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El pasado jueves, Jaime Martín (Santander, 1965) anunció que da un «paso atrás» en la dirección del Festival Internacional de Santander (FIS) para dedicarse a su trabajo como director titular de dos orquestas, la de Cámara de Los Ángeles y la Sinfónica de Irlanda. Una ... decisión que no le aparta del todo de un festival que ama desde su infancia y en el que, como espectador, nació su pasión por la música. En esta nueva etapa este flautista cántabro seguirá trabajando como asesor artístico «y en traer a los mejores músicos hasta Santander».
–Ha dado un paso atrás en FIS. ¿Le ha costado?
–Es algo que llevaba pensando desde hace años y creo que es lo más responsable que podía hacer. Creo que el FIS está ahora en un gran momento, en el que se puede mirar al futuro con más tranquilidad. Es el momento ideal para dar ese paso atrás sin desligarme de él porque en mi nueva posición como director artístico voy a seguir trabajando con Valentina Granados para traer a Santander a los mejores artistas y ser el mejor embajador del festival en los escenarios del mundo.
–¿Si tuviera que hacer un balance personal de lo que ha supuesto su trabajo en los últimos años en el Festival?
–Lo más importante es todo lo que he aprendido. Soy músico, pero siempre he estado en el escenario y nunca había trabajado en esta otra parte de la música. La organización, contratación y todas las cosas que hay que tener en cuenta a la hora de organizar un concierto son cosas que desconocía y me han hecho aprender mucho. Y creo que me va ayudar mucho.
–Acaba de dirigir su primer concierto como director de la Orquesta de Cámara de Los Ángeles. ¿Cómo afronta esta nueva etapa?
–Para mí es una orquesta muy especial porque su primer director titular fue Neville Marriner que también era el director titular de la St. Martin in the Fields, la orquesta de cámara de la que yo fui flautista durante años. Él fue la primera persona que me animó a dirigir. Cuando hace año y medio me nombraron director de esta orquesta, su viuda, Molly, me invitó a su casa y me regaló todas sus batutas. Le prometí que en mi primer concierto como director titular de esta orquesta utilizaría una de ellas y eso he hecho.
–¿Cómo fue ese primer concierto?
–La primera pieza fue un estreno. Una obra encargada a Andrew Norman, que se titula 'Begin', 'Empezar' en inglés, creada para celebrar mi comienzo como director de esa orquesta. Después interpretamos una obra con una de las cantantes que yo más admiro en el mundo, la mezzosoprano Anne Sofie von Otter que cantó una pieza de Berlioz. La segunda parte se dedicó a la Séptima Sinfonía de Beethoven.
–¿Cómo definiría a los músicos de esa orquesta?
–La Orquesta de Cámara de Los Ángeles es Fórmula 1. Es una orquesta de una flexibilidad increíble, pero lo que más me sorprende es la rapidez de los músicos. Una parte importante de lo que hacen en Los Ángeles es grabar para las películas y muchos de ellos pasan gran parte de su tiempo en los estudios grabando. Así que están acostumbrados a la rapidez y cuando un director de orquesta se encuentra con un grupo de músicos con esta velocidad, las cosas funcionan enseguida.
–Llega a Estados Unidos después de haber dirigido un gran número de orquestas en Europa. ¿Los músicos norteamericanos se diferencian mucho de los europeos?
–La música norteamericana tiene muchas influencias europeas, pero sí es cierto que tiene características especiales, por ejemplo, en las orquestas de EE UU el volumen sonoro es más elevado que en Europa. Hay veces que una orquesta americana es como un caballo galopando al que hay que intentar frenar. Pero para mí lo más increíble de trabajar en Los Ángeles es la gran diversidad cultural que hay en esa ciudad.
–¿En qué sentido?
–Vivimos una época en la que se nos está metiendo miedo a los inmigrantes y Los Ángeles es una celebración de aceptación de las distintas culturas. Tal vez por eso esta zona, California, es la que menos ha votado a Trump. Es un sitio muy liberal y donde la gente se acepta y sabe convivir. Además se da una situación curiosa porque hasta ahora, que Plácido Domingo ha dimitido como director general de la Ópera de Los Ángeles, los tres directores de las principales instituciones musicales éramos españoles porque además de Plácido, está Gustavo Dudamel, que tiene nacionalidad española y es el director titular de la Filarmónica y ahora yo.
–¿Cómo se ha vivido en el entorno musical de Los Ángeles toda esta polémica con Plácido Domingo?
–Es imposible para mí opinar porque tampoco conozco muy bien la situación real. Dimitió dos días después de que yo dirigiera mi primer concierto. Lo que sí puedo decir es que a una gran parte del público le da mucha pena no tener acceso a un artista de la talla y el talento de Plácido Domingo.
–¿Se ha trasladado a vivir a EE UU?
–No. Sigo viviendo en Londres.
–Además es también director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Irlanda. ¿Ha empezado ya a trabajar con estos músicos?
–Sí. Mi concierto inaugural fue la semana pasada con la Sinfonía nº 3 de Mahler. Para mí la combinación de las dos orquestas es ideal porque como una es de cámara y la otra sinfónica puedo afrontar todos los estilos.
–¿De cuántas orquestas más es director invitado?
–De muchas. Por ejemplo en junio estuve con la orquesta de Sidney en Melbourne. La semana que viene voy a Suecia, también voy a dirigir la Orquesta BBC de Gales. Tengo compromisos en Gales...
–La primera que dirigió fue la de Cadaqués. ¿Qué recuerdos tiene?
–Me hace mucha ilusión decir que el primer concierto que dirigí con esa orquesta maravillosa fue en Santander. En el Palacio de Festivales.
–Como intérprete de flauta en decenas de orquestas y como responsable del FIS ha visto y tratado a todo tipo de directores. ¿Qué tipo de director es Jaime Martín?
–Hay gente que piensa que lo que atrayente de la dirección es el poder frente a los músicos. Pero para mí no es nada de eso. Para mí la dirección es libertad. Me siento libre para poder hacer la música de la manera en que yo la siento.
–¿Es fiel a la partitura o se deja llevar por lo que siente?
–Creo que un director debe saber hacer las dos cosas. Hay que ser fiel a la partitura, pero entre comillas. Debe ser siempre el punto de partida. Mi trabajo debe ser, principalmente, el de enfocar la energía de los músicos sin ser dogmático.
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