80 artistas, 15 salas, 40 eventos. Llega Sound Isidro

Dentro de todo lo que se puede discutir en torno a Babasonicos, hay algo que no: es uno de los grupos fundamentales para entender el devenir del pop latinoamericano de los últimos treinta años. Cinco años después de su último disco, la banda argentina ha sabido responder a la expectación con uno de los mejores álbumes de su carrera: «Discutible» (Sony Music, 2018) es uno de sus cancioneros más impredecibles, pero también un manifiesto ideológico-filosófico en sí mismo. Tras varios años sin pisar suelo español, el combo capitaneado por Adrián Dárgelos se enfrenta a su concierto más importante en Madrid dentro de Sound Isidro.

Creció en el área metropolitana de Los Ángeles hablando con su madre en hondureño y con sus colegas del barrio en inglés y buceando en la caja de cintas de casete de su padre, encontrándose con algunas de The Beatles o Pet Shop Boys. Pareciera que eso puede explicar cómo Lorely Rodríguez consiguió convertirse en Empress Of, una de las artistas más singulares del pop urbano de los últimos años. Pero por ella hablan sus canciones. Sobre todo, la de «Us» (XL Recordings / Terrible Records, 2018), un disco ineludible en las listas de lo mejor del año pasado en medios de todo el mundo, pero también un escapulario plagado de melodías burbujeantes, a caballo entre el r&b-trónico, la latinofilia de baile y la ruptura con los imaginarios con las antiguas divas pop.

Icono indiscutible del pop chileno del siglo XXI, bandera de la última ola de pop latinoamericano, Javiera Mena hará un hueco en su agenda de 2019, que la acaba de llevar a escenarios como el del festival Coachella, para protagonizar una de las noches más pop de esta edición de Sound Isidro: con las canciones del reciente «Espejo» (Sony Music, 2018) y de su reciente nuevo single prenavideño [«Alma» (Sony Music, 2018)], la de Santiago llenará de melodías, coreografías e himnos contemporáneos su escenario.

PEDRINA [Colombia]

Has cantado «Enamorada» en fiestas de pueblo, en películas mainstream, en verbenas tropicales y mientras hacías abdominales aquel único día que fuiste al gimnasio con los cascos puestos. Pero Pedrina, ahora sin Río, ha conseguido ampliar su campo de influencias en «Prisma» (Autoeditado, 2018), su debut en solitario. Con ayuda de su ex compañero y otros secuaces (como su compatriota Martina La Peligrosa y el argentino Juan Ingaramo), la artista colombiana ha conseguido acercarse tanto al indie de autor como a la música disco, el estándar moderno, el r&b latino, el ska o el pop alternativo ultramelódico.

En un momento en el que la música independiente argentina necesitaba un cambio urgente, Las Ligas Menores comenzaron a asomar su cabeza. A ocho años de que dieran sus primeros ensayos y conciertos, el quinteto argento es uno de los mascarones de proa de la última gran movida indie de su país. Así lo demuestra la internacionalización de un proyecto que, con tan solo dos discos, suenan como relevo y alternativa de sus hermanos musicales Él mató a un policía motorizado, y que en los últimos dos años los llevó a recorrer todo el continente americano [incluida una actuación en Coachella] y una primera gira por España acompañando a Carolina Durante, que ha generado un fanatismo por la banda de Buenos Aires que nos ha obligado a programarlas en Sound Isidro, tan solo unos meses después de su última visita.

«Negra, transexual, pobre, superviviente de un cáncer sin cumplir siquiera los 30 años», parece la sinopsis de una historia de terror y superación; pero, en realidad, así ha sido la vida de Linn Da Quebrada, y así la describían en El Salto hace tan solo unos meses. La artista paulista es uno de los azotes de Bolsonaro, y una de las caras visibles no solo del queer pop carioca (ese que comparte junto a otrxs artistas como Liniker, Gloria Groove, Mulher Pepita o Lia Clark), sino también del nuevo sonido urbano brasileño: ese que se reapropia de la favela funk que les había birlado Diplo a principios de siglo, pero que también plantea una suerte de «neoreggaetón a la brasileña» sin escatimar en discurso anti-heteropatriarcal (no hay más que escuchar «Enviadescer») ni en perreo carnavalero.

Escuchando sus canciones, nadie pensaría que El Búho nació en el norte de Inglaterra. El británico ha encontrado hace una década su personalidad musical en el sonido que habita en los bosques, ríos y montañas de Latinoamérica: de las tradiciones del continente americano es de donde ha conseguido extraer los cimientos de un sonido que lo ha erigido como uno de los mejores arquitectos de ese cruce sonoro entre ritmos folclóricos y cadencias propias de la electrónica de vanguardia. Con «Camino de flores» (Shika Shika, 2018), su segundo álbum largo, bajo el brazo, el británico protagoniza uno de los conciertos más eclécticos, orgánicos, transfronterizos y bailongos de esta nueva edición de Sound Isidro.

Compañeros generacionales de Él mató a un policía motorizado o Las Ligas Menores, la banda platense es una de las más reconocibles de ese indie argentino que consiguió traspasar fronteras internacionales y que ha conseguido calar hondo tanto en los circuitos más mainstream (desde Operación Triunfo a los Grammy), como también en la reivindicación que algunos de los festivales y bandas más importantes del mundo. No es la primera vez que aterrizan en nuestro país, pero ahora sí consiguen hacerlo con más cuerpo y con nuevo disco bajo el brazo, «Madura el dulce fruto» (Laptra, 2018), un devocionario al indie de autor más destartalado y emocional, romántico y críptico, con ecos que van de Sonic Youth a Sebadoh o Daniel Johnston.

No tiembla ni le da miedo a Tatiana Hazel leer en algunos de los portales de prescripción musical más importantes del mundo rótulos como: «conoce a la cantante autodidacta que es la futura heroína de su Chicago natal». No le da miedo porque Tatiana lleva desde los 13 años colgando vídeos domésticos a YouTube; y la mayoría de edad la encontró en una curiosa situación: su registro está tan cerca de Regina Spektor y Kate Bush como de Jain o Pedrina, su registro se mueve a gusto en una contracción aparentemente imposible, pero posible en ella, entre el r&b, la cumbia, la indietrónica y el reggaetón. Lo mismo canta en inglés que en español en la misma frase; del mismo modo que se saca de la manga uno de los debuts más estimulantes del último año, como el EP largo o el LP corto «Toxic» (Autoeditado, 2018), en el que canta a las relaciones tóxicas, que diseña su propia ropa. Muchas cosas pueden cambiar después de su bolo en Sound Isidro.

Hay intimidades que pasan por encima de la carne, como un láser translúcido que toca directamente el hueso. La brasileña Labaq consigue ese efecto con sus canciones: es y no es, a la vez, cantautora, icono indietrónico, nova-bossa-nova, exploradora pop, una songwriter tan cerca del indie-folk como del r&b. En cualquier caso, la paulista es una prestidigitadora que se mueve por una fina línea de muchas cosas, para conseguir ser ella. Este año, su carrera se internacionalizará definitivamente, publicando el sucesor del exitoso «voa» en hasta tres mercados diferentes: el flamante «Lux» (Raso Estudio, 2019), que es una linterna crítica, un escapulario de canción protesta avant-garde que combate la era de las sombras del gobierno de Jair Bolsonaro.

Aunque sea de Santiago, Ortiga se ha creado un espacio diáfano en el que combina su pasión por la música latina y por las sesiones vermú de las verbenas gallegas. Pilló por sorpresa a muchos el final de unos Esteban & Manuel que se habían labrado un nombre en la cumbiatune, o en la verbena indie de Galicia y más allá. Pero, como no hay mal que por bien no venga, se mejora lo presente. La mitad de aquel dúo recupera algunas de las marcas reconocibles de su proyecto anterior, pero lo lleva a un nivel superior en ORTIGA: un espacio en donde cohabitan la salsa y el heavy metal, las tazas de la Rúa de Santiago, el mambo y los himnos indiecore, los riffs AOR y la cumbia de verbena de pueblo. Un exploitation en sí mismo que oposita a convertirse en una de las grandes revelaciones del año.