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Luis Alberto Segura comenzó hace diecisiete años una andadura que le ha llevado a recorrer medio mundo, a tocar en eventos internacionales de referencia como el 'Festival de Reading y Leeds' y a conocer a artistas a los que admira, como el prestigioso cantautor estadounidense ... Bon Iver. Durante mucho tiempo, luchó para que su proyecto L.A. llegara cada vez a más países, pero, actualmente, sus prioridades son otras: no esconde sus ganas de seguir viviendo de la música durante muchos más años, pero quiere disfrutar de lo que hace, sin ningún tipo de presión, y pasar el mayor tiempo posible junto a su familia.
El músico presentará su último trabajo, 'Evergreen Oak', este viernes en la terraza del centro cívico Tabacalera de Santander, dentro del ciclo de conciertos 'Live the roof', una serie de actuaciones musicales íntimas en azoteas que se han estado celebrando a lo largo de este verano en diferentes puntos de nuestro país.
- ¿Qué balance hace de su trayectoria?
- Creo que no he perdido el tiempo: son ya muchos años dedicados a mi pasión, a la música. La verdad es que, en todos estos años, no había descansado hasta que llegó la pandemia. Me vino bien parar, porque me ha servido para ver la industria musical de otra manera, para recapacitar sobre mi vida y darle a cada cosa el valor que se merece, no sólo a nivel económico, sino también personal. Durante mucho tiempo, me metí en un embolado de giras internacionales y metas mastodónticas que puso en peligro mi amor por la música: tenía la necesidad de crecer cada vez más, de llegar a más países y de vender cada vez más discos.
- ¿Cuáles son ahora sus objetivos?
- Todo el mundo te exige cosas constantemente y al final no tienes una tranquilidad creativa. Cada vez tienes que ir componiendo mejores canciones y tienes que ir tocando en muchos más sitios. Acabé perdiendo el rumbo, hasta que volví a darme cuenta de que lo realmente importante es emocionar a la gente, que es lo que de verdad me gusta hacer. Me encanta subirme a un escenario, pero no necesito que haya mil personas de público, puedo tocar ante seis y ser feliz igualmente.
- Recientemente ha publicado el octavo álbum de su carrera, ¿en qué sentido se refleja en el disco lo que cuenta?
- Me encerré con mi familia durante tres meses en un refugio en Orient, un pequeño pueblo de la Sierra mallorquina de Tramontana donde no viven más de diez personas. Quería irme a la montaña, respirar con calma y crear algo sin ningún tipo de presión, sin tener que rendirle cuentas a un productor, unos músicos o una discográfica. Lo mismo me levantaba una mañana y me iba de excursión, volvía a casa a la hora de comer y aprovechaba para grabar un bajo por la tarde. Conseguí quitarme toda la presión que tenía acumulada y encontré una especie de tranquilidad creativa que se refleja en lo que he hecho. Después de estar tanto tiempo esforzándome por sacar a flote una carrera musical, me he dado cuenta de que por fin me voy a dormir tranquilo, haciendo lo que me gusta y cuando me apetece.
- ¿Qué nos puede contar sobre el disco?
- Hay temas como 'Judy' y 'On the moon' que están llenos de imperfecciones, que lo mismo tienen ruido de fondo o acordes de guitarra mal puestos, algo que me parece maravilloso. El sonido de mi anterior trabajo, 'King of beasts', me parece demasiado limpio, me gustan más las imperfecciones de 'From the city to the ocean side' o de mi nuevo álbum. La verdad es que esta vez todo está grabado de una manera muy artesanal y con pocos medios: ni siquiera tenía una mesa, trabajaba tirado en el suelo con un ordenador y unos pocos instrumentos. Incluso mi mujer canta en una de las canciones: le iba enseñando lo que iba haciendo, le encantó uno de los temas y un día, mientras dejamos a los niños cenando, se vino conmigo a otra estancia a grabar. Antes grababa en Estados Unidos, ahora he optado por hacer las cosas de una manera diferente: en este último disco el presupuesto era de 4.000 euros, en 'King of beasts' era de 30.000.
- 'Ringing the bell' es la única canción movida del álbum, un tema bastante diferente al resto.
- Es una de esas cosas que he podido hacer gracias a que tenía una total libertad creativa, ya que en general todo es bastante calmado. Hay una historia muy curiosa detrás de 'Ringing the bell'. Durante los tres meses que estuvimos recluidos, apenas salimos de donde estábamos, pero un día teníamos que ir a hacer la revisión del coche y en el taller alguno de nosotros se contagió de COVID-19. Acabamos cayendo toda la familia, pero, por suerte, todo quedó en un susto. Eso sí, mi hijo pequeño y yo tuvimos dos o tres días bastante malos, tiritando en un sofá y con delirios. En ese estado en el que me sumió la enfermedad y que fue como si hubiera consumido LSD, nació una canción que se da un aire a 'Revolution' de los Beatles. De hecho, incluso soñaba que estaba con John Lennon y Paul McCartney cuando la compuse.
- Señalaba que hasta este disco no había parado: no sólo recorrió medio mundo, hasta fue padre por el camino.
- Ya tengo tres hijos. La verdad es que me vino bien parar, me vino bien dejar de viajar tanto, porque disfruto viendo cómo crecen y lo que de verdad quiero es pasar horas y horas con ellos.
- La salida de 'Heavenly hell' en el año 2009 lo cambió todo, ¿no?
- Cambió mi vida radicalmente: iba a hacer quinientas copias del álbum y lo iba a presentar por los bares de Palma de Mallorca y, de repente, dos años después, estaba grabando en un estudio en Los Ángeles, teloneando a Arcade Fire y cenando con Bon Iver. No quiero que parezca que soy un fanfarrón, pero es que el cambio que dio mi vida cuando ya había cumplido treinta años es alucinante. Mucha gente me sigue conociendo como el de la canción 'Stop the clocks', pese a que luego he lanzado muchísimas más cosas.
- Acabó girando por medio mundo y pisando escenarios como el del prestigioso 'Festival de Reading y Leeds'.
- Aún me acuerdo de cómo recortaba los pósteres de la revista británica NME con el cartel del 'Festival de Reading y Leeds' para pegarlos en mi cama: mi nombre salía en pequeño, pero salía. Que tu nombre aparezca en el cartel, es una experiencia impagable. No me he hecho rico como los grupos que salían en grande, pero a lo largo de mi trayectoria he acumulado mil historias que contar.
- ¿Alguna anécdota que siempre recuerde?
- Lo cierto es que hay miles: desde estar en fiestas privadas con músicos famosos, hasta que tu mánager te lleve a cenar con Bon Iver, que siempre ha sido uno de mis ídolos. Tengo historias de sobra para escribir un libro, pero en principio no es algo que me apetezca hacer. Lo que sí que estoy preparando es una gira en la que mezclaré canciones con historias: creo que este viernes en Santander me voy a lanzar ya a hacer algo de ese estilo. Durante muchos años he sido una persona muy seca sobre el escenario, pero ahora lo que me gustaría es ir contándole a la gente cosas como por qué una canción se llama de esa manera o por qué no había tocado en una determinada ciudad todavía.
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