El Columpio Asesino
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El Columpio Asesino
Lo dejan. El de esta noche será el último concierto en Cantabria de El Columpio Asesino (Pamplona, 1999), una banda que desde que anunció su despedida el pasado mes de marzo está recorriendo el país para ofrecer a sus seguidores un último show de pop ... y música industrial en directo. Con una mirada insólita y cruda sobre lo que sucede a su alrededor, Álbaro, Raúl, Íñigo, Daniel y Cristina dejan en la fonoteca colectiva 6 álbumes que pasan por la inocencia, el surrealismo, la madurez, el éxito, lo industrial y lo sofisticado. A fase por disco. Todas ellas sonarán hoy en Escenario Santander (21.00 horas).
-¿Les han dicho muchas veces en los últimos meses que les van a echar de menos?
-Sí. Está siendo muy emotivo. Y no es que nos hayan sorprendido estas muestras de cariño y respeto, pero quizá no éramos conscientes de lo que hemos supuesto para mucha gente. Está siendo muy bonito porque además estamos viendo que no solo tenemos una parroquia muy extensa sino que también mucha gente nos está conociendo ahora, viendo los directos.
-El Columpio deja de balancearse. ¿Cómo se afrontan los conciertos ahora que cada uno de ellos será el último?
-Pues aunque me repita, con mucha emoción y con una mezcla de alegría y tristeza. Alegría en el sentido de que estamos haciendo 'sold outs' en casi todos lados, y ver toda esa pasión y esa energía que se concentra en nuestros conciertos compartida con nuestro público es genial; tristeza porque al mismo tiempo tienes una vocecilla detrás diciéndote: «joder, qué pena, esto parece que va a desaparecer». Pero bueno, es una decisión que está asumida, tomada, y estamos intentando disfrutar del momento más que pensando en ese futuro que está por llegar.
-Menciona los 'sold out'. ¿Qué pasa cuando no se llega a colgar el cartel de 'entradas agotadas'?
-A ver, ver las salas a reventar está de puta madre, pero es que nosotros hemos trabajado mucho las salas. Somos una banda que hemos hecho la mili desde el principio y hemos hecho todo el proceso, desde abajo hasta arriba. Sabemos lo que es tocar en salas con 4 personas, con 20 y con 1000. Somos una banda que hemos vivido de los conciertos, porque no teníamos otro 'modus vivendi'. Entonces qué te voy a contar. A mi ver el cartel que tenemos colgado en instagram con todos los tachones de 'sold out' me parece la hostia. Ahora que estamos llegando a este punto es cuando dices: «joder, si hemos triunfado». Al menos en los términos que entiendo yo el éxito y el triunfo, que son los de ver que tienes el respeto de la crítica, de tus colegas músicos, el cariño del público... Nos vamos con la satisfacción de haber hecho bien nuestro trabajo.
-«Pocas cosas hay más emocionantes que vivir sabiendo que te has salido con la tuya, logrando dar esquinazo a una vida en la que una vez te viste atrapado bajo mataderos de uralita», dijeron en su despedida ¿El paisaje que les vio crecer se ha colado en la música que hicieron?
-Hombre, desde luego. De hecho 'Ballenas Muertas en San Sebastián' tiene un sonido muy industrial que para recoger hay que haber trabajado en fábricas, como hemos estado nosotros bastantes años. Es necesario para tener otra sensibilidad sobre las cosas. Pero desde luego que sí, que el paisaje se cuela.
-El año pasado hablábamos de su último disco, 'Ataque Celeste', como un álbum atravesado por el concepto de 'felicidad obligada'. Decían que el cielo no siempre es de color azul.¿Le pesa más lo amargo del adiós o la expectación por cómo será el día después?
-A ambos. Asomarse al precipicio del día siguiente da un poco de vértigo, la verdad, porque aún no sabes qué te deparará la vida ni por qué camino vas a tirar, pero ahora no le estoy dando muchas vueltas a eso. Ya tendré tiempo más que de sobra. Algún camino se me abrirá.
-¿Ponen esas dudas en común entre los cinco?
-Sí, claro, cómo no. Tenemos un ambiente muy bueno en la banda y lo comentamos todo. Para nosotros la pandemia fue un palo del que no nos repusimos y ahora que nos hemos venido un poco arriba hablamos de muchas cosas en la furgoneta. Aunque quede un poco cursi, somos una puta familia. Ojo, tenemos broncas tremendas de vez en cuando, pero es que compartimos hasta cuadrilla aquí en Pamplona. A veces parecemos una secta (risas)
-Apenas les queda mes y medio para despedirse en su casa, en Pamplona, pero antes tienen por delante otras fechas y otras ciudades. ¿Están variando los shows en función del sitio?
-No, estamos teniendo el mismo repertorio cerrado. En Pamplona sí que vamos a intentar meter alguna canción nueva -aunque vamos pillados con los ensayos- pero de momento tenemos el show cerrado. Luego ya de cara a la campaña de festivales no sé si nos adaptaremos o no, porque ya es otro escenario y tu banda es una más en esa sopa de pescado. Veremos. Para el último y definitivo concierto, el de La Riviera en 2024, sí que haremos algo especial con invitados y más cosas. Ahí montaremos el último aquelarre final.
-Han llamado a esta última gira 'Amarga Baja'. Su público podría utilizar la misma expresión para definir el vacío que les dejan, aunque ustedes no hayan escogido estas palabras precisamente por ese motivo.
-Bueno (risas). Juega un poco con ese doble sentido, ¿no? Con ese subidón que supone la amarga baja -la raya de cocaína-, pero también con ese bajón que deja después.
-¿Dirían que han sido 24 años de hacer las cosas desde lo underground?
-(Piensa). Sí que hemos estado la mayor parte de nuestra vida en ese circuito, o al menos no llegando a ese gran público al que sentimos que hemos llegado ahora que estamos despidiéndonos. Como 'Toro' no fue una canción que pegó en su momento sino que ha ido creciendo y ha sido un fenómeno tan raro, hemos visto cómo hemos crecido gracias a ese tema. Creo que no hemos hecho grandes discos comerciales, porque 'Ballenas Muertas en San Sebastián' había que comérselo para mucha gente. Con 'Ataque Celeste' sí que creo que dimos ese salto hacia el gran público, pero pasó lo que pasó. En resumen, y respondiendo a lo que me preguntas: sí, el 80% de nuestra carrera ha sido en la escena underground.
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