Café Quijano: «Ni en sueños podíamos imaginar todo lo que nos ha ocurrido»

- ¿Qué pasó en Manhattan aquella noche para que el recuerdo haya merecido una canción y dar título a un disco?

- Normalmente las canciones son como pequeños cortometrajes en los que describimos personas, lugares o momentos. Aquella velada merecía ser plasmada en forma de canción. Fue una noche con un amigo pintor español que reside en Nueva York. Salimos a cenar y nos llevó a un sitio muy neoyorkino, poco turístico, que nos llamó mucho la atención. Un lugar circense donde había gente de todo tipo, desde yuppies de Wall Street hasta gente disfrazada. Todo muy dispar y transgresor. Nos pareció digno de ser inmortalizado.

- Lo suyo ya es un largometraje de muchos años. ¿Hay más historias que se puedan contar o que no?

- Creo que todas son susceptibles de ser contadas. Cantar y componer a la vida es un ejercicio que se puede llevar a cabo sin problema, solo tienes que encontrar la forma de articular esas 30 líneas que ocupa una canción. Y contarlo de un modo que a quien escuche la canción le llegue, le motive o se sienta identificado. Que toque su corazón y mueva algo. Aunque contemos cosas tan especiales, nuestra vida en general es muy tranquila, de personas normales.

- Para articular esos 30 versos, ¿tienen un método establecido entre los tres?

- Jugamos con las palabras en la parte compositiva con todos los recursos del lenguaje. La letra es un factor decisivo y la instrumentación te lleva a un estado u otro dependiendo de la progresión armónica. Hacemos bocetos y en el momento de ver cuál entendemos que tiene más posibilidades los desarrollamos. Las canciones son las que van en el disco. No componemos 30 o 40 para luego escoger 10. Si vemos que funciona, nos gusta y, en el argot musical, 'groovea', la llevamos adelante.

- ¿El último disco siempre es el mejor de una carrera?

- (Ríe) Eso decimos todos. En este caso, lo reseñable es que es un resumen de todos los estilos o formas en las cuales hemos hecho música. Hay rock, pop, bolero y hacemos un repaso por todo lo que ha sido nuestra carrera. Los discos anteriores eran más identificables dentro de un estilo y aquí todo responde a un intento de conceptualizar en un abanico de diferentes colores.

- Esos colores incluyen tex mex, bolero, música cubana, ukelele… Es un recorrido por el folclore latinoamericano. ¿Se entendería vuestra trayectoria sin haber sumado de tantas fuentes?

- Ha sido una mezcla de dos factores; la música con la que nos criamos, con la que aprendimos a tocar la guitarra y la que nuestro padre intentó inculcarnos, que es folclore latinoamericano, que es precioso. De cualquier país; una cumbia colombiana, un joropo venezolano, pasando por un son cubano o cualquier trío de boleros mexicanos. Formó parte de nuestro aprendizaje, sumado a que somos gente de nuestro tiempo: escuchábamos la radio, veníamos la MTV. Esa mezcla ha dado como resultado un tipo de sonido, un estilo identificable para bien o para mal. No hemos sido los primeros ni lo pretendíamos, pero el resultado nos gusta.

- Lo que no han hecho es entrar de forma más directa en el folclore nacional

- Es cierto. Así como todos estos ritmos los aprendimos, bien o mal, cuando éramos niños, tanto la copla como el flamenco, que particularmente me encanta y lo estudio, no forma parte tan intensa de nuestro archivo. Nos centramos en el otro lado del charco, pero creemos que seguramente no lo tan bien como se debe hacer. Sería más importado que lo que hacemos nosotros en este momento y nos parece más natural y más nuestro. Intentamos no pecar de creer que podemos hacer bien cualquier cosa.

- Fue su padre el que les adentró en esos sonidos. Chuchó Valdés nos decía que el suyo le había inculcado la disciplina y la constancia para trabajar en la música. ¿Qué lección ha sido la más importante para ustedes?

- Pues suscribo totalmente lo que dice Chucho Valdés, porque mira de quien viene. Uno de los grandes talentos de la música y su padre aún más. Estoy de acuerdo con esa reflexión. La música necesita de un trabajo constante. No ya la parte de industria, donde aparece el marketing, sino la música como arte. Es compleja. Hay que estudiarla, desmigarla, profundizar, saber lo que se está haciendo. Y es un arte que tiene mucha literatura detrás. Y requiere mucho tiempo. Toda una parte de aprendizaje. Aunque haya también gente autodidacta. Pero tienes que tocar, cantar, tener ritmo de composición, estar continuamente empapado de esa energía y esas ondas que están ahí en el cosmos. Y ya no funcionan los individualismos, necesitas un equipo, una compañía, marketing… Profesionales. La mezcla de esas dos cosas suele

- En ese sentido de prestar atención a lo que ocurre alrededor, ¿tienen el oído pendiente de lo que va surgiendo en los nuevos estilos?

- Sí, por supuesto.

- ¿Y los entienden?

- Sí, claro, es totalmente entendible y a su vez respetable. En la música predomina un género ahora como ocurrió en otras épocas. Como el motete en la Edad Media. Dentro hay cosas buenas y cosas menos buenas pero no todo es malo. Hay cosas interesantes que innovan.

- De acuerdo a las letras o las historias que relatan, ¿la seducción es una fuente de seducción inagotable?

- Decía el compositor americano Aaron Copla en el libro 'Cómo escuchar la música', que había tres planes: el sensual, el expresivo y el puramente musical. El sensual es el placer que produce escuchar música sin pensar en ella, ni examinarla. Esa parte implica lo que comentamos de seducción indirectamente. Si te llega la música, te está seduciendo.

- ¿Hay algo que les hubiera gustado contar y no les preguntan habitualmente?

- Creo que los periodistas nos habéis preguntado de todo. Ha habido tantas entrevistas que siempre surge lo de qué haceis cuando no estáis haciendo música. No echamos de menos muchas preguntas.

- ¿Y qué hacen cuando no están haciendo música?

- (Ríe) Mucho deporte. Siempre contamos que cuando estamos en Estados Unidos, en casas de productores que suelen jugar al tenis, nosotros jugamos porque nos gusta desde pequeños. Óscar llegó a ser semiprofesional. Y les llama mucho la atención que le demos a los deportes y se nos dé bien. Nos encanta esquiar desde pequeños, a Manolo le gusta mucho el mundo del motor. Y estar con nuestra familia y hacer una vida muy normal.

- Este disco es un homenaje a sus inicios. ¿Les ha obligado a reflexionar sobre su trayectoria?

- Como hicimos con la trilogía dedicada al bolero, en 'Orígenes', rendimos homenaje a nuestros inicios. En ese momento, al igual que ahora, pensamos en que vamos a hacer algo con la música que nos criamos, a grabarla e interpretarla en directo. Ahí no pensamos en eso, sino más en hacerlo lo mejor posible, que sea digno. Lo otro lo tenemos asumido; yo llevo más tiempo dedicado de forma profesional a la música que sin ella. La música es nuestro modo de vida, nuestro ocio y vivimos de ella.

- ¿Cómo se sienten a estas alturas?

- Orgullosísimos de una carrera tan longeva y con tantos reconocimientos de todo tipo. Más de los soñados. Ni en sueños podíamos imaginar todo lo que nos ha ocurrido. Todo lo que nos ha dado la música ha sido bonito. Con momentos mejores y peores, pero la balanza cae por el lado bueno.

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