identidad, que existe y es real. Es un espacio al que hay que saber sacarle la rentabilidad, aunque sea más difícil que otros espacios en los que ya te viene todo rodado. Nosotros también hemos sido producto de festivales durante mucho tiempo y de mayo a septiembre a lo mejor hacíamos de seguido quince festivales a los que le seguía una gira de salas, pero obviamente los tiempos cambian, la industria se va renovando, y estamos en ese espacio en el que hay que trabajárselo bastante más. Hay que dedicarle más tiempo a todo, y no tienes la garantía de que vaya a salir todo bien. De hecho, no siempre sale bien.
-La reedición de 'Heavenly Hell' incluye canciones inéditas. ¿Fueron descartadas en su momento o ni siquiera existían por entonces?
-Las sesiones de grabación del disco fueron muy prolíficas. Estamos hablando de que duraron casi tres años y pasábamos muchísimas horas en el estudio; salieron unas cincuenta canciones. Diez o doce de ellas formaron parte del disco y el resto se quedaron en una caja, casi literalmente. Hemos descubierto esa caja hace poco y he escuchado cosas que yo ni recordaba haber grabado. Era música inédita incluso para mí, así que cogimos todo ese material e hicimos una selección que fuera un poco más definitoria de esa época de grabación y que definiera lo que podría haber pasado en un siguiente 'Heavenly Hell' que nunca salió, porque la compañía no lo quiso sacar. Hasta ahora, quince años después. Es un material que presentamos en su día a la compañía pero el presidente no lo acabó de ver. Ese disco no salió, se quedó en casa, e inmediatamente después arrancamos una carrera internacional que nos llevó a grabar en Los Ángeles nuestro siguiente disco, 'SLNT FLM'. El resto es historia. Ese material estuvo metido en una caja hasta que lo hemos rescatado hace un año y lo hemos empezado a poner en lugares como por ejemplo esta edición de lujo de ahora. Y queda muchísimo material que aún no ha salido y que algún día saldrá. Es de mi propiedad, así que ya veremos qué hago. Hay música para rato.
-Viene de tocar en Mallorca y León. ¿Cómo le ha ido?
-Bueno, Mallorca es una plaza que me llevo trabajando veinte años, y después de todo ese tiempo tengo la suerte de tener un público que está siempre al pie del cañón. Fue un concierto en el teatro municipal que hicimos el sábado pasado y que fue una maravilla, porque el sitio suena de maravilla y la gente es fantástica; fue un subidón, y el broche de oro de la gira con banda. En León fue otra historia, igual de maravillosa, pero otra historia, porque la sala era más pequeñita, el aforo era más reducido, los que vinieron eran fans fans, y casi terminamos haciendo un karaoke de hora y media. Fue casi un cuentacuentos. Yo me siento, hablo, cuento cosas, la gente pide cosas… Es lo que sucede en estas fechas que estoy haciendo ahora.
-Las propuestas cercanas retienen mejor el calor entre público y artista.
-Claro. Yo soy el primero que agradezco esta clase de propuestas en los artistas que me gustan, por eso ofrezco lo que a mi me gustaría ver. Y me equivoco poco, porque la gente que viene se va feliz. Cuando se acaba el concierto me quedo hablando con todo el mundo y escucho las historias de todos. Y me cuentan lo que han vivido y dejado de vivir con las canciones. Así que es un poco «una noche con Luis, de L.A.»
-Repite en Santander tras presentar en la ciudad su último disco hasta la fecha, 'Evergreen Oak', hace dos años. A priori no se parecen en nada las propuestas de aquel concierto y del que dará este viernes en la sala Niágara.
-Claro, no, para nada. La época del año influye y cambia cosas. Recuerdo una actuación que hicimos en una cueva que estaba en Andalucía, si no recuerdo mal, y no te quiero decir una tontería pero creo que estábamos a unos 600 metros bajo tierra. Aquello fue una maravilla y cada propuesta tiene su aquel; la sala mítica de la ciudad de turno por donde ha pasado todo el mundo, también. Ahí tienes a la gente a un metro y medio de tu cara, suele ser invierno y eso hace que la gente esté más en comunión dentro de la sala, porque fuera hace frío. De hecho en el concierto anterior que di también en la Niágara también fue una maravilla. Fue en una gira que hicimos que se llamaba 'Songs & Stories' y me pasé casi dos horas hablando, ¡e incluso salió un chico a tocar la batería conmigo! Todo tiene su aquel. Y lo de este viernes también lo tendrá, porque tocaré la versión 'al desnudo' de 'Heavenly Hell'. Solo guitarra acústica y voz, sin más historia.
-Ese trabajo fue su punto de partida pero por el camino también le han sucedido cosas interesantes, como ser docente en la escuela de música de Liverpool fundada por Paul McCartney. ¿Se considera beatlemaníaco?
-Me considero religiosamente beatlemaníaco, por definición y por naturaleza. Quiero decir, me crié con un respeto hacia la música de los Beatles y hacia la persona de Paul, de John, de George y de Ringo casi como si fuera una biblia y mis primeros recuerdos de infancia son con sus canciones; con tres o cuatro años ya cantaba canciones de los Beatles, ¡en inglés! Y eso es una escuela que me ha llevado a donde estoy ahora, a entender el conocimiento del pop y la composición de las canciones con una técnica y un estudio del medio casi milimétrico de lo que hacían ellos. Dan para hacer varios programas especiales. Hay universidades en Estados Unidos en las que hay una asignatura que es 'Beatles', ¡imagínate! No es broma, es real. Y es bueno. Es una buena enseñanza para la gente joven que empieza a entender la composición de música, hagan reggaetón, electrónica, metal o jazz. Lo que hicieron los Beatles es otra galaxia.
-El camino sigue. ¿Se ha fijado alguna meta?
-No. He aprendido a no ponerme metas lejanas. Estoy aprendiendo a disfrutar el 'ahora' y el 'hoy', que creo que es lo más sano y lo más realista que puedo hacer. Llámese covid o llámese como quiera. Al final todo puede cambiar de la noche a la mañana. Yo sé que hoy toco en Santander, a no ser que me caiga por las escaleras y me rompa un brazo —y aún así podría salir a cantar—, y eso es lo que hay. Las metas, cuanto más cercanas y realistas, mejor.
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