![José Imhof: «La atemporalidad en su arte es la característica de los grandes genios»](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2024/02/14/ENTREVISTA%20JOSE%20IMHOF13-kvmD-U2101529895723d2C-1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
José Imhof- Pianista
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José Imhof- Pianista
Apasionado confeso de su mision en la vida, la música, el pianista cántabro José Imhof, regresa hoy a la que considera su casa, el Palacio ... de Festivales (19.30 horas), para abrir la programación de clásica con un recital de piezas de Bach y Mozart.
–Le toca dar comienzo a la nueva temporada del Palacio. ¿Cómo está?
–Bien, con muchas ganas y mucha ilusión de tocar, porque el Palacio es como mi hogar espiritual. Allí recibí mis primeras master clases, hace ya 30 años, poco después de inaugurarse, he asistido a conciertos increíbles toda mi vida, he tocado en las dos salas, he hecho grabaciones… Es mi teatro. Mi sitio de confianza total.
–¿Eso añade comodidad o más nervios?
–Yo siento más comodidad, pero los nervios son los mismos. La inquietud, que es parte de la música, ese no saber, sobre todo para una persona muy perfeccionista, es muy frustrante no tener el control de todo lo que vas a hacer, pero tocar en el Palacio es una gozada.
–Esa necesidad de control, ¿se convierte en un miedo con algo tan variable como la música?
–Total. No sé si lo llamaría miedo, pero es como una obsesión. De hecho, para mí la clave de un buen concierto es poder disponer de mucho tiempo para ensayar. El ensayo es magia. No concibo no hacerlo y en ocasiones ha pasado, porque en tu carrera a veces te encuentras situaciones que de pronto la posibilidad de ensayar desaparece por circunstancias ajenas a ti. Pero aquí he tenido mucho tiempo para hacerme con la acústica de la sala, con el piano, hasta el olor, la luz, las texturas del suelo del escenario… Todos los aspectos que rodean la vulnerabilidad con la que te enfrentas al salir al escenario. El mayor tiempo a solas en el escenario es la clave de mi tranquilidad.
–Con tantas incertidumbres, ¿cuándo comienza el disfrute?
–Todo es apasionante desde el minuto uno. El propio hecho de gobernar un piano nuevo, que no es el tuyo diario y hacerte con él, lo es. Descubres sonoridades con las que no contabas, o que el pedal crea un efecto nuevo, o que la sala te devuelve un sonido que embellece mucho más un acorde… No es un trabajo desagradable sino todo lo contrario.
–Para alguien que se acerque desde el desconocimiento, está bien explicarle que no todos los pianos y las piezas suenan igual por mucho que sean la misma.
–Nada, nada. Es todo nuevo. Si has hecho tuyo el repertorio y lo conoces, todo fluye más, pero es que todo cambia. Yo nunca toco con el mismo tempo las obras, porque no sé lo que van a durar. Tienes que ser hasta espectador de ti mismo.
–El repertorio de hoy tiene a Mozart y Bach como protagonistas. ¿Qué tal se llevan?
–Nos estamos llevando muy bien los tres. Aparte de que llevo todo el año con ellos, dentro del siglo XVIII, el lugar donde más a gusto me encuentro. La música del XVIII es el lenguaje que mejor comprendo y es como si estos compositoren me hablasen. Entre ellos se hablan, se admiran, porque Mozart, por una cuestión cronológica, es el primer compositor tras la figura tan poderosa de Bach y encuentras ecos en su música. También Bach tiene ese aspecto minimalista de simplicidad máxima que tiene Mozart, que escribe como solo puede hacerlo un genio, desde la más hermosa simplicidad. Dialogan muy bien.
–¿Son dos equivalentes a estrellas del pop de la actualidad que aún tienen prevalencia entre el público?
–Exactamente. Son artistas atemporales. La atemporalidad en el arte es la característica de los grandes genios. Da igual el tiempo que pase, porque el público lo sigue entendiendo perfectamente. Hay algo que subyace, como un hilo conductor que nos hace entenderlo. Cuando la música está bien escrita, tiene una estructura, un orden, cuando hay alguien al mando al escribirla, está destinada a pervivir y no convertirse en algo tan característico del pasado que no se puede escuchar. Eso ocurre con otros compositores que hablan un lenguaje que ya se terminó. Pero Mozart y Bach son vanguardia.
–Es necesario porque no todos estamos tan ubicados en el siglo XVIII como usted
–(Ríe) Efectivamente. Igual yo lo veo con mucha cotidianidad, pero es el gran s iglo de la música. Haydn, Schubert, Beethoven y muchos otros menos conocidos surgen ahí. Es el momento en que nace la música clásica y con ella toda la música europea. Todo viene de la misma fuente.
–Hablemos de otro compositor; Philipp Glass, a quien le dedicó un disco, como consecuencia lógico de todo lo que ha supuesto su música para usted. ¿Habrá nuevo volumen?
–La música de Glass me va a acompañar el resto de mi vida. Le hecho mío completamente. Hasta el punto de estrenar en España su concierto para piano y orquesta. No se puede pedir mucho más. No voy a volver a tocarlo pronto en Santander, pero está en mi repertorio en otros lugares. No podría no estar. Cuando pasen muchos años, tomaré más conciencia de lo que supone su música en mi carrera.
–Es también profesor en su Escuela de Música en el sur de Cantabria. Un modelo propio que huye de la centralización
–Sí. Es una apuesta hecha con los ojos cerrados; uno nunca puede saber si un proyecto así va a funcionar de forma deslocalizada. En mitad de una montaña, como es mi caso, tienes que confiar. Lo que propongo desde mi escuela es transmitir a mis alumnos la misma calma y experiencia de comunión con la naturaleza que yo experimento cuando trabajo aquí. Lo llaman el 'efecto Villaescusa' y funciona; te recluyes en mitad de la nada y ese pasaje que se te resiste por una cuestión mental, por tener tanto ruido en la cabeza, acaba saliendo.
–¿Y cómo es el Imhof profesor?
-Es difícil describirse ahora mismo, pero igual que hablando ahora de música contigo: es algo que me apasiona, mi misión en la vida. Me cuesta conectar con los alumnos cuando no lo viven de ese modo y me empeño en transmitirles la conciencia de que están frente a algo muy grande. Por las circunstancias de la vida están ante la realidad tan poderosa de estar ante un piano y tener entre manos una partitura. Hacerlers comprender lo grande que es eso y hasta dónde pueden llegar. Es mi lema. No me podría limitar a corregir notas, sino ir un paso más allá. Es el punto diferente que puedo aportar.
–Cuando se enciende esa bombilla, ¿dura para siempre?
–Esa es la clave, pero las bombillas no encajan en todas las boquillas. Tengo alumnos que ya son profesionales, dan conciertos y son familia. A veces son décadas acompañando a un alumno en su experiencia con la música, le ves crecer y pelear y la música es una constante. Eso es una maravilla.
–El Palacio cambia de dirección artística, algo habitual, y al frente está Esteban Vélez, que defiende la importancia de lo clásico. ¿Supone abrir puertas mayores al género?
-He vivido con distintos programadores y reconozco que siempre han entendido muy bien el significado de construir una programación a nivel de toda la provincia, porque el Palacio es el buque insignia de la cultura en Cantabria. Siempre ha habido un respaldo enorme por la música clásica, que tiene su hogar en el Palacio. Ojalá haya más todavía, pero el público es muy amplio y tiene que haber para todos. La figura del programador es muy complicada.
-Empieza el año con este concierto, pero ¿qué más hay por delante?
-Pues mañana publico mi tercer disco, dedicado a Couperin, también del siglo XVIII. Ese es mi proyecto más inminente y aparte, otros conciertos en los próximos meses.
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Ana del Castillo
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