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A punto de coger el AVE en otro salto de los muchos que pueblan su continuo, Francisco Contreras, Niño de Elche (1985), responde pausado, como si la prisa resbalase por un ideario en el que dos palabras, poesía y arte, se repiten como un mantra ... no intencionado. Son parte del todo. Del suyo. Una forma de ver la realidad, que cura, protege y evoluciona. Cantante y guitarrista desde antes de tener conciencia de serlo, ha encontrado en la escritura un refugio de paz. 'Morbo Legítimo' (Brumaria, 2020) es una colección de citas, poemas y aforismos, propios y ajenos, con los que este sábado llega a La Vorágine.
- La cantidad de proyectos diversos en los que participa, ¿es quizá una forma de paliar la ansiedad creativa?
- Sí, le podemos llamar así. También una huida. Ansiedad de experimentación. De querer desplazarte del ser que uno es. Encontrar mi yo o querer encontrar mis diferentes yo. Eso hace que esté continuamente experimentando.
- ¿Huyendo de qué?
- Huyendo del miedo.
- ¿A qué le tiene miedo?
- A tantas cosas... Somos seres que desde que nacemos estamos en el trauma. Es la paradoja en mi caso; los traumas me vienen por los cambios bruscos, pero en la plataforma del arte podemos abordar los temas de otra forma. Es un antídoto contra el miedo, una forma de encontrar otras realidades.
- Dice que aborda tantos campos y de forma tan continua porque está obsesionado con la muerte
- Eso es lo que realmente me sigue ocurriendo.
- Ahora ha optado por una escritura breve, concisa, que concreta ideas y conceptos en píldoras propias y ajenas. ¿Por qué ese formato?
- Voy escribiendo y según de lo que escriba, la forma estética con la que doy va dando, da pie a esa experimentación. Hay pequeños relatos y después las frases que respiran en el aforismo, el espíritu del haiku, aunque no lo son. Me gusta mucho la poesía corta, muchísimo. La que respira de la poesía francesa. De ahí ha salido este libro. Ahora ya estoy en otras cosas y estoy más en poesía ensayística, más que nada por las referencias literarias que uno consume
- ¿Qué libros lleva en la mochila?
- Lo último que estoy leyendo gira en torno al sacrificio como arte político, 'Respuesta a Job' de Carl Jung, 'Pequeñas reflexiones', de Thomas Merton, y 'Salmos' de Ernesto Cardenal, pero porque lo utilizo en el concierto.
- Cardenal está muy presente también en su último libro
- Siempre lo está porque me ha ayudado a superar prejuicios y combinar campos tan diferentes.
- Se le asocia con adjetivos ligados a la lucha, lo antagónico, el movimiento a la contra. ¿Se siente identificado con esos conceptos?
- Tal vez hace unos años sí, porque son procesos que uno va teniendo. Toda mi parte más activista se centra ahora en entender el arte como herramienta para algunas cuestiones. Pero uno se va desplazando en algunas formas de enfrentamiento. Por todo mi aprendizaje, cada vez estoy entrando más en la guerra interna que en la social. Ahora mismo no me siento cómodo. pero estoy más tranquilo. No porque me haya resignado, sino porque cuando compruebas y experimentas la complejidad de la realidad, entiendes que el enfrentamiento tiene que tener otros matices. No creo que eso sea equivalente a haberme relajado. Me interesan otras cosas y voy ampliando las miras.
- ¿Ejerce el desafío de una forma consciente?
- Hay de todo un poco. Ni es todo de una forma ni de otra. Depende de lo que vayas a hablar, en qué momento estés. Las líneas divisorias están cada vez más difusas.
- Sin embargo, creamos cada vez más límites, fronteras y barreras, no solo físicas.
- Dicen que vivimos en una sociedad muy abierta. Yo lo creo. La más abierta de todas las que hemos conocido. La más tolerante, la más solidaria en un sentido material. Pero esta psicosis del etiquetado, de encontrar la diferencia, también se da.
- ¿Qué papel han tenido sus padres y su visión de la ortodoxia flamenca en la deriva posterior?
- Todos tenemos un camino marcado. Desde que nacemos. Ya tenemos un nombre asignado, una jerarquía, una cultura. Nos visten de una forma. Con más o menos autoritarismo. Dentro de esos márgenes nos seguimos moviendo. Te puedes saltar unos, pero otros no. De eso depende la convivencia social, de respetar al prójimo. El mundo de la escena o del arte te da posibilidades de suicidarte todas las noches o asesinar a media humanidad. Te da otra parte de la realidad, un espacio que lo convencional no te da. Eso nos ayuda a entender la vida.
- «Somos artistas, por lo tanto, políticos», afirma. ¿Cree que estamos trasladándoles la responsabilidad de representar los ideales que los políticos reales, por falta de carisma o de talento, no son capaces de fraguar?
- Creo que se anhela que el artista, con todo lo que proyectas sobre él, opine como tú y se vea reflejada tu opinión en otra tribuna más mediática. Otros lo buscan en el campo político y no lo encuentran. Algunos artistas optan por el margen de lo políticamente correcto. Por eso muchos discursos son totalmente vacíos. La lógica socialdemócrata se traslada muy rápido. Todos estamos en la misma. Por eso yo defiendo una lógica distinta en el arte. No deberíamos estar ahí los artistas, tenemos otras herramientas mucho más cercanas a la radicalidad, a lo sublime, a lo crítico y lo trascendente de lo que supone la existencia.
- Pero también se le da mucho menos cancha que a los vacuos y repetitivos discursos políticos
- Al final, ser un político de instituciones conlleva ser consciente de un poder, y eso se anhela siempre.
- ¿Usted también anhela el poder?
- Yo tengo poder cuando me subo al escenario. O en según qué reuniones. También está el poder espiritual. Si aspiro a tener más o menos, como ser humano, no. Si viene por mis prácticas, ya veremos cómo lo hacemos. Me gusta más entenderlo desde un sentido poético, porque es el poder real. El político es intangible. Que Juan Carlos I tenga poder rodeado de militares, vale, pero el poder político se sustenta en la fe, la convicción, el apoyo social. Es mucho más poderoso que la fuerza bruta.
- La fuerza bruta tiende a la unificación de ideas, mientras que de la poesía se pueden extraer tantas interpretaciones como lectores
- Me sigue fascinando el concepto del poder del artista al lado del poder de un batallón. No soy tan romántico, pero en situaciones extremas es increíble el poder de la poesía a la hora de la reflexión, de lo filosófico, de lo sublime ante la muerte. Siempre hay un click en la cabeza que supera el materialismo convencional. Con Fuerza Nueva, por ejemplo, cuando sacamos la primera canción,'Canción para los obreros de SEAT' nos encontramos con que una pequeña melodía pudo cabrear a miles de personas en Cataluña. Es intangible, pero atraviesa las piedras. Eso es el poder.
- Cuando dieron forma a esa canción, ¿lo hicieron como un ejercicio de provocación calculada?
- Personalmente, siempre que colaboro en un proyecto sobre conceptos más allá de los términos de diccionario, digamos, estoy acostumbrado a que salgan voces disonantes. Es una práctica habitual. Me esperaba algo pero no según qué delirios. Demuestra, primero, que hay poco interés en el pensamiento crítico y segundo, la ceguera y el caos emocional que provocan según que temas y cómo se abordan.
- «A Eva nunca le dejaron hablar». ¿Es de los que considera que las ahora hay demasiadas Evas levantando la voz?
- Hay muchas Evas hablando pero nunca he tenido problema de que la gente hable. Estoy encantado. Hablar mediante la escritura también me fascina. Pero según cómo se hable puedo estar más de acuerdo o menos. Estamos abocados a estar hablando constantemente, a opinar, opinar, opinar. Me he cansado de eso y me resguardo en la escritura y la lectura. Es mi refugio.
- Tras tantos años embarcando en la música, ¿qué le llevó a convertir la escritura en ese espacio de amparo?
- Me ofrece otro espacio y me lleva a territorios que la voz cantada no me lleva. Desde los 18 años he sido un gran lector. Leo más que escucho musica. Eso me bloqueó como autor por varios años porque pensaba que qué iba a decir yo, pero más tarde encontré la válvula de escape.
- ¿Escribe a mano o a máquina?
- Escribo en el ordenador, porque a mano lo hago fatal, parezco un médico. ¡No sé transcribir yo mismo lo que escribo!
- Eso mismo le pasó a Rajoy en alguna ocasión…
- Quién sabe, quizá termine siendo registrador de la propiedad. O presidente del gobierno.
- O gallego
- Es una condición vital
- ¿Existe alguna variante del morbo que sí sea legítima?
- El morbo, todo él, es legítimo. Todo. Ahora bien, el conflicto llega después. Está en qué es y cómo lo llevas a la práctica, a la realidad. El sentido, el pensamiento, lo respeto. Está ahí y nuestro cometido social no es que no se sienta eso. Los fondos de la violencia o las perversiones son legítimos como pensamientos.
- Según Plutarco, que aparece en su libro, el morbo es la desobediencia de la razón. ¿Hay que perder la cabeza para sentirlo?
- Depende de lo que se pretenda socialmente. Lo razonable suele estar medido como un acuerdo social.
- Que depende en gran medida del contexto
- Hay prácticas que en el XVII eran asumidas y legítimas en todos los territorios, no solo el morbo. Opinar fuera de un contexto es algo que hemos hecho y hacemos mucho, pero es muy complejo. El contexto a veces es todo.
- Participó en La Surada hace varios años con La Vorágine. ¿Qué importancia tienen en el ecosistema social espacios como este?
- Primero, La Vorágine es un espacio de resistencia más allá de sus estructuras; ¡está lleno de libros! Aunque fuese una biblioteca municipal sería un espacio de resistencia. Imagina lo que eso supone en la realidad de nuestros días. Y con su planteamiento y conciencia crítica, que hacen que ya no se un sitio underground autocomplaciente, sino que plantea la reflexión. Es un espacio muy importante, más en una Cantabria con una parte de la sociedad muy conservadora. Nacen como respuesta también a una izquierda apoltronada. Creo que es necesario que exista en todas las ciudades. Y en territorio español las plataformas de las librerías se están utilizando muy bien, mucho más que otros espacios de arte.
- ¿Ya comparte los postres?
- Sí, los comparto porque estoy de dieta (ríe). Antes no quería. Ahora defiendo compartir a gusto. Ahí también ejerce uno el poder.
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