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Mariuca García-Lomas decidió un día que era el momento de ahorrar, dejar su trabajo en Madrid y emigrar al Reino Unido para lanzar su carrera musical. Se fue a vivir a Londres, se puso a aprender producción musical en su habitación y se lanzó ... a la carretera junto a su compañero Ignacio Simón, con el que montó el grupo de pop experimental Northwest. Juntos, han recorrido una veintena de países europeos, han llorado con el público de sus espectáculos y han vivido aventuras como quedarse en casas okupa, o cruzar en coche y de noche las montañas que separan Bosnia y Montenegro, a doce grados bajo cero, en medio de una gira.
La músico cántabra ha recopilado todas esas vivencias, y todo lo que ha ido aprendiendo en estos años, en el álbum 'If you ever got lost', su primer disco en solitario, publicado bajo el nombre artístico de Mariuk.
- ¿Qué le lleva a apostar tan claramente por perseguir una carrera musical?
- Desde que era pequeña, componía letras y melodías, pero no sabía tocar ningún instrumento, por lo que era incapaz de traducir en sonidos todo lo que iba creando; hasta que un día, el músico Ignacio Simón, mi compañero en Northwest, me enseñó a tocar unos acordes básicos en un teclado. De repente empecé a componer como una loca: por primera vez era capaz de dar vida a todo el contenido que tenía dentro de mi cabeza. Una vez que ya me había mudado a Londres, me encerré en una habitación durante varias semanas con el objetivo de aprender cómo funcionaba un software profesional de creación musical, y es en ese tiempo donde nació mi proyecto Mariuk, que comenzó como un experimento, y que poco a poco ha ido cogiendo consistencia. Actualmente soy cien por cien sólo música.
- ¿Cómo definiría el sonido de Mariuk?
- Mi intención es que mi música suene a muchas cosas diferentes, y creo que por eso es inclasificable: lo mismo tiene momentos electrónicos, que fases más experimentales o partes más pop. Me gusta mezclar sonidos y que las canciones no se enmarquen en un sólo género. Ahora estoy pensando incluso en hacer punk, aunque no sé cómo saldrá.
- Acaba de publicar su primer disco en solitario, ¿qué nos puede contar sobre él?
- Me ha llevado dos años de trabajo, ya que es una obra larga, de doce canciones, y encima, en ese tiempo, no he parado con Northwest: hemos girado varias veces por Europa, hemos publicado dos álbumes e incluso hemos montado nuestro propio festival, 'London Art Festival ONE', para el que alquilamos una iglesia y contamos con gente de todo tipo de disciplinas artísticas. Ya estamos preparando la segunda edición.
- ¡Qué interesante esto último!
- Ignacio Simón y yo nos reunimos de vez en cuando, con el objetivo de recordar qué queremos hacer con nuestra vida, ya que, aunque es un poco duro de decir, si lo piensas, no estaremos en este mundo para siempre. En una de esas ocasiones, nos dimos cuenta de que nunca hemos pertenecido a ninguna escena musical: hacemos música experimental, que no se puede encasillar en ningún género. Pero también nos dimos cuenta de que conocíamos a un montón de músicos que estaban en nuestra misma situación, y pensamos, si no pertenecemos a ninguna escena, ¿por qué no la creamos nosotros mismos? Durante mucho tiempo estuvimos buscando un espacio en Londres para llevar a cabo nuestra idea, hasta que dimos con una iglesia muy chula en el este de la ciudad y nos lanzamos a la piscina. Conseguimos conectar a muchos artistas en un sitio súper chulo y con ello mandar un mensaje al universo: vamos a hacer cosas, cosas creativas y bonitas.
- ¿Cuál es la situación de los músicos en el Reino Unido? ¿Es más fácil desarrollar allí una carrera musical?
- En Londres, hay una importante clase media de artistas que viven de la música, y eso es algo que te anima a seguir con tu carrera. En España, es mucho más complicado, y en muchas ocasiones ni siquiera se plantea como una opción posible: te dicen que tienes que estudiar una carrera. Eso sí, la industria londinense de la música es muy grande, pero de la misma manera que da trabajo a mucha gente, también peca en otros aspectos, ya que es una ciudad muy cara, y los artistas más pequeños tienen complicado encontrar sitios para tocar. Hay muy poco espacio para proyectos emergentes o alternativos que se muevan por su cuenta.
- ¿Tiene ya alguna fecha fijada para presentar sus canciones en Cantabria?
- Es algo que me estoy planteando para el año que viene, me haría mucha ilusión. Ahora mismo sigo trabajando en cómo voy a trasladar mis temas al directo, ya que me gusta que un concierto sea una experiencia diferente a la de un disco. Que un grupo reproduzca sobre el escenario lo que he escuchado ya en mi casa es algo que me deja un poco decepcionada. Por ejemplo, en los 'shows' de Northwest apostamos por acompañar los sonidos con multitud de elementos visuales, de pequeños vídeos. Cuando estoy componiendo, me estoy imaginando ya una imagen, la música para mí también es visual, es la banda sonora de mi vida, y quiero que eso se refleje en mis directos.
- De todo lo que ha vivido en estos últimos cuatros años, ¿con qué se queda?
- Con un montón de historias, desde conducir de noche entre montañas a doce grados bajo cero, en medio de la gira, hasta dormir en una casa okupa después de tocar en Ámsterdam. Salir a la carretera con tu música es una experiencia súper intensa a nivel social. He llegado a llorar en conciertos con personas con las que no comparto el mismo idioma, pero con las que he conectado a través de mis canciones, y eso me parece la leche. La música es el lenguaje más universal que existe, ya que te permite expresar cosas que muchas veces no serías capaz de manifestar sólo con palabras. Permite que los artistas y el público intimen de una manera muy rápida, y de una forma a la que costaría años llegar en una amistad. Es una cosa muy surrealista.
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