Iván 'Melon' Lewis

Pianista y compositor

«El jazz es el caldo de cultivo perfecto para mezclar músicas»

–El título del disco, 'Voyager', parece hacer honor al momento vital en que se encuentra.

–(Ríe) Está clarísimo. De hecho al próximo quizá lo llame 'Familia', 'Casa' o 'Quietud', a ver si llama un poco a eso. A mí me gusta viajar, soy un eterno agradecido por poder estar haciendo de manera profesional lo que más me gusta, pero también me gusta compartir con mi adolescente de 17 años y con mi esposa, con mi familia. Es la cara menos amable de tanto viaje y tanta actividad que no atienden a fechas.

–En este disco grabaron de forma diferente a otras ocasiones, según ha detallado. ¿Dónde estuvo la diferencia?

–La diferencia está en que fue un disco que concebí de principio a fin en una habitación, sin salir, sin tomar descanso, porque estábamos en ese momento que pocos olvidaremos que fue el confinamiento. No se lo quiero achacar a eso. Incluso creo que un poco coincidencia, porque yo siempre estoy pensando en música, sobre todo cuando voy conduciendo, que es cuando se me despierta la musa. A priori nos dieron tres meses metidos en casa que fue como un reencuentro con mi etapa de estudiante, de la que guardo buen recuerdo. Siempre me he considerado un estudioso, para buscar y mejorar la técnica. En esta ocasión pasé seis o siete horas al piano cada día y cuando terminamos el confinamiento me di cuenta de que tenía hecho el disco.

–Metió usted en una habitación los ritmos afrocubanos, el flamenco, el jazz avant garde y la música tradicional cubana…

–¡Todo lo que se pudo, yo lo pille! Todas esas corrientes musicales y más, son las que conforman mi background, mis influencias. Me formé básicamente en Cuba, a partir de la música clásica que se enseña en la escuela y en la calle donde tienes todos los sonidos de las orquestas bailables, del folclore, el guaguancó, la rumba…Luego en España, en el conservatorio de música de Cáceres, hice un par de cursos y llegó, de manera directa, el encuentro con la música flamenca. Tuve la suerte de trabajar con el maestro Paco de Lucía y estudiar todo lo que hizo y aportó. Además soy de los que siempre ve el vaso medio lleno, también en la música, quitando algunas cosas que no me llaman la atención.Todo eso deja una huellita en mí que de repente sale y ahí está.

–No cree que el jazz sea una música para entendidos. Entonces, ¿qué es?

–Creo que el jazz en sus inicios no fue una música para entendidos, para melómanos. El jazz nació como todas las manifestaciones musicales, como una necesidad de expresión de gente que estaba 'fregá'. En Estados Unidos llegó a convertirse en una música popular que se bailaba. En los años 20, todos los pianistas entraban en las listas con temas que se convirtieron en estándares. Incluso en los clubes de blancos en una época de segregación racial. El jazz estaba ahí jugando un papel súper importante, con lo cual, en ese tiempo que se consideran inicios, era un género popular al cual la inmensa mayoría del público llano tenía acceso. Poco a poco se fue sofisticando y complicando técnicamente porque siempre ha tenido un componente muy importante en la ejecución del músico que lo interpreta. Guitarristas, trompetistas y pianistas demostraban en los solos su dominio del instrumento. Por eso siempre defenderé que no tiene que ser un género para selectos y críticos. Habrá gente con mucho conocimiento que pueda investigar más y gente que solo quiera cerrar los ojos y disfrutar una canción. Todo es válido.

–Chucho Valdés, que actuó en Cantabria el pasado verano, afirma que el jazz da la oportunidad de decir lo que uno piensa con libertad absoluta. ¿Comparte esa visión?

–Suscribo esas palabras del maestro y añado que no solamente me da libertad para eso, sino el espacio y caldo de cultivo perfecto para combinar, mezclar, sumar música. Esa pelea tonta de entre algunos, no todos, músicos o críticos de lo clásico en contra del jazz, y viceversa, me parece de lo más absurdo y retrógrado. A mí no solo me permite expresarme de una manera libre, sino que es perfecto para probar. Tiene la versatilidad necesaria para mi manera de entender y sentir la música.

–Hablando de sumar y aportar, ¿qué importancia tienen los músicos que le acompañan?

–Uf, imagínate… Precisamente por las características de este género, tienen toda la que ellos mismos sean capaces de aportar, porque la música está escrita, con unas estructuras que normalmente respetamos, pero intento con los músicos que me acompañan, que creemos entre todos el espacio perfecto para la proposición. Para que nos sorprendamos, para que el solo no sea siempre el mismo, para que el discurso y el sonido cambien… El entorno es el que es, pero el contenido, que todo el mundo se emocione, aporte y quiera flipar, como decís aquí en España, lo intento. Crear esa atmósfera común, aunque llevemos dos años tocando una canción.

–¿El Grammy que recibió en 2021 significa alcanzar el éxito?

–No te voy a negar, claro que sí, que me ha alegrado muchísimo y me siento muy orgulloso, pero no soy una persona competitiva. Nunca he ido a concursos y menos en una materia tan subjetiva como el arte. Un premio socialmente tan importante como un Grammy representa un empujón, un reconocimiento a mi trabajo, a mi trayectoria que espero que no vaya ni por la mitad, porque tengo mucha música en la cabeza y necesito sacarla. Agradezco profundamente que una organización tan prestigiosa para la carrera de los artistas, haya tenido a bien dármelo. Todo el esfuerzo que constituye hacer y vivir de la música, cuando te lo reconocen, ya no sientes que estás remando en una piscina vacía. Al final, se trata de mi primer gran premio.

–Pero como con el disco, puede que no el último, sino solo el más reciente.

–(Ríe) Nadie hace música, escribe, pinta o diseña para recibir premios. Lo hacemos porque es una necesidad, pero si llegan, bienvenidos.