Secciones
Servicios
Destacamos
Con un café, antes de sentarse a un piano para continuar su jornada laboral musical, Alejandro Pelayo (Santander, 1972) habla con su habitual tranquilidad. Ni muy alto ni muy bajo, acostumbrado a buscar el ritmo adecuado. Ahora lo hace a través de las páginas de ' ... Todas las noches que fuimos humo' (Espasa), un cuidado volumen que supone su debut en la poesía. Lo presentará este próximo jueves (19.00 horas) en la librería Gil. Antes, mañana miércoles (19.00 horas), estará en el Centro Botín, en un acto organizado con la Fundación Gerardo Diego, junto a Nur Levi, para interpretar las composiciones que ha creado para el centenario del poemario 'Manual de espumas'.
–Debuta en la poesía. ¿Nunca es tarde para abordar nuevos reto?
–Es un debut en cuanto a la visibilidad. En cuanto al oficio, todo forma parte de lo mismo, del proceso creativo que, en mi caso, siempre desemboca en lo musical, pero siempre parte de la palabra. Un título, una idea, un concepto y llenarlo de contenido antes de ponerle música. La música es la consecuencia que yo mismo me planteo y me provoco desde la palabra. Construyo una especie de andamio y cuando se sostiene, le pongo música a eso que no sé lo que es y entonces lo quito. Esta vez ha cogido un sitio y una importancia que hace que sí, que sea un debut porque tiene entidad y visibilidad propia.
–Si la música es el final del recorrido, pero aquí no llegan a ese punto, ¿cómo sabe cuándo ha terminado un poema?
–Nunca nada se termina. Los músicos tenemos la ventaja respecto a otras profesiones, de que tenemos el escenario, un lugar que permite muchas posibilidades y vidas y continuar con esa búsqueda. Siempre todos estamos buscando algo que no acabamos de encontrar. Es como esas parejas que se sueltan la mano y uno de los dos continúa. Si no puedes cantarla no es una canción, pero tampoco es un poema, porque no ha nacido con esa intención, sino que quería ser la mitad de algo más. Las vas poniendo juntas para que no estén solas y se acompañen. Es como querer cuidar a un rebaño de canciones que fueron expulsadas del piano.
–¿Cómo construyó estos andamios poéticos?
–Tenía muchos textos, escribí muchísimo y me documenté como quien tiene un encargo. Quería saber cómo eran los personajes, más allá del deseo y de lo físico, en una historia de amor. Hay soledad, ternura, miedo, cosas que se guardan, lugares donde conviene tener un salvavidas. Busqué todo eso y llegó la pandemia.
–¿Y qué hizo entonces?
–Me fui con un disco terminado que ya se estaba fabricando, a una cabaña que tengo en Cantabria, donde no tengo piano, así que me llevé el andamio, que acabó teniendo casi 60.000 palabras. Sin wifi ni nada y noches muy largas de una primavera que pensábamos que iba a durar cuatro días y fueron cuatro meses, maravillosos, por otra parte. Estuvimos los cuatro juntos ahí. Mi hijo pequeño no sabía andar en bicicleta y cuando volvimos a Madrid se parecía a Orzowei. El documento cogió una identidad y un peso que ya no era el material para hacer un disco.
–Más allá de que se hayan dado las circunstancias, ¿había algún objetivo más en el hecho de publicar este libro?
–Son las cosas que uno se va preguntando a posteriori. Me saltan todas las alarmas, como cuando me llaman artista. Cuando lo dicen de mí, y no tiene que ver con la falta de modestia, me siento más cómodo en otros términos, como la artesanía. No hago nada que no haga un carpintero o un cocinero; construir algo que a algunas personas les gustará y a otras no. Estos días me estoy sintiendo muy raro, porque no estoy acostumbrado ni me quiero acostumbrar, porque no es mi lugar. No sé si volverá a pasar y si pasa, lo provocará la música.
–Hablando como lector, ¿si le hablo de 'Campos de Castilla', qué le viene a la cabeza?
–El colegio. Son las primeras lecturas obligadas que a nadie le apetecía y después te das cuenta de que haber leído a Machado, Delibes y Unamuno, era un enorme acierto. Con mis hijos lo he hecho; obligarles a hacerlo. No es negociable. Es como comer verdura; de primeras no apetece tanto, pero es lo más sano y que te va a hacer bien. Es nuestro tesoro más grande, nuestra identidad, lo que somos.
–Hablando de identidad, ¿siente que se muestra más intimidad con la música o con los poemas por escrito?
–Para mí las dos cosas van en paralelo y son lo mismo. Si alguien tuviera la curiosidad de coger el libro y ponerse el disco, son dos cosas contadas desde dos lenguajes diferentes, pero están contando lo mismo. En lo musical no me siento tan expuesto, es mi lenguaje y en los últimos 16 años hemos hecho unos 5.000 conciertos. Ya estoy acostumbrado. En el papel, a pesar de la novedad, creo que la palabra esconde más cosas que la música. En un escenario o una canción no te puedes proteger, porque la música traspasa idiomas. Da igual la resistencia que oponga el que está escuchando; si la música llega, te atraviesa aunque tú no quieras y estés pensando en la colada.
–Ha contado con Barbara Lennie y Tristán Ulloa para la presentación en Madrid. ¿Se plantea otras escalas similares?
–Fue muy bonito porque, cuando alguien lo lee está muy bien, pero cuando lo hacen dos actores con tanto oficio y talento, cuando la palabra se pone en pie con esas dos voces es muy emocionante, para mí el primero, que estaba en el piano tocando y de repente el texto es mucho mejor que lo que yo he escrito. Ojalá lo podamos volver a hacer. Tenemos pendiente una cena y les propondré matrimonio a los dos.
–Hay también un cántabro cerca de su trabajo, Miguel Losada, diseñador de Pizzicato Estudio. ¿También le pedirá matrimonio?
–Tendría que montar una secta. Con Miguel tengo una colaboración singular, porque hacemos cosas sin pedírnosla de una forma concreta. Me manda ideas que se adelantan a lo que yo pudiera estar pensando o necesitando unas semanas después. Vamos descabalgados en el tiempo por la carga de trabajo y me gustaría tenerlo en exclusiva pero no tengo presupuesto. Ahora vamos a hacer un proyecto para la Fundación Gerardo Diego y estoy feliz de que nos hayamos encontrado y tenerlo de cómplice.
–¿Qué le gustaría que pasara a partir de ahora?
–No suelo trabajar mucho las expectativas porque así me evito frustraciones. El objetivo ya está cumplido y saciado y lo que venga lo celebraremos como algo inesperado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.