León Benavente
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León Benavente
León Benavente creen que seguir siendo relevantes después de tantos años es «un logro», especialmente en una industria donde los proyectos «parecen casi de usar y tirar» y donde se tiende a jubilar a los músicos «antes de tiempo», dice su vocalista y compositor, Abraham Boba. De eso, en parte, hablan en su quinto disco, 'Nueva sinfonía sobre el caos', que hoy, a las 21.00 horas, presentarán en Escenario Santander (Entradas: 27 euros).
-En una misma semana, de tocar en Colombia a tocar en Cantabria, donde son unos habituales.
-Somos ambiciosos, pero no montamos esto pensando en qué queríamos hacer o dónde podíamos llegar, sino que simplemente lo hicimos porque queríamos expresar cosas que hasta entonces no habíamos tenido la oportunidad de contar. Desde nuestros inicios, ya tuvimos un cierto éxito y pudimos dar bastantes conciertos, pero creo que nuestro mayor logro es seguir teniendo relevancia después de tantos años, que la gente no piense que somos una cosa del pasado. En España, cuando tienes una edad, parece que ya has dicho todo lo que tenías que decir, que ya tuviste tu momento de gloria, y que, a partir de ahí, todo va a ir hacia abajo.
-Han pasado ya once años desde que se dieron a conocer, pero ya habían hecho mil cosas por aquel entonces. Son un claro ejemplo de que las cosas no llegan siempre a la primera.
-Nuestro primer disco salió en 2013, pero llevábamos desde los noventa haciendo música, tanto en solitario, como con otros proyectos. Nos conocimos tocando con Nacho Vegas. Cuando montamos León Benavente, teníamos ya casi 40 años y habíamos estado en mil batallas. Montar un grupo a esa edad y que funcione, es algo milagroso.
- ¿Sienten que en algún momento les han intentado jubilar, ya sea por su edad o por los años de trayectoria que llevan?
-Está claro que tiene que haber un relevo generacional, por mucho que esto moleste a algunas personas, pero también es cierto que, en España, a la gente le gusta enterrar a los grupos antes de tiempo, que es algo de lo que hablaba mucho Álbaro, de El Columpio Asesino y con lo que siempre me quedo. De repente, te encuentras con programadores de festivales y medios de comunicación que te dan la espalda, porque creen que ya no tienes nada nuevo que ofrecer. Si alguien decide no prestarnos atención, ese es su problema. La realidad es que seguimos teniendo un público fiel y que no estamos viviendo de las rentas del pasado.
-¿Siente que los artistas muchas veces son vistos como plantea el tema que abre su nuevo trabajo, 'Úsame o tírame'?
-No hemos hecho un álbum temático, pero sí es verdad que muchas de nuestras nuevas canciones reflejan, en parte, el hecho de que hoy en día nadie da valor a las cosas. Hoy sacas algo y, a las dos semanas, ya nadie recuerda que lo publicaste, pero esto no es algo exclusivo de la música, sino que es lo que ha traído consigo la globalización y el tener todo al alcance de la mano. Antes, la gente se compraba un disco y lo escuchaba con atención, mientras que, ahora, hay tantas novedades musicales todas las semanas que la gente va saltando continuamente de una cosa nueva a otra.
- ¿Qué hacen para intentar seguir siendo relevantes y que el público les dedique su tiempo?
-Hay músicos que intentan luchar contra eso publicando canciones cada dos por tres, pero a nosotros no nos gusta esa forma de hacer las cosas, porque creemos que, si queremos seguir dando pasos hacia adelante, necesitamos vaciarnos con cada nuevo trabajo. Además, nos gusta dedicar tiempo a los discos, que haya una razón detrás del título y que no sean una simple colección de canciones, sino que los temas estén ordenados de manera que sigan un recorrido, que todos se entiendan dentro de un mismo contexto.
-¿Hasta qué punto sus letras tienen una cierta actitud punk, con mensajes claros?
-Las canciones de León Benavente siempre han sido una especie de crónica de los tiempos que vivimos. Por ejemplo, en 'Nada', la segunda canción de 'Nueva sinfonía sobre el caos', hablamos de cómo esta sociedad nos juzga más por lo que hacemos que por lo que somos. Somos lo que producimos y se espera que alimentemos continuamente la maquinaria que rige el mundo en el que vivimos, algo que conecta con lo que mencionaba antes de que hoy en día se espera que saques cosas continuamente, cuando muchas veces es necesario frenar. Nosotros preferimos vaciarnos en cada proyecto, soltar todo lo que llevamos dentro, y luego, cuando ya no nos queda nada, buscar nuevas formas de expresión, nuevos lenguajes, porque creemos que solo así es posible evolucionar y seguir avanzando.
- Más de una década después de darse a conocer, aquí siguen, presentando su quinto trabajo. ¿Cómo han ido cambiando en este tiempo?
- Siempre hemos buscado arriesgar, no repetir fórmulas y no ser condescendientes con lo que hacemos. Con nuestro último disco, queríamos consolidar un lenguaje que empezamos a estudiar en nuestro tercer álbum, 'Vamos a volvernos locos', que tiene que ver con mezclar rock y electrónica. Por eso, en esta ocasión, en vez de hacerlo todo nosotros solos, decidimos trabajar con Martí Perarnau, porque admiramos cómo, a lo largo de su carrera, ha ido acercándose a la electrónica a través del rock.
- Se nota mucho la evolución que han tenido, pero, por otro lado, siguen haciendo algunas cosas que remiten a los primeros León Benavente.
- Una cosa es jugar con los estilos y otra muy distinta hacer un ejercicio de estilo. Si hiciéramos un ejercicio de estilo en cada disco, ya habríamos perdido toda nuestra esencia. Sin embargo, creo que la personalidad del grupo está tan marcada que, independientemente de lo que hagamos, siempre se va a notar que somos nosotros. Un momento clave fue darnos cuenta de que el grupo podía funcionar como una batidora de estilos, en la que podíamos incorporar cualquier tipo de lenguaje, pero donde nuestra personalidad siempre iba a acabar destacando por encima de todo. Eso sí, al final siempre nos hemos visto como un grupo de rock sofisticado y quizá por eso nunca hemos sido una banda masiva, como sí lo han sido otros proyectos más ligados al rock clásico o a esa etiqueta insufrible que llaman indie, que nunca he logrado entender.
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