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Lleva dos días en Santander haciendo dos de las cosas que más le gustan, comer anchoas y ver exposiciones -ayer las del Centro Botín-. Manolo García (Barcelona, 1955) ofrece esta noche un concierto en el Palacio de Deportes, a las 21.30 horas, en el ... que recordará algunos de los temas más populares de su trayectoria y de su último trabajo de estudio compuesto por un doble álbum y que incluye los títulos 'Mi Vida en Marte' y 'Desatinos Desplumados'. Mantiene el mismo compromiso ecológico que ya demostró en los 90 con El último de la fila y la misma pasión o más de aquellos primeros conciertos porque la música, según dice, «dignifica» su vida.
-La gira que le trae a Santander se llama 'Cero contaminantes desde ya. Un compromiso con el Medio Ambiente'. ¿De verdad cree que este planeta tiene remedio?
-El planeta podría tener arreglo, los que no lo tenemos somos nosotros. ¿Te acuerdas que en el confinamiento, con todos encerrados en casa, el mar las playas, el campo, la naturaleza en general estaba mejor que nunca?
-Pensaba que era un optimista.
-Yo no soy nadie en realidad, pero de alguna manera con mi música y mis conciertos tengo una mínima proyección pública y me parece que en vez de gastar energía en poner títulos tontos a las giras como 'Me gusta el chocolate con churros' o 'Que pelo más rubio tengo' si puedo hacer una mínima reflexión debo hacerlo. Pero no confío en la sociedad y hasta yo mismo sin querer contamino porque como especie hemos adoptado unos métodos de organización que a todas las luces son nefastos para el entorno.
-Hablando de planetas, ¿cómo esta ahora mismo el universo creativo de Manolo García? ¿También corre peligro?
-Estoy en pleno apogeo, sigo escribiendo canciones y disfrutando mucho en las giras. Elegí bien mi oficio que, sin duda, me lleva en una dirección muy luminosa. Escucho y hago música y siento que vivo en un universo de luz. En un mundo de calma pero a la vez de euforia benefactora. La música, el arte en general, para mí dignifica la vida. Me encanta cantar hoy en Santander porque para mi los conciertos son una ilusión que me dura toda la semana porque estoy deseando que llegue el día de subir al escenario.
-¿Recuerda cuántas canciones ha escrito?
-Exactamente no, pero estaré cerca de las cuatrocientas.
-¿Es de los que se sienta durante horas con la guitarra hasta que le viene la inspiración?
-Tú nunca encuentras una canción, la canción te encuentra a ti. Puedes estar tomando un café con leche y de repente, no sé porque mecanismo extraño de la psicología, de la mente, de las neuronas o del corazón... te llega una melodía. Es cierto que al principio, cuando empiezas a componer, te sientas a escribir, pero llega un momento en el que descubres que no sirve de nada si la canción no quiere llegar. Ella te busca y tú lo que tienes que hacer es estar presto a lo que te dice. Las canciones más bonitas del mundo han llegado solas. En el caso de las mías, las que a mí más me gusta cantar como 'Los pájaros de barro' o 'Lejos de las leyes de los hombres' llegaron solas y a veces hasta yo mismo me pregunto cómo las hice.
-¿La mejor canción del mundo está aún por escribir?
-Sí, si, claro porque si la mejor canción del mundo ya estuviera escrita apagaría todo y me iría a casa. Esto es un poco como lo del conejo que va todo el rato corriendo detrás de la zanahoria y a lo mejor no la pilla nunca, pero no puede dejar de hacerlo. Hay que seguirla, porque la zanahoria mola. La vitalidad, para mí viene de la mano de la esperanza. Dentro del escepticismo que yo práctico, moderadamente y a la vez plácidamente porque ya sé de que va la vaina, no me desanimo y si estoy a la intemperie no dejo buscar paraguas porque en la intemperie también está la fuerza de la vida.
-Me ha hablado de su universo creativo, y el planeta musical, ¿cómo lo ve?
-Ha cambiado mucho en las últimas décadas y aunque muchos digan que sí, creo que no era tan predecible. A nivel artístico en general, los sesenta y los setenta fueron un despertar, como lo fue todo el siglo XX en el que se vivió una revolución cultural. A nivel musical en esas décadas hubo un fogonazo enorme y todo era buenísimo: las bandas, las canciones... Aparecieron los Beatles, los Rolling y Led Zeppelin... La gente joven salía a la calle con las alas que les brindaba el mundo de la cultura y parecía que todo iba a venir a mejor...
-No me diga más. No ha sido así.
-Ha pasado algo extraño. No me digas qué, pero todo ha dado un vuelco y ha entrado el dios dinero que es un cabroncete que va a la suya. En la música, cuando empezaron a venderse discos y generarse grandes dividendos se acabó la esperanza. A día de hoy prima mucho más el negocio que el arte y sí, sigue habiendo cosas estupendas, pero lo que funde la pana en las famosas redes de ahora y lo que goza de más prestigio es lo más facilón. La música con más enjundia se ha quedado atrás. Nadie puede negarme que ahora mismo no hay beatles, ni ningún Dylan.
-¿Qué va a escuchar el público que vaya a su concierto?
-Planteo mis conciertos pensando en el público que ha comprado su entrada porque quiere oír determinadas canciones que yo voy a tocar con sumo placer. Soy consciente de la compañía que han hecho esas canciones a mucha gente. Y lo sé en carne propia porque hay discos de otros músicos que en ciertos momentos de mi vida me han ayudado y me han dado soporte. Así que interpretaré temas de El último de la fila, bastantes míos de otros discos, y, por supuesto, de este nuevo.
-¿Sigue pintando?
-Más que nunca y suelo hacer una exposición al año. La pintura es un pilar básico en mi vida. No soy amigo de internet pero le estoy dando vueltas a abrir una página web para mostrar mis cuadros. Pintar para mí es una forma de situarme en el mundo y de dignificarme.
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