«En Estados Unidos estudian la música actual, no solo a Mozart o a Bach»
Javier G. Escudero | Músico y productor ·
Con más de 200 discos producidos, el cántabro Javier G.Escudero ha regresado a su tierra, desde la que gestiona Estudios CubexSecciones
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Javier G. Escudero | Músico y productor ·
Con más de 200 discos producidos, el cántabro Javier G.Escudero ha regresado a su tierra, desde la que gestiona Estudios CubexDe una vieja guitarra con tres cuerdas abandonada sobre un armario hasta Berklee, la escuela de música moderna más importante del mundo. Un camino digno de película que en el caso del músico y productor cántabro Javier G. Escudero (Santander, 1983) acabó haciéndose realidad ... sin padrinos ni guión. La trayectoria profesional de Escudero comenzó en el centro Cultural La Vidriera de Maliaño y, tras muchos años y kilómetros, después de mucho trabajo y muchas horas de formación, le ha devuelto a su tierra. Por el camino abandonó su sueño de convertirse en intérprete de guitarra clásica, voló a Estados Unidos y aprendió producción musical. Ahora se dedica a ello desde su propio estudio, Cubex, donde ha editado ya más de 200 discos, algunos de artistas tan relevantes como el guitarrista David Fiuczinsky o el saxofonista Ned Goold. A nivel comercial, también ha realizado trabajos para marcas como Moleskine – Disney, Wayfair o el Real Racing Club, así como participado en bandas sonoras de películas como 'Tom's Dilemma', del director Michael Glückstern.
-¿Cuándo y cómo surgió su afición por la música?
-La afición la tuve desde pequeño. En mi familia no hay nadie que sea músico, pero mi padre escuchaba muchísima música de los años setenta y tenía una colección bastante amplia de vinilos, así que en casa siempre estaba escuchando Pink Floyd, Led Zeppelin, The Who... Todos los clásicos del rock de aquella época. Mi padre también tenía una guitarra acústica, que estaba reventada, en lo alto de un armario, y recuerdo pedirle que me la bajara para verla. Solo tenía tres cuerdas, y con eso empecé a enredar. Después descubrí enter sus libros un tratado de guitarra y fue entonces cuando le dije que me pusiera las cuerdas, me explicó por encima cómo funcionaba el instrumento y así empecé.
Producción
-¿Cómo ha sido su formación?
-Comencé a estudiar guitarra en el centro Cultural La Vidriera, en Maliaño. Tuve una época de pequeño en la que también quise tocar el violín por los Celtas Cortos pero se quedó ahí, entre otras cosas porque no había profesores de violín, así que seguí con la guitarra. De La Vidriera pasé al conservatorio Ataulfo Argenta, donde estuve con Juan José Saénz, un excelente profesor que me metió mucha técnica ya desde niño, y eso me vino muy bien. Después me cambié al Jesús de Monasterio con Paulino García, un profesor muy musical que me dio el sonido, la musicalidad y el fraseo. De ahí pasé a Madrid con el grado medio ya terminado y me presenté a las becas de la Fundación Marcelino Botín y conseguí una para estudiar el grado superior. me fui allí a estudiar con José Luis Rodrigo durante cuatro años. Cuando acabé me fui a Salamanca un año para sacarme el CAP. Aquel año fue un poco oscuro y me hizo plantearme un cambio de vida.
-Y de Salamanca... ¿a Nueva York?
-Sí, por aquel entonces conocí las becas extraordinarias que acababa de sacar la Fundación Botín, que te permitían seguir estudiando tras los estudios superiores. Conseguí una de ellas y me fui a Nueva York a estudiar guitarra clásica con Pablo Sainz Villegas. En el fondo, lo que quería era irme a Boston en algún momento para ir a Berklee College of Music, que era mi sueño desde que empecé a estudiar aquí a los 14 años con Qiu, que fue el que me abrió la mente y el que me hizo soñar con llegar allí, así que es muy culpable de todo lo que vino después. Acabé en Nueva York por Villegas y porque Boston está al lado.
-¿Cómo consiguió acceder a una escuela del prestigio de Berklee?
-Fue algo de película. Cuando llevaba ya un mes allí un día me fui a tocar un rato a Central Park y allí me vio un profesor de Berklee. Era Alain Mallet, el teclista de Paul Simons. Se paró allí y me dijo que tenía que estudiar en Breklee, que era profesor en la escuela y que iba a hacer lo imposible para que entrara y para conseguirme una beca, porque los plazos ya se habían pasado un poco y yo no podía costeármelo porque la carrera allí cuesta 250.000 dolares. Me dijo que no me preocupara y yo no podía creérmelo, pero al final me dio su teléfono, le llamé y quedamos en su estudio para grabar un par de temas. Los grabamos, se los envió a los responsables de guitarra de la escuela, lo escucharon y me dieron la beca.
interpretación
-¿Y cómo fue su experiencia en la meca de la música moderna?
-Estuve allí cuatro años haciendo la carrera, que fue una locura por la intensidad y el trabajo que supone. Allí, por ejemplo, todos los ejercicios los tienes que presentar grabados con banda, así que para presentar cualquier ejercicio de cualquier asignatura tienes que reunir a los músicos y grabarlo, y además ellos luego te lo pedían a ti... Hay muchas cosas de las que tendríamos que aprender un poco aquí. Allí los dos primeros años son música pura y dura y los dos últimos se centran en la especialidad. Eso está muy bien planteado porque te ayuda a aclararte y a centrarte en lo que quieres. Los primeros años es pura música: audición, armonía tonal, armonía modal... En dos años te lo meten todo, de la clásica al jazz. Después ya puedes escoger si te dedicas a 'Music Bussiness', o 'Film Scoring' para hacer bandas sonoras, o haces 'Music Production Engineering', que es producción musical, como hice yo, o te decantas por Performance o Educación. Son cosas que no tienen casi nada que ver unas con otras, salvo en la base, que es que tienes que saber música. Y no sólo de clásica, sino que allí cuando trabajan lo hacen no solo sobre Bach o Mozart, sino sobre lo que se escucha ahora, desde Pink Floyd o R.E.M. hasta Led Zeppelin o Beyoncé.
-¿Fue entonces cuando decidió decantarse por su faceta como productor?
-Sí. Durante mucho tiempo había pensado en ser guitarrista clásico toda mi vida, hasta que un día me senté a pensar en cómo sería esa vida: ocho horas solo ensayando cada día para después, como eres solista y te llaman para un concierto, cogerse un avión solo, llegar solo al hotel, tocar el concierto y con suerte cenar con alguien para después volver a quedarme solo hasta regresar a casa... Fue entonces decidí que no quería eso y empecé con el estudio.
-¿Cómo fueron sus inicios en el campo de la producción?
-Con lo que me sobró de una de las becas me compré una tarjeta de sonido y ahí empezó todo. Empecé a hacer pruebas con el software por mi cuenta y con unos amigos que sabían algo y aprendiendo por internet. Con eso ya conseguí una independencia económica de estudiante, y mientras seguía con la formación empecé a grabar cosas. El primer disco que grabé fue el de un grupo de Maliaño que se llamaba Los Resacatánica (risas). De ahí saqué dinero para comprar un micrófono y así empecé poco a poco. El segundo fue un disco de los Pandemonium Light, que en aquella época era un grupo potente de Cantabria y para mi fue algo especial. A medida que iba grabando descubrí que me gustaba muchísimo. En aquella época estaba con la guitarra a lo largo del año y cuando venía a Cantabria en verano o en Navidades me dedicaba a grabar. Me gustaba tanto que cuando llegué a Berklee ya había grabado unos 50 discos, antes de estudiar producción. Después, cuando ya estudié y aprendí de verdad, me encontré en Nueva York en estudios que había visto siempre en televisión y supe que eso era lo que quería hacer.
-¿En cuántos discos o proyectos ha participado ya como productor? ¿Cómo desarrolla ese trabajo desde Cantabria?
-Ahora mismo andaré sobre los 200 discos. Actualmente se trabaja mucho en remoto. Mis dos trabajos principales aquí, en Cubex, son las bandas que vienen a grabar y a que les produzcas y les hagamos todo el proceso: grabación, edición, mezcla y masterización. En ese grupo hay gente de aquí y gente de fuera que se viene a grabar aquí; este año por ejemplo han venido desde Taiwan, Boston y Los Ángeles. Ese es un formato en el que estoy en contacto con los músicos grabando y produciendo, con un feedback directo. El otro tipo de trabajo es el remoto, que suele ser de mezcla o de masterización. En ese caso ellos graban, lo editan y me lo mandan por internet y yo lo mezclo aquí con un sistema híbrido, analógico y digital, se lo devuelvo y ya nos metemos con las correcciones y los cambios. En realidad eso es lo que más trabajo y estoy encantado, es un trabajo que me encanta.
-¿De cuál de esos últimos proyectos en los que ha trabajado se siente más orgulloso?
-Si tuviera que destacar uno sería la postproducción del último disco de Los Fabulosos Cadillacs, que ganó dos premios Grammy latinos, al mejor disco de rock y el de mejor canción de rock. También he trabajado con Té Canela, que es otro proyecto que he disfrutado mucho.
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