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Paula Díaz Revuelta
Torrelavega
Domingo, 29 de agosto 2021, 12:33
Hay actuaciones encima de un escenario que tienen más verdad que algunos telediarios; la de Califato ¾, que comenzó con una de ellas: la voz de Jordi Évole preguntando sobre esas cosas de temática social que nadie quiere preguntar. No es común que la banda ... por la que has comprado una entrada te invite a seguir acudiendo a sus conciertos «porque tiene que seguir pagando la hipoteca», y no por poco común deja de ser menos verdad. Ahí, de nuevo, la realidad golpea fuerte.
El quinteto andaluz presentó anoche en los jardines de La Lechera de Torrelavega su nuevo trabajo, 'La Contraçeña' (2021), un álbum que vio la luz en febrero de 2021 tras un proceso compositivo intensivo en una casa de Ronda, Málaga. Allí sonaron 'Indiô der çûh', 'Canelita en rama' y 'Te quiero y lo çabê', tema con el que la banda despidió su espectáculo ante lo que, ya a aquellas alturas de la velada, se asemejaba más a una rave desafortunada —las circunstancias no invitan a ello— que a un concierto en el marco de un festival organizado por segundo año consecutivo con medidas covid. Al menos en las primeras filas.
Califato ¾ tuvo tiempo encima del escenario para recordar la opresión del pueblo gitano con 'Camino de Aghmat' (2019); para acercar el folclore a un público joven —y no tan joven—, y para poner en valor a la 'feria' como concepto —en anteriores ediciones el festival 'Torrelavega en Vivo' respondía al nombre de 'Rock en la Feria'—, ese ocio al que sienten particular apego en el hemisferio sur del país.
Hasta aquí todo bien. Pero la noche ganó protagonistas cara al final del concierto, cuando un grupo de personas trató de introducir al recinto elementos circenses, hecho que no sería reseñable si no fuera porque, ante la llamada de atención por parte de las autoridades, lo que aparentemente empezó siendo una broma acabó con una discusión y forcejeo entre tres miembros de seguridad del festival y una mujer que, según testigos, les escupió. El encontronazo derivó en varias persecuciones dentro del recinto que retiraron el foco de atención de encima del escenario para ponerlo debajo. Lamentablemente.
Desde aquí, un mensaje a quien corresponda: respeten los oficios de quienes trabajamos durante un concierto. En primer lugar, los músicos, que aunque persigan la guasa en sus canciones se vieron obligados a llamar a la calma durante el episodio: «Sería una pena acabar mal después de todos los kilómetros que hemos hecho para estar aquí». En segundo, a la organización, que trabaja para que se puedan seguir celebrando eventos, aunque quizá de aquí en adelante tenga que ser más estricta con el control del uso de mascarillas. Y, para finalizar, respeten el trabajo de camareros, limpiadores, técnicos y tantos otros profesionales. Lo que para unos es diversión, para otros es un empleo..
Pero seamos prácticos y quedémonos con uno de los mensajes que lanzó Manuel Chaparro, vocalista de la banda, durante su actuación: «que cada hogar sea una escuela».
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