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El pianista Francisco San Emeterio durante un ensayo. Hoy regresa al escenario de la sala Pereda elena torcida
«El piano es mi vida y un amigo exigente al que hay que cuidar»
Franciso San Emeterio- Pianista

«El piano es mi vida y un amigo exigente al que hay que cuidar»

El intérprete santanderino, que regresa hoy al Palacio de Festivales con el programa 'Clasicoscopio', continúa profundizando en el patrimonio pianístico de Cantabria

Guillermo Balbona

Santander

Jueves, 5 de mayo 2022, 06:56

El cielo de la música es el ecosistema que une las dos grandes pasiones de Francisco San Emeterio: los sonidos del piano y la astronomía. Docente apasionado e intérprete fiel a un repertorio y sentido y significado de la música, el pianista santanderino, profesor del Conservatorio 'Jesús de Monasterio', ofrece hoy, en la Sala Pereda del Palacio de Festivales un concierto integrado en los Jueves Clásicos. Su programa, denomiando 'Clasicoscopio: estelas de piano', es un reflejo de esa doble querencia, además de concebirse para «descubrir y conocer la historia del piano clásico y romántico». Su labor de pianista de cámara le ha llevado a tocar con la práctica totalidad de intérpretes destacados de Cantabria y ha estrenado obras de compositores de la región, de Arturo Dúo Vital a Emilio Otero. Al margen de premios y recitales y diversas grabaciones, su proyecto más personal radica en «continuar profundizando e interpretando el patrimonio pianístico de Cantabria».

–¿Impone el regreso a un escenario de su tierra y en solitario?

–Hacía tiempo que no tocaba solo en el Palacio. En todo caso he ofrecido recitales en otras salas de la ciudad. Siempre impone un poco salir a un escenario. Es un momento muy especial de compromiso, comunicación y entrega entre compositor, intérprete y público.

–¿Un recital puede servir para redescubrir autores?

–Cada vez que suena de nuevo una obra se aprecian detalles diferentes. Eso posibilita que las emociones y sensaciones que se aprecian en cada nueva audición de obras conocidas, puedan constituir un redescubrimiento.

–¿La música en vivo, como el teatro, es uno de los últimos reductos de una vivencia cultural exenta de la virtualidad?

–Durante el confinamiento se realizaron numerosos conciertos y clases en streaming. La experiencia nos dejó insatisfechos a profesores, público y artistas, parecía que faltara algo. Creo que tanto en las artes escénicas como en la enseñanza, la experiencia en vivo y presencial es insustituible y que esa necesidad del directo irá a más.

–Denomina el programa 'Clasicoscopio: estelas de piano'. ¿Cuáles son las señas de identidad que definen la elección de los compositores y sus piezas?

–Se trata del título de un doble CD subvencionado por la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria que grabé antes de la pandemia y que presento en este recital. Hace referencia a la unión entre el repertorio clásico y mi afición a la astronomía. Se presentan variadas piezas relativamente conocidas a modo de colorido caleidoscopio. Como si cada una fuese una estrella.

–¿Puede hablarse de un desconocido patrimonio pianístico de Cantabria?

–Sí, así es. Existe una literatura bastante amplia y desconocida y que he incluido en algunos de mis programas. Algunas obras de autores como Jesús de Monasterio, Cándido Alegría, Dúo Vital, José Lucio Mediavilla, Samperio, Sámano y muchos que están componiendo en este momento, son auténticos tesoros. En los conservatorios hemos organizado seminarios y cursos sobre el tema recogiendo de esta forma el testigo de una labor que se inició en la Fundación Botín a través de investigadores como Esteban Sanz Vélez y Luciano González Sarmiento.

–¿Alternar la docencia con la interpretación obliga a sacrificar algunas ambiciones?

–Yo me considero un profesor que de vez en cuando ofrece algún concierto. Exceptuando algunas figuras consagradas, la práctica totalidad de los intérpretes imparten clases. Eso exige repartir las preferencias y elegir. Cada uno vive su situación particular y no todos tienen el mismo grado de libertad. No es un tema de ambiciones, me gusta la elección que he tomado porque me encanta enseñar. Es un privilegio dedicarse a lo que a uno le gusta.

–Dos conservatorios, varios auditorios….pero la sensación es que faltan iniciativas, programaciones regulares y más espacios para la clásica. ¿Lo comparte?

–Creo que hay muy buenas intenciones y existen asociaciones (Amigos del Festival, Música Antigua) y entidades tanto públicas como privadas (Ateneo, Fundación Caja Cantabria, Centro Botín) que están haciendo ilusionantes esfuerzos. Tanto los ciclos de conciertos y semanas culturales de los conservatorios van en esa línea. A pesar de ello hace falta más público, en especial estudiantes. Los horarios son apretados y los jóvenes casi no disponen de tiempo libre. De todas formas soy optimista porque en ocasiones se llenan las salas.

–La brecha educativa, ¿se ha ido corrigiendo en este país?

–Sí en cuanto al nivel interpretativo. Es muy alto. Lo corroboran la presencia de músicos españoles un orquestas del todo el mundo y los resultados y presencia en todo tipo de certámenes. Instituciones como la Escuela Reina Sofía han sido fundamentales para trazar un camino de calidad que han seguido los conservatorios de este país. Falta conseguir que la música se extienda entre la población que no la estudia con fines profesionales. Es importante conseguir que se lleve la práctica de la música a los colegios e institutos.

–Este año regresa el Concurso de Santander. ¿Cree que hay más espectáculo que sentido artístico en este tipo de convocatorias?

–He seguido muchas de las ediciones del concurso. Es un lujo, un auténtico regalo de Paloma O'Shea para la ciudad y para los que amamos el piano. Da la oportunidad de conocer muchas formas de entender la interpretación y de escuchar auténticos titanes del piano. Tengo guardadas en mi cabeza muchas versiones únicas, inolvidables y magistrales. En el certamen veo bastante más sentido artístico que espectáculo. Desde luego merece la pena seguirlo y disfrutarlo.

–¿No tiene algo de artificio, contra natura, lo de competir?

–No creo. En todos los órdenes de la vida evaluamos y jerarquizamos: el mejor coche, el mejor restaurante, el mejor cirujano… Son célebres los duelos entre Haendel y Scarlatti, y Mozart y Clementi.

–¿Cómo define su relación con el piano?

–El piano es mi amigo, forma parte de mi vida y en su compañía viajo cada día al maravilloso mundo de la música y siento las emociones asociadas a ella. Eso sí, es un amigo exigente y al que hay que cuidar.

–¿Cómo valora la improvisación? ¿Cae en la tentación de la componer?

–Me impresionan los buenos improvisadores. Mis profesores y amigos Luis Ángel Martínez y Emilio Otero son auténticos maestros. A veces pruebo un poco y me resulta muy interesante como medio para conocer la estructura de las obras. A excepción de pequeños fragmentos en mi niñez y adolescencia, no me he puesto a componer en serio. Igual más adelante.

El concierto

En datos. Sala Pereda. 19.30 horas | Jueves clásicos. Francisco San Emeterio, piano.

Piezas. F.J Haydn Sonata Hob XVI/:40 en Do mayor. Allegretto inocentemente - Presto/ F. Chopin Tres polonesas: Op.26 nº1, 2 y nº6 Op.53 'Heroica'./ E. Granados Danzas españolas nº2 y nº5. /G.D Jerez Metaludio IV, Vol.V Pavana triste 'Homenaje a Antonio José' Dedicada a mi amigo Francisco San Emeterio./ S. Rachmaninoff. Estudio Op.33 nº6 en Mi menor Momento musical Op.16 nº3 en Si menor Humoresque Op.10 nº5./ F. Liszt Rapsodia húngara nº6.

–¿Corrobora eso que dice Joaquín Achúcarro de que «hay pianos aliados, enemigos y traidores»?

–Me encanta esta apreciación del maestro Achúcarro. Los pianistas y los organistas no podemos llevar, salvo algunas excepciones, nuestro instrumento a las diferentes salas en que tenemos que tocar. Eso genera incertidumbre. Hay pianos que te ayudan. En ellos funciona todo lo que has preparado en tu estudio y hasta tocas mejor. Son los «aliados». Los «enemigos» te lo ponen todo difícil. Los «traidores» muestran una cara amable cuando los pruebas pero luego no responden como pensabas y te ponen en dificultades durante el concierto.

–¿Cambia de algún modo la partitura con el paso del tiempo, o es el pianista el que explora nuevas posibilidades?

–La partitura encierra en sus notas escritas música viva, dinámica y llena de posibilidades. Pero para existir como música necesita materializarse en sonidos a través de la interpretación. Cada nueva versión es un hecho único resultado del estudio y de la evolución de los agentes en juego: intérprete y oyente.

–¿Ha cambiado nuestra forma de escuchar?

–Como resultado del mundo de inmediatez y tecnología que nos rodea, tengo la sensación de que la escucha atenta se está perdiendo. A las nuevas generaciones les cuesta concentrarse y si lo consiguen es por poco tiempo. Supongo que sea el resultado lógico del mundo de pantallas y estímulos visuales que nos rodea.

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