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Nervioso, excitado, contento. Realmente, Jacobo Serra tiene un mar de sentimientos dentro. Ha publicado 'Doce', un disco conceptual en que cada corte es un mes del año y un paseo por las cuatro estaciones vitales. Ejerce, además de como compositor, como músico y productor. El ... resultado está en la calle como una cima de creatividad alcanzada y con la que se siente especialmente orgulloso.
-En la presentación del disco dice: «Jacobo Serra ha vuelto a nacer». ¿Es así?
-Supongo que por la manera que tengo de afrontar el arte, es un poco así. Concibo los discos como obras de arte, un todo, una obra conceptual en el que mi vida privada, mis tribulaciones e inquietudes están ahí. Todos los trabajos que hago son honestos, pero este si cabe, es lo más a corazón abierto que he hecho. Es volver a nacer incluso desde el punto de vista artístico, porque me he reinventado, he vuelto a empezar desde cero. Es un reseteo, un renacimiento.
-Renacimiento casi a nivel de trabajo; no se limita a la música sino que toma referencias de disciplinas muy diversas que terminan convertidas en canciones.
-Totalmente. Me veo así, como un artista diferente en ese sentido. Me define muy bien esa visión de múltiples facetas, y que la música para mí bebe de muchas fuentes. Es un disco muy cinematográfico porque vengo del cine y la fotografía también. Concibo, cuando compongo, una especie de banda sonora de mi vida. Algo que no existe para el público, pero sí para mí. No me defino como cantante o compositor, sino como otra cosa. Por eso no me siento identificado con la escena musical de una manera rotunda. No en sentido egocéntrico, sino de no pertenecer a nada y a todo a la vez. Como decía Nietzsche, es lo que define a un historiador; querer vivir muchas vidas. Y es lo que incluye el disco.
-Un historiador también tiene la misión de revisitar los mitos y hablar de ellos de otra manera. En este disco hay unos cuantos; Rufus Wainwrigth, Roy Orbison, Max Richter…¿Ese imaginario ha estado muy presente al trabajar en las canciones?
-Es más a posteriori cuando uno se da cuenta de las influencias que ha tenido. Yo intento no contaminarme de nada y hacer algo. Cuando uno está en la última fase de producción, se va a la Biblia de la música y empieza a pensar cómo hicieron lo que hicieron en sus discos. Yo me encierro en mí mismo y veo los frutos al terminar. También es verdad que hay un hilo conductor que une las canciones entre sí. Hay jazz, fox trot, big band, orquestal… Pero la búsqueda de referencias os las dejo a los periodistas, que a veces me descubrís artistas a los que me parezco.
-¿Cómo termina uno yéndose al campo para buscar inspiración y termina en Liverpool?
-Todo eso es el prefacio del disco. Me fui a la montaña porque no sabía lo que se me venía encima después. Tenía claro que quería hacer un disco conceptual. Tenía el nombre y que cada canción fuera un mes, ayudándome de los colores de una orquesta para poder narrar y vestir las canciones, llevando al espectador a esa característica de la música clásica narrativa. Casi una sensación climática con la música. Como consecuencia, era un disco muy de naturaleza y tenía que encerrarme. Quería que todas las canciones vinieran del mismo sitio, que fuera como un tapiz.
-Y se fue a la sierra...
-Sí, el disco tenía que bajar de la montaña, casi como Zaratustra. De una manera casi mágica, que nunca me había ocurrido, salieron todas las canciones. Y eso fue lo más fácil de toda la creación. A partir de ahí empezó el proceso de arreglos y la matemática. También tenía claro que quería ir a Liverpool.
-¿Por qué?
-Tenía una relación establecida con la gente del Liverpool Institute Of Performing Arts, y un plan de hacer un disco que iba a ser casi de jazz, pero las canciones son las que mandan. Me fui a grabar dos meses después de componer y lo que iba a ser un disco orquestal que se grabase en un mes, me llevó tres años.
-Dice que este 'Doce' es un álbum de fotos. ¿Se ve favorecido?
-Me gusta más hacer la foto que salir en ella y no soy fotogénico, pero la satisfacción con este disco es algo que no había experimentado. Soy una persona extremadamente perfeccionista, hasta la extenuación y bastante enfermizo en ese sentido, porque muchas veces me atormenta. Es como un libro que no quieres acabar. ¿Me veo favorecido? Estoy mucho más contento de lo que habría imaginado. Me da pena por el Jacobo del futuro porque no sé cómo voy a poder reinventarme. Si fuera la última de mis obras, me quedaría contento. POdría mirar atrás y estar satisfecho.
-¿Ha encontrado algo interesante buscando en lo imposible?
-Sí, sobre todo me he dado cuenta de que lo que buscaba era imposible. He llegado a un momento de madurez artística en el que me he dado cuenta de que lo que siempre he buscado no existe y lo que he encontrado es una respuesta. Todo está en 'La Odisea'. Lo que disfrutas es el viaje.
-Todo lo que ha sumado a su maleta de autoexigencia, esfuerzo, volver a cantar y hacer este trabajo, ¿se queda guardado o le acompañará?
-Se queda. Es difícil responder porque vamos cambiando la piel y la coraza aunque sigamos siendo los mismos. Hay una maleta que siempre se lleva y en este caso se queda a mucha honra. Encantado de llevar ese peso.
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