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Leiva: «Ser una figura de culto que no puede vivir de ello está muy alabado en nuestro país»
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Leiva: «Ser una figura de culto que no puede vivir de ello está muy alabado en nuestro país»

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Con la inquietud creativa por bandera y metido en diversos proyectos, Leiva recala hoy en Santander con su disco 'Cuando te muerdes el labio'

Domingo, 7 de agosto 2022, 07:45

Leiva está descubriendo las trampas que tiene una huerta. Porque en sus escasos ratos libres, le ha salido una faceta hortelana que disfruta mucho. «¡Rock y huerta!», dice. En su casa de la sierra, hace un alto entre concierto y concierto de presentación de su quinto disco: 'Cuando te muerdes el labio', un compendio de colaboraciones que son un canto -valga la obviedad- a la amistad y las cosas que se hacen por diversión.

El disco lo componen 14 canciones, interpretadas con otras tantas cantantes, en una experiencia colaborativa y constructiva. Ximena Sariñana, Zahara, Natalia Lacunza, Silvana Estrada... Personas de las que al madrileño le apetecía «contagiarse» con Carlos Raya y Adán Jodorowsky en las labores de producción.

Este domingo llega con su banda para cerrar la jornada extra del Santander Music (22.00 horas)

- Tiempo, miedos y las consecuencias de las relaciones, para bien o para mal. ¿Son esos los tres temas predominantes en el disco?

- Sí. Es un disco que está escrito en unos años muy extraños. Lo escribí y lo grabé en plena pandemia y viviendo en Latinoamérica.

- Un singular viaje de ida y vuelta

- Me pilló el momento horrible, con mil muertos al día en España justo cuando iba a empezar a grabar el disco. Estaba en el mismo hotel que C. Tangana y Pucho de Vetusta Morla y no sabíamos qué hacer. Cuando todo se puso tan feo, me dio miedo que sucediera algo malo en mi familia y estar lejos, y me volví. Pasé el confinamiento en casa y después regresé a Ciudad de México otros cuatro meses. Allí escribí mucho, grabé el disco y me fui al desierto, a un pueblo de Texas que se llama Tornillo. La distancia, el tiempo, la sensación de desarraigo y vulnerabilidad a todos los niveles, obviamente están en el disco. También la fraternidad y la amistad y poder compartir disco con tantas amigas.

- ¿Cómo definiría el resultado?

- Creo que es un disco honesto porque es una fotografía de un tiempo muy extraño, donde había mucho tiempo para hacer cosas, valga la redundancia. También tienes que tenerlo para escucharlo; requiere un poco de paciencia. Y tengo la fortuna de que el público me lo haya concedido.

- El resultado es un menos es más aplicado a cada canción; más detallistas, pero más sencillas en cuanto a capas. ¿Eso es fruto del tiempo también?

- Siempre he andado persiguiendo eso. Al final las canciones son las que condicionan los caminos. Tú puedes tener sobre papel un sonido para un disco, pero las canciones te lo permitirán o no. Yo llevo años intentando conseguirlo, pero por primera vez me han permitido contar las cosas con los mínimos elementos posibles. La producción tiene una importancia muy grande en este disco; la mirada española de Carlos Raya y la de Adanowsky. Estábamos en un mood muy similar; tratando de conseguir las cosas desde una guitarra y una voz y cualquier elemento que entrara tenía que jugar un papel muy importante o si no quitarlo. Se podría haber convertido en un disco muy preciosista, pero queríamos que pareciera sencillo, sin prejuicios. Yo siento que hay un montón de belleza en los pocos elementos y en este disco lo he podido conseguir.

- ¿Que parezca más simple hace el proceso de producción más complejo?

- Sí, eso es lo difícil de una producción. Como productor en ocasiones, siempre busco eso. Cuando tienes una buena canción no necesitas mucho para contarlo. Esa es la clave. Las producciones están al servicio de la canción y no al revés. En este disco he tenido un compromiso importante con la canción y eso me ha permitido no necesitar muchas cosas.

- Y de pronto coge el teléfono y llama a 14 personas, a 14 amigas para cantar con usted.

- Ha sido algo muy orgánico. No era un plan. En los últimos tres años he viajado muchísimo por Latinoamérica y he coincidido con una generación muy joven. Me daba cuenta de que me iba de México o Argentina y lo que escuchaba en el avión era a ellas. Silvana, Daniela Spalla, Zoe Gotusso... Había algo ahí que me estaba conmoviendo. Un día pensé; lo que me apetece es hacer música con ellas, por una cuestión casi egoísta. Más que grabar un disco o contar mis historias, contagiarme de ellas. Lo necesitaba. Fue muy acrobático, porque no quería hacerlo a distancia y se pudo llevar a cabo.

- Ha utilizado la palabra apetecer. ¿Cuando uno se mete al estudio a hacer lo que le apetece de verdad, es porque puede permitirse ciertas licencias?

- Tengo que decir yo siempre hice la música que quise hacer. Nunca pagué peajes por presiones externas. Sí que en algunos momentos he tenido cierta responsabilidad o sensación de querer agradar. En este caso me he permitido el lujo de hacer el disco que me estaba conmoviendo y que más me divertía. Y esa palabra es importante. Siempre he trabajado como un proceso un poco sufrido, de cierta vulnerabilidad. Ya llevo muchos discos, no sé si habré grabado 15 o 20, y he conseguido divertirme, que sea algo libre, donde hemos probado muchas cosas y he aprendido mucho. En cada sesión venía una persona nueva y transformaba la canción. Catorce planazos alrededor de una canción. Estoy muy orgulloso porque el proceso se parece mucho a lo que yo soñaba hacer.

«Yo pensaba en hacer canciones, tocar en un club y que le gustara a mi amigos melenudos»

- Y todo en medio de una catarsis global

- Tampoco fue una decisión cómoda. Elegí marcharme en un momento durísimo donde todo el mundo me recomendaba no irme porque lo iba a pasar mal. Pero fue muy bonito.

- ¿El recorrido vital y sonoro hacia Latinoamérica es un proceso natural para quien parte del rock en español?

- Creo que sí. Pereza hicimos muy mal en no salir fuera. La explicación es que es un grupo que tardó en que le fuera bien. Éramos dos chavales de barrio a los que les costó unos discos vivir de la música; yo era jardinero y Rubén pintaba carreteras. Cuando nos empezó a ir bien, en nuestro país, ese era el momento para coger las maletas e irnos. Pero quisimos disfrutarlo y erróneamente tomamos la decisión de quedarnos. Tendríamos que habernos ido antes. Es una cuestión lógica tender puentes, por amistades que tenemos, por referencias musicales. Es antinatural no irte con tu música, con tus compañeros del otro lado del charco. Lo siento como una cuestión más vital que racional.

- Hay pinceladas de música latinoamericana, pero también está el funk en 'Flecha', el inicio casi country en 'A medio centímetro', o reminiscencias a la psicodelia de 'Revolver' en 'Stranger Things'. ¿Ha sido algo consciente?

- Forma parte de mi archivo musical. Es difícil que me vaya a Latinoamérica y haga un disco de cumbia. Mis referencias tienen que ver con finales de los 60 y están muy presentes en mi vida. A pesar de estar grabando con algunas artistas de folclore, nuestro hilo común siempre es George Harrison, Neil Young, Leonard Cohen o Mercedes Sosa, incluso. Podemos movernos un poco en otros terrenos, pero el imaginario es común.

- Y usted ha seguido escuchando a los clásicos; McCartney, Lucinda Williams, Caposela…

- Lo que más escucho desde hace un par de años es hip hop, de gente joven, de menos de 20 años. Es lo que me conmueve. Ayax y Prok, Fernando Costa, son gente que me gusta. Pero tengo un plato en mi casa, me pongo 'Mardi Gras' de la Creedence y me muero. Sigo consumiendo clásicos porque me mueve el corazón, pero tengo las dos orejas puestas en lo que está sucediendo y creo que vivimos un momento muy brillante de la escena hip hop latinoamericana. Creo que ahí es donde está el power más talentoso ahora mismo.

- ¿Se imaginaba terminar teniendo sobre el escenario a nueve personas viviendo de su música?

- No, porque lo mío ha sido una consecuencia, no un fin. Yo no me imaginaba con cuatro trailers de gira como vamos ahora. Yo pensaba en hacer canciones, tocar en un club y que le gustara a mi amigos melenudos. Es lo que quería. No me imaginaba tocando en sitios grandes porque ni siquiera estaba bien visto en mi barrio. Tenía cierto prejuicio con trascender. ¡Ni siquiera molaba imaginarlo! Ha sido algo que ha ido sucediendo. Cuando empiezas a tocar en sitios muy grandes, se pierden cosas en el camino, conforme la responsabilidad crece, va en detrimento de la diversión. La gente coge sus ahorros para pagar una entrada, te das cuenta, y eso es menos divertido porque quieres estar a la altura de ese esfuerzo económico, pero el privilegio es tan enorme que no puedo poner el zoom en esas cosas, por la acrobacia que supone vivir de la música.

- ¿El rock y el pop siguen considerándose géneros menores frente a otros estilos más minoritarios o elitistas?

- Sí. Al final, las cosas de culto generan un respeto ipso facto. Cuando el grupo que te gusta lo empieza a escuchar tu vecino, para ti se convierte en vulgar. Sucede con el pop y el rock. A todo el mundo le gustaría que siempre dieras conciertos pequeños para muy poca gente. Eso está muy bien tratado en España: que te vaya mal, que seas un figura de culto pero no puedas vivir de ello, está muy alabado en nuestro país. Y que te vaya bien está muy penalizado. Las generaciones jóvenes son más libres, tienen menos prejuicios, otra relación con la publicidad. Nosotros pensábamos que no nos perdonarían salir en un anuncio de televisión promocionando algo. Y hoy eso da lo mismo. Son mucho más libres. Nosotros venimos de generaciones donde lo que no es de culto es barato, y es una mirada muy cateta. Los artistas más grandes del mundo lo son porque han trascendido, han mantenido su obra intacta y por ello no se han abaratado.

- Participó en el concierto de Fito en San Mamés. ¿Cómo resumiría la experiencia?

- Cuando Fito me llama para decirme que participe, es el mensaje de: tengo el concierto de mi vida y quiero vivirlo con amigos. El concierto en San Mamés con 50.000 personas es el triunfo del barrio, de los valores. Es una noticia buenísima para todos. Y más ver cómo estaba el público con él, celebrando el éxito de un tipo normal. Pero también era una reunión de amigos; Tarque, Uoho, Dani… Unos cuantos colegas pensando; mira la que se ha liado. Y muy felices por el éxito de Fito, que es la persona de la que todo el mundo más se alegra con su triunfo. A todo el mundo le parece bien y eso es muy difícil de conseguir.

«De lo único que puedo alardear es de tener muy buenos amigos en la profesión. Y para mí eso es suficiente»

- Otro proyecto que tiene es el documental sobre Sabina con Fernando León de Aranoa. Está tocando todos los palos con el maestro.

- La verdad es que sí. Ya tenemos un grado de implicación muy fuerte. Es como que cada movimiento lo hacemos juntos. Conocí a Fernando hace 20 años en un club. Me llamó y me contó que estaba haciendo una película sobre Joaquín que lleva décadas rodando y le apetecía que hiciera la música incidental. Me pareció un lujo, un proyecto muy difícil al que decir que no a pesar de que estaba ya en la gira y no tenía tiempo. Hemos trabajado con mucho compromiso, mucho amor y es un relato muy fiel, con mucho respeto, donde se muestran un montón de caras que hasta ahora no se conocían.

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- ¿Siente que se ha ganado el respeto del sector? ¿Le importa?

- Se lo tendrías que preguntar a los demás. Yo no ando persiguiendo el respeto. Cuando era más pequeño sí buscaba el aprobado de los mayores y del gremio. Ya no. De lo único que puedo alardear es de tener muy buenos amigos en la profesión. Y para mí eso es suficiente.

- Están en medio de la gira, ya aclimatados al escenario, disfrutando, pero ¿ya tiene la cabeza en el siguiente paso?

- La verdad es que sí. Me gustaría decir que no, pero tengo esa patología y ya tengo otros proyectos importantes en los que estoy empezando a trabajar mientras estoy de gira. De hecho, el concierto de Santander es como un ecuador. Me he dado cuenta de que ya tengo el repertorio que quiero, el show con el engranaje de banda. Ahora hay que coger velocidad de crucero. Mientras tanto estoy escribiendo y diseñando cosas en mi cabeza. Pero estoy disfrutando mucho; estoy tocando menos, haciendo menos shows, un poco como lo que hablamos de los pocos elementos en el disco; no quiero convertirlo en algo mecánico, en una rutina. Quiero hacer menos y estar más presente.

- Como balance de todo lo demas; ¿cómo está?

- Pues mira, estoy como inspirado y contento, pero creo que me falta serenidad. Siento que estoy en un momento bonito, pero añoro un poquito de calma.

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