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Desde Ayamonte, haciendo un alto en sus vacaciones familiares, Kiko Veneno se pide un café y responde. Contundencia y verborrea se dan la mano en el discurso de un cantante que ha vivido la evolución de la música en España en sus propias cuerdas. Atento ... a las novedades, ahora pone el oído en la electrónica para pergeñar su nuevo disco. Y mientras, habla de éxitos, actualidad, vaivenes políticos y creación. Todo antes de compartir escenario con Rubén Blades este lunes en La Campa.
-¿Descansar incluye hacerlo también de la música?
- Estoy en familia, en la playa, de paseo y relax, preparándome para los trabajos próximos. Cojo la guitarra todos los días un rato; hay que hacerlo,porque con la edad uno se queda anquilosado.
- ¿Y qué planes tiene para la vuelta?
- Volver a Sevilla, donde estoy metido en la grabación de mi nuevo disco, 'Sombrero roto' y tenemos que meternos con los detalles. Está muy avanzado.
- Ha dicho que sería «una suma de curiosidades»
- Sí, yo soy bastante curioso con la música moderna. Estoy investigando la electrónica metiendo cosas de ese tipo. Hay muchos aspectos de esa música están renovando los sonidos y la forma de hacer canciones.
- Los movimientos más importantes han tenido algo de revolución
- En el pop, todo era analógico pero eran parecidas en el sentido de actitud, por ejemplo. No eran grandes intérpretes pero probaban cosas. Hoy los sonidos de los ordenadores se convierten en nuevos instrumentos. Me gustaría avanzar más en todo eso.
-¿Utiliza la tecnología y la escucha también con nuevos modelos de consumo?
- El consumo no me preocupa. Como creador de música me interesa investigar en los sonidos y experimentar. Tengo la percepción de que no puedo hacer música de vanguardia porque eso tiene que hacerlo la gente joven. Soy clásico por formación y edad pero quiero ser contemporáneo en el trabajo.
- Produce este disco a medias con Martín Buscaglia. ¿Por qué esa faceta?
- El mundo de la cultura en España es bastante precario y no tenemos estudios ni los equipos que tienen en otros lugares.Todo es muy artesanal y tenemos que hacerlo nosotros mismos. Es cuestión de ir experimentando. Hemos tenido que aprender a hacer de todo. Esto me lleva a muchas indecisiones, pasos adelante y atrás. Cosas que te gustan, las dejas reposar y después te gustan menos. Es una constante prueba y error. Hay que estar ebrio para crear y sobrio para reflexionar. Son siempre peripecias.
- ¿Eso le añade riesgo o libertad al trabajo?
- La libertad es mucho mayor ahora, pero también es mucho más difícil. Un CD ya no es un regalo, la música se ha desvalorizado mucho. La importancia cultural es mucho menor. Ahí vienen las contradicciones. No deja de ser el proceso clásico.
- Parte del público también enfoca, cada vez más, la música en directo como un entretenimiento secundario
- Totalmente. Es así. Es un acontecimiento social, pero la música es lo que menos importa. Fiestas del ruido con miles de personas saludando y haciéndose fotos. La música debe ser el silencio del mundo. Ha perdido ese poder de regalo y satisfacción que podía transportarte. Hoy te transporta al chiringuito más cercano. Siempre pongo como ejemplo el vídeo del Woodstock, en el que ves a Hendrix con 50.000 personas en ese momento. Aunque nadie tiene ese poder de fascinación, él se transportaba y la gente también. Con el plan actual, Hendrix se iría.
- ¿Cree que es una situación reversible?
- No es sensato repartir las culpas, sino analizar la situación y los periodistas tienen mucho que decir. Hay que ver el mundo actual, cómo está constituido y cómo dominan los imperios financieros. Hoy el capitalismo es una máquina de consumo y de destrucción de los armazones sociales. En esta confusión en la que gana Trump o Salvini, gente muy despojada de alma o espíritu, refleja el estado de confusión y la cultura es un índice que explica eso. Crea elementos críticos y solo interesan los consumidores. Hay muchos factores identitarios, de moda, de consumo, de costumbres sexuales que están cambiando. Hay que hablar poco y pensar más. Lo interesante es buscar preguntas. La música volverá a estar en el centro de nuestro corazón.
- El mundo actual es justo lo contrario; se piensa poco y se habla mucho
- Todo el mundo habla todo el rato y no piensa lo que dice. Eso hace que la cultura esté en desuso. Despotricar al momento sin ofrecer nada nuevo más que clichés, no aporta nada.
- Y con tanto exceso de información y fuentes, ¿no le parece que los prejuicios se mantienen?
- Siempre ha habido eso. La gente mayor pensaba que el rock, Elvis, los pelos largos, los Beatles, no tenían nada que ofrecer, cuando son la continuación más grande de Mozart… La rumba catalana no se puede rescatar. Lole y Manuel ya existieron. Lo mismo que Peret. Rescatar el blues es imposible. Todo tiene que mirar hacia el futuro. Cada generación tiene que tener su sonido identificativo y en esas estamos. Lo de recuperar géneros me suena como absurdo, con todo el cariño a esa música y aun teniéndola en mi alma.
- En Santander va a compartir escenario con Rubén Blades, gran exponente del son
- Tocar con Rubén Blades será maravilloso porque lo admiro al nivel de Camarón, por lo que ha hecho con el son, con la música latina. Será un placer. Es un sueño para mí poder compartir escenario. Me hace mucho ilusión. Es un músico clásico que ha hecho desde los 60 hasta ahora cosas maravillosas. Cuenta historias con el son y sigue desarrollando su estilo con solvencia. Es un hombre renacentista y artísticamente de los más importantes.
- ¿Cree que es más complicado retirarse cuando no hay nada que decir o seguir al pie del cañón?
- Son dos caminos. Víctor Manuel dijo que no hacía más y se marchó, pero David Byrne acaba de estar en Madrid y ha sido una barbaridad. Nadie sigue si no tiene ideas nuevas. Si solo vives del pasado, como Pet Shop Boys, que te cantan lo mismo...Yo tendría un mercado seguro con mi repertorio desde el año 77. Podría ser un clásico, pero a mí me gusta la creatividad y lo antiguo reconvertirlo. Cuando se me acaben las ideas y los formatos, me retirare.
- Desde ese año 77 hasta la actualidad, ¿ha cambiado su concepto del éxito?
- El concepto de éxito ha ido cambiando totalmente. El éxito de la música popular, por ejemplo la llamada canción del verano, es una cosa efímera. Ahora tiene que ver con el capitalismo, con la cantidad de ambición que estás dispuesto a desarrollar. Llegar al dinero a costa de lo que sea. El concepto de igualdad, de disfrutar más de la vida, eso es el éxito. Pero es una cuestión se mide solo en valores económicos. Hace falta una revolución política para que cambie.
- Usted ha sido uno de los músicos que ha defendido la labor de SGAE
- La gente se enfervoriza y pone sus clichés. España es un país en el que estos 40 años no ha habido empresa que no haya sido corrupta. Está por encima del 90%. ¿Cuántos millones tiene guardado Pujol o el Rey? Al lado de eso, lo de SGAE, porque uno se llevó diez millones, lo que gana Ronaldo en un día, es algo menor. No quiero quitarle importancia, pero sí darle perspectiva. La SGAE es una cosa grandiosa. Una organización libre, mediante la cual los autores musicales de este país, desde el tecno al pasodoble, se organizan para cobrar mediante un contrato civil, sin tutela del estado. Ahora está invadida por La Rueda nocturna y dirigida por gente que por el sistema que tienen son los que más cobran, unos mangantes y unos chorizos. El gobierno va a tener que intervenir si en octubre no logramos tomarla los autores, porque es insostenible.
- ¿Reconvertirse es la única alternativa?
- Estamos defendiendo la cultura española, no la marca España ni la banderita en el polo. La música española, eso sí que es una marca importante. Como la brasileña o la norteamericana. Como las grandes del mundo. Necesitamos una asociación que defienda lo derechos legítimos y los valores del tráfico de esta música. Es muy necesaria.
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