Semyon Bychkov: «Nuestro desafío es evitar ser turistas de la música y poder habitar cada cultura»
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Al frente de la Filarmónica Checa y junto al Orfeón Donostiarra, el ruso clausura esta noche la 71 edición del FISSi no fuera director de orquesta y músico, como también se define, Semyon Bychkov (San Petersburgo, 1952) quizá podría haber ejercido como bajo. Su voz grave relata con calma su visión de lo que la música es y aporta al día a día de las ... personas. En su caso, desde que empezó a estudiar piano con 5 años. Afamado conductor de grandes formaciones orquestales, tras haber trabajado en París, Colonia o Estados Unidos, desde 2018 es el director de la Filarmónica Checa, con la que esta noche, acompañados por el Orfeón Donostiarra, clausura el Festival Internacional de Santander.
-Estarán cerrando esta noche la 71 edición del FIS, marcada por la emoción de haber podido volver a la normalidad.
-(Ríe) Sí, momentos como este son los que todos hemos estado esperando durante tres años, sacudidos por la pandemia.
-¿Qué es lo que ha hecho en este periodo tan inesperado?
-Debo decir que para mí, personalmente, ha sido una fantástica oportunidad de estar en casa, de estudiar y tener paz. Me da cierto apuro decirlo porque también soy consciente de lo dura y difícil que ha sido esta situación para muchas personas.
-Ha mencionado esa 'Sinfonía número 7' de Mahler, una pieza que llegó a dirigir él mismo. Se va a poner en el papel que un día tuvo el propio compositor
-Sí, esta es la única sinfonía que él presentó personalmente, en Praga en 1908, con la Filarmónica Checa, y es un gran honor, por supuesto, para los músicos de Chequia, poder mostrar al mundo, al público, quién era su compatriota Mahler. Sienten con mucha fuerza las pautas establecidas por él en aquellos inicios. Es algo que descubrí al empezar a dirigir esta orquesta. Una expresión y un sonido de gran autenticidad.
-Mahler añadió en esta pieza mandolina, guitarra, cencerros...Trabajar con elementos que se salen de lo habitual en el conjunto, ¿resulta divertido?
-La verdad es que es interesante; uno de los músicos que normalmente toca el oboe o la trompeta, ahora coge la guitarra en algunos momentos. Y uno de los violinistas toca la mandolina. Esto es un ejemplo de que nuestros músicos también pueden tocar instrumentos modernos (ríe) y nos acerca en cierto modo a la tradición de una música más próxima al folklore.
-Ha dirigido formaciones orquestales en distintos países. ¿En cada lugar ha adoptado elementos propios de esas culturas o la música clásica es universal?
-Es universal, es cierto. Sabemos, por ejemplo, que la música de Corea, Japón, España, México o Brasil tiene un papel importante en la vida de la gente. Lo que encuentro más interesante es que cuando la música es interpretada por músicos que son originarios del lugar del que proceden esos sonidos, que les resultan naturales, hay algo en su expresión que no puedes imitar. Es algo muy auténtico. Están hablando ese lenguaje. Y lo mismo ocurre con el público. Me resulta fascinante porque es algo que viven como nativos mientras que el resto somos un poco turistas. El desafío, para los músicos, para los intérpretes es no ser un turista, sino tratar de meterse siempre en esa vivencia y habitar cada cultura. Es posible, pero requiere un gran esfuerzo, estudio y sensibilidad para ser capaz de entrar en la mentalidad, la cultura de otra gente. No tocar solo con emoción como checos cuando hacemos música checa o como alemanes cuando hacemos música alemana. Sería un error, porque cuando salimos de nuestra cultura y nos nutrimos de otra, eso nos hace más ricos.
-La crítica dice que busca la claridad interpretativa con su estilo de dirección. ¿En qué se traduce este planteamiento?
-Somos intérpretes encargados de dar vida a creaciones de autores con una clase de talento que apenas se puede entender. Nadie puede explicar cómo surgieron esos sonidos en la mente de Beethoven, de Brahms o de Mozart y realmente no importa, porque nos hicieron ese regalo. Tenemos que interpretar lo que ellos crearon. Para mí la interpretación significa revisar, primero con los músicos, como director, y después con el público, esa creación. Darle el brillo para el que fueron creadas. De eso se trata. De reconstruirlas. Y como todos somos diferentes, cada uno tiene su propia conexión con cada pieza; es normal esa subjetividad. La meta de una interpretación es tocar el alma del público.
-La Filarmónica Checa tiene un programa de trabajo con más de 400 colegios. ¿Qué importancia tiene para la sociedad la enseñanza de la música?
-Nos pone en el camino de poder vivir experiencias. Cuando interpretas una de esas notables piezas musicales, con verdadera convicción, puedes hacer que la gente que lo escucha, olvide todo lo demás. No es un ejemplo perfecto, pero, cuando comenzó la guerra en Ucrania, estábamos tocando en Praga la noche anterior, preparando la gira de actuaciones en Reino Unido, en Hamburgo, tocando algunas piezas que son la Biblia de la música checa y mientras ensayábamos, el mundo seguía girando. Después, en el concierto, tocando esas canciones que tanto amamos y que habíamos tocado en tantas ocasiones, cobraban un sentido distinto por lo que estaba ocurriendo. Esto es también un símbolo de lo que la música nos da y cómo está conectada con la música que vivimos.
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