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Su instrumento es la flauta, pero también toca dos saxos y el flautín. Javier Cotera
«El jazz es una música que no tiene sentido si no vive del riesgo»

«El jazz es una música que no tiene sentido si no vive del riesgo»

Juan Saiz | Músico ·

Cuatro instrumentos, varios proyectos propios y la obsesión de trascender siempre las fronteras de la música

Viernes, 31 de enero 2020, 19:53

Tocar cuatro instrumentos, liderar varias formaciones y participar en otras, afrontar el riesgo de subirse al escenario para improvisar buscando siempre trascender las fronteras de la propia música. El reto del músico Juan Saiz (Santander, 1986), mayor aún, es vivir de un género tan rico, versátil y complejo como el jazz, que define como la novela maestra de los sonidos, esa en la que caben todos los demás géneros sin dejar de ser ella misma. La del este artista cántabro es una historia de pasión, esfuerzo constante y perseverancia absoluta. Pese a su juventud, está considerado como uno de los músicos con mayor proyección nacional e internacional de Cantabria.

-¿Cuándo y por qué decidió dedicar su vida a la música?

-Desde pequeño me llamaban los sonidos, puede decirse que es cierta sensibilidad auditiva natural. Mi madre es maestra de música y en casa siempre había alguna flauta con la que yo intentaba enredar, pero lo de entrar en la música no era algo que me impusiera ella. A diferencia de lo que ocurre con muchos niños, a los que les empujan a entrar en este mundo, fui yo el que luchó por ello.

EL PERFIL

  • Formación Conservatorio Jesús de Monasterio. Esmuc (Barcelona). Conservatorio de Gante.

  • Pindio Cuarteto liderado por Saiz, que ha grabado su primer disco con el prestigioso sello Leo Records.

  • Dr Bobô. Karonte, sello más importante de jazz y flamenco en España, edita el primer álbum del grupo.

  • The Sound of Caves Es el proyecto más personal de Saiz, improvisado y grabado en una cueva de Cantabria.

«Hay que tener siempre la cabeza abierta para seguir evolucionando»

EVOLUCIÓN

-Parece que no se equivocó. ¿Cómo fue su formación?

-Empecé con 10 años en una academia y después ya accedí al conservatorio. Antes de acabarlo había cumplido 18 años y me apunté a la universidad y estudié Magisterio mientras terminaba en el conservatorio. Cuando acabé tenía claro que mi camino no era la música clásica. Siempre me sentaba a componer y a improvisar y era allí donde mejor me sentía, cuando me sentaba solo ante un piano y podía comprobar cómo combinaban unos sonidos con otros. A raíz de esa experiencia fui descubriendo otras músicas, entre ellas el jazz, un género en el que creía que podía expresarme y poder sentir el placer de la creación, en vez de tener que tocar las partituras obligatorias. En ese sentido, en el terreno del jazz fui autodidacta. Después fui al Esmuc, el conservatorio superior de Barcelona, donde hice el grado superior especializado en jazz y música moderna. También hice un curso en Bélgica, en el conservatorio de Gante. Esa fue mi formación oficial dentro del mundo del jazz, formación que en realidad no para nunca porque hay que estar siempre con las orejas y la cabeza abiertas y estudiando cada día para seguir evolucionando.

-También ha recibido clases y tocado con músicos tan destacados como Pat Metheny. ¿Cómo han sido esas experiencias?

-Una de las cosas que me dio el conservatorio de Barcelona y el estar en Gante es que había también muchos músicos de fuera que venía a impartir masterclasses, a los que podía pedir alguna clase individual. Además de esto también he realizado algunos cursos especializados de gente de referencia, lo que permite que te ayuden en tu evolución. Entre ellos están Pat Metheny, Jorge Pardo, Gorka Benítez, Bart Defoort...

-Decidió decantarse por desarrollar su propia música, una apuesta tan arriesgada como ambiciosa...

-Mis proyectos personales me han permitido plasmar mi esencia como músico. En ellos siempre toco música original, compuesta por mí. Es música que está influida tanto por las corrientes contemporáneas como de la historia del jazz, aunque en realidad hay muchos géneros que me influyen: la música clásica europea, por la música tradicional española, el flamenco es otra música que me apasiona, la música hindú... El jazz es una música en constante evolución, que vive del riesgo, porque si no te subes a un escenario para jugar y para arriesgar, ¿a qué te subes?

-Ha desarrollado diferentes proyectos personales. Uno de ellos es su cuarteto Pindio. ¿Cómo surgió y cómo ha evolucionado?

-Surgió como mi proyecto de final de carrera, en el que me propuse montar un grupo y tocar mi propia música. Ahí di un nuevo enfoque a lo que estaba componiendo. En Pindio hay grandes dosis de improvisación pero también temas escritos. Un proyecto así requiere rodearse de muy buenos músicos, y en este caso tuve la fortuna de estar acompañado por algunos profesionales extraordinarios como Marco Mezquida, Álex Reviriego o Genís Bagés, y además de publicar 'H.C.', nuestro primer trabajo, en una discográfica como Leo Records, con cierta relevancia a nivel internacional. Eso te permite situarte un poco en el panorama. Hoy en día hay tanta gente publicando y tanto ruido en el mundo de la música que es importante intentar colocar tus trabajos en sitios donde puedan ser visibles.

«Hemos grabado con Leo Records y eso permite situarte en el panorama»

CUARTETO PINDIO

-Dr. Bobô es otro de sus proyectos, con el que también han editado un disco.

-Sí, con Dr. Bobô ya hemos hecho una gira por bastantes sitios de España y hemos publicado en Caronte, que es la discográfica más importante a nivel español dentro de jazz y del flamenco. Estamos consiguiendo mover el proyecto y que se escuche, que ya es un reto importante. Es una música que no tiene grandes espacios para ello.

-'The Sound of Caves', grabado en una cueva cántabra, es una de sus propuestas más personales...

-es un proyecto a flauta sola y un disco totalmente improvisado, en el que no hay composición. Está grabado en el interior de una cueva en la que podía perderme y jugar con el sonido que ofrecía esa cavidad, porque los lugares suenan, tiene vida propia, y uno como éste, tan especial, con tantos millones de años de evolución... te hace sentir una energía especial. El reflejo, las reflexiones del sonido allí, en aquella sala con cientos de metros de largo, con 70 metros de alto, eran algo único, que no se puede medir; había unas reverberaciones muy grandes pero también muy bonitas, a las que se sumaban los sonidos de la propia cueva. Es un disco mucho más personal, mucho más íntimo, en el que creo que estoy yo tal cual soy. Para este tipo de proyectos establezco líneas e intento dar dirección a lo que voy a tocar, trabajar sobre algún tipo de idea para que tenga sentido, pero es algo que muchas veces puede variar. Pese a esas ideas luego el desenlace puede convertirse en el inicio de otra cosa... El improvisador tiene que estar abierto al momento, es algo vital; cuando vas con ideas premeditadas ya no estás ahí. Tienes que estar dispuesto a escuchar y a cambiar de dirección y evitar las ideas preconcebidas, que al final coaccionan lo que estás haciendo.

-Aunque su especialidad profesional es la flauta, toca usted hasta cuatro instrumentos. ¿Cómo se llega a abarcar tantos registros?

-Toco el saxo tenor, el saxo soprano, la flauta travesera y el flautín. Empecé tocando la flauta y después, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, fui incorporando el saxo tenor a mi universo. Es un proceso complejo, porque si te centras mucho en el saxo se te rompe la embocadura de la flauta y pierdes el sonido de tu instrumento principal. En mi caso, con el paso de los años conseguí tener una embocadura firme y poder compaginar los dos instrumentos con solvencia. No quise perder nunca el sonido de la flauta, que es lo que le pasa a mucha gente que da este paso. Una vez tuve la flauta y el saxo tenor, incorporar el saxo soprano es más sencillo. Con el flautín fue un proceso similar. Mi faceta como multi instrumentista va por ese camino, el ser una persona que pueda resolver en muchos tipos de circunstancias, porque me permite crear sonidos, ambientes y paisajes muy diferentes. Cuando más rango puedas aportar, mejor, y en ese sentido cada instrumento me ofrece unas cosas. También te permite tener más oportunidades a nivel laboral.

«Grabar en una cueva con esas reflexiones del sonido es algo realmente único»

THE SOUND OF CAVES

-¿Cómo es la vida de un músico profesional como usted, que vive en y de un circuito tan específico?

-La vida de un músico freelance, libre, que no trabaja de profesor de conservatorio o en una orquesta sinfónica, es una vida en la que cada día tiene que buscar dónde tocar. Cada concierto que se hace es un algo luchado, las oportunidades no llegan solas. Hay muy pocos sitios en los que se pueda tocar esta música. Por eso este mundo es arduo y difícil. Los músicos de este ámbito competimos contra la gran industria musical y del entretenimiento. Hoy en día la gente está dispuesta a pagar mucho dinero por ir a los conciertos de los grandes artistas comerciales y, en cambio, le cuesta pagar un poco por la música de autor. Es un contexto muy complejo, porque hoy, además de la televisión, está internet; lasredes sociales, los Netflix y los Amazon están copando las horas de tiempo libre de la mayoría de la gente. Se dedica tiempo a eso pero no a la vida real, a la llama de la creación, de la que forma parte ésta, otras muchas músicas o otras propuestas culturales.

-En ese escenario tiene parte de responsabilidad la industria, pero también la evolución de los patrones de consumo de la gente...

-Sí, creo que nos hemos vuelto muy visuales, que vivimos en una cultura totalmente visual. Parece que cuesta mucho más entender lo que entra por los oídos. En ese sentido, cuando haces una música que no es en cuatro por cuatro, en la que el tempo no es estandarizado, que no utiliza los mismos cuatro acordes que utilizan en la música comercial... parece que ya estás demandando de más al público. Y la gente no está acostumbrada a esa energía. Por eso hay que saber invitar y pedir al público que se arriesgue contigo. Cuando estoy sobre un escenario me arriesgo, pero también pido al público que se arriesgue conmigo, que me acompañe, que hagamos el viaje juntos. Eso es lo más bonito y lo más satisfactorio, para mí y para ellos.

-Con la referencia que tiene de primera mano sobre otros mercados y países, ¿cómo ve el panorama del jazz tanto en España como en Cantabria?

-Creo que tanto en Cantabria como en España faltan sitios para hacer esta música, pero también es cierto que faltan porque no hay mucha gente entre el público para estos géneros. Están cerrando clubes por todos lados; en Madrid han cerrado dos en el último año, y eso que había cuatro en una ciudad tan grande, y además los más específicos de jazz. En Santander tenemos el Bar Rubicón y también hay algunas instituciones que traen grandes mitos o leyendas de otras épocas. También está la universidad, que hace unos pocos conciertos al año y ya. Pero son cosas de una vez a la semana y en otros sitios no hay ni siquiera eso, ni otros lugares donde tocar esta música, no hay festivales, no hay iniciativas... A nivel institucional se han retirado fondos para estas apuestas, no parece haber interés en crear un tejido cultural profesional de la música. Hay que destacar que el circuito el peso de lo amateur es cada día más grande. En ese sentido parece que todos competimos en la misma liga y, con todos los respetos, un músico profesional, con todo lo que tiene detrás, no es lo mismo que un grupo de amigos que se juntan los viernes para tocar. Y ahora mismo compartimos los mismos locales y las mismas condiciones laborales. Esto no puede ser porque lo que está haciendo es acabar con el profesionalismo, con el tejido profesional de la música en particular y de todos los ámbitos culturales en general.

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