Ismael Serrano
Secciones
Servicios
Destacamos
Ismael Serrano
Apenas quedan unas butacas libres para el concierto del viernes de Ismael Serrano en Casyc (19.30 horas). Las del sábado se agotaron hace días. El madrileño regresa a Cantabria con 'La canción de nuestra vida' y apenas un par de semanas antes de lanzar ... su nuevo disco, 'Sinfónico' en el que viste sus temas con nuevos ropajes sonoros.
–Viene a Santander con casi todo vendido. ¿Eso es un éxito?
–(Ríe) El éxito es estar 27 años dedicándome a este oficio tal y como están las cosas. El género que uno defiende no las tiene todas consigo, no es el mejor tratado por el algoritmo y con todo y con eso sigue habiendo un público que atiende a la palabra. En definitiva, estoy agradecido.
–¿Se siente responsable al hacer la elección de las palabras con las que crea mensajes?
–Es un ejercicio, el de escribir canciones, tan íntimo y terapéutico, que uno no tiene en consideración esa responsabilidad. Sí creo que, como personaje que puede amplificar ciertos mensajes, uno puede sentirla. En un contexto en el que se privilegia poco la palabra dentro de la canción popular, es interesante, como un ejercicio de resistencia, apostar por los géneros y defenderlos. Cuando todos reniegan del término cantautor, defender una sensibilidad, un legado, una apuesta por una forma de escribir, de estar en el escenario y comunicarte con el público.
–Se van perdiendo figuras referentes, como Aute y otras se retiran, como Serrat o Sabina. ¿Cómo se protege ese legado?
–A día de hoy me pregunto muchas veces quién escribiría un disco como 'Mediterráneo'. Si tendría relevancia un álbum que habla del nosotros de esa manera. Cuando se hace una lista de las canciones en español más importantes, aparece y es una canción que habla del Mar Mediterráneo como horizonte en el que convergen miradas, una cotidianidad compartida. Ese nosotros no sé si se cultiva tanto. Aún cuando le canta al amor, lo hace desde una posición de compromiso, aunque ciertos clichés del amor romántico resulten infranqueables. En el mundo de la música se practica el escapismo, que me parece saludable.
–¿Escapar de qué o para qué?
–Uno a veces escribe canciones para escapar de la realidad, pero me parece necesario confrontarla. Hacer un ejercicio de inmersión para cuestionarla y encontrar resquicios para trepar en un sistema de individualismo exacerbado, que creemos que no se puede cambiar.
–¿Hay relevo?
–Hay relevo y sobre todo mujeres. A día de hoy, la vanguardia de la canción de autor son mujeres. Rozalén es el ejemplo más conocido, porque además le va muy bien, pero también está Ede, Alice Wonder y otras que solo por la forma en que le cantan al amor, huyendo de esos clichés románticos, están contando un relato que sí tiene que ver con el nosotras e interpela a los vínculos, al espacio compartido.
–¿Esas voces son necesarias para desmontar esa idea que menciona de que el sistema no se puede cambiar?
–Eso forma parte de la propaganda del propio sistema, decir que no se puede cambiar. Instalarnos en la melancolía permanente es casi un mecanismo de defensa. Asumir un concepto ficticio de que esta es la única realidad y la forma de escapar es ir a la tuya. El resultado tiene que ver con que muchos jóvenes se echen en manos de la ultraderecha o de las criptomonedas, que se les antoja como un acto de rebeldía. Algo contradictorio, porque no dejan de ser movimientos reaccionarios que proponen regresar a cosas muy oscuras.
– Que se lo digan a Alvise Pérez, denunciado por cobrar 100.000 euros en criptomonedas...
–Es que acaba juntándose todo. Se conectan, porque todo tiene que ver con ese relato de escapar del sistema. No el cuento de la meritocracia, sino volverte rico pisando las cabezas de los demás. Es un relato que se construye y ese nihilismo ahonda en él. Por eso no me parece algo menor escribir canciones que nos conecten y nos hagan sentir parte de algo. Hasta el fenómeno Taylor Swift participa de eso: mujeres que quieren formar parte de algo, de conectarse más allá de lo musical. Una cuestión de sororidad.
–Conectarse en un mundo hiperconectado.
–Es que eso es una falacia. Nos dijeron que internet y las redes sociales iban a conectarnos y darnos acceso a toda la información, a cultivar la tolerancia, la pluralidad y no es así. Se han generado comunidades cerradas de gustos afines. Los vasos comunicantes son cada vez más estrechos. El algoritmo está siendo tiránico e influyendo en la forma de componer de las nuevas generaciones, que lo hacen en función de cómo les va a tratar, en listas, programas o festivales.
–Que le digan a usted la capacidad de las redes, cuando se ha enterado por ellas de un bulo sobre que le habían detenido.
–Bueno, claro. Es que es eso. Tanto el algoritmo como las inteligencias artificiales deberíamos repensarlas. Parece una frase de ludita que se resiste, pero tendría que ir antes el debate que la realidad tecnológica, porque la realidad va a terminar siendo casi una opción indemostrable.
–En su realidad, en apenas unos días sale 'Ismael Serrano. Sinfónico'. ¿Por qué ahora?
–Soy muy de cultivar y reivindicar el canon de guitarra y voz, pero esto es un sueño recurrente en todo músico, que puede resultar hasta infantil, pero es como darle un vuelo épico a las canciones. Lo ha hecho desde Metallica a Raphael. Es ambicioso, divertido y un quebradero de cabeza. Los últimos discos han sido muy sencillos, muy folkies y seguiré investigando por ahí, pero también me gusta reinterpretar y vestir las canciones de otra forma, tan sofisticada y potente como la que otorga el arreglo sinfónico.
–En el último disco 'La canción de nuestra vida', habla de cómo el azar era lo que reinaba antes. ¿Qué reina ahora?
–En la vida, ese componente de azar según vas creciendo se vuelve más relativo. Los planes son más concretos, porque dejas de ser tu único dueño, asumes responsabilidad y llegas a entender que toda elección conlleva una renuncia. Y es saludable.
–Lanzaba el deseo de que la música resulte útil a los oyentes. ¿Para qué?
–Cuando menos para sentirse acompañado, que es para lo que sirve la música. En la celebración, la adversidad, la calma o la euforia. Es el gran valor del arte. Saber que alguien como tú sintió como tú lo sientes y lo condensó en unos versos. Leemos y escuchamos canciones para encontrar argumentos en nuestra vida. Hacerlo en un momento de fragilidad, es la hostia.
–¿En su casa ya le han dicho, papá, cuéntanos otra vez?
–(Ríe) Son muy pequeños aún, pero ahora canto la canción desde ese lugar, la de un padre que se pregunta desde qué punto lo contará. Es ley de vida que los hijos hagan casi un reproche, porque el mundo difícilmente se acerca a lo que uno sueña.
📲 Sigue el canal de El Diario Montañés en WhatsApp para no perderte las noticias más destacadas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.