Dame pop y dime tonto, pero dame pop
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Sidonie reiteran en Torrelavega su capacidad de entrega y disfrute comunitario ante más de 700 personas«Estoy emocionada». Mujer. Profesional. Independiente. Poco más de 40. Habitual en conciertos. Primera vez viendo a Sidonie. Nivel de disfrute: 8 sobre 10.
Si es usted de los que cree que de la pandemia saldremos mejores, pase al cuarto párrafo.
Si, por el contrario, ... se conforma con creer que saldremos distintos, siga aquí. «No esperaba nada este verano, así que esto es una maravilla«, explica la fémina autora de la primera afirmación. No podemos dejar en manos de una crisis global lo de cambiar de personalidad. No tiene pinta de funcionar. Pero sí podemos aprender a valorar las cosas pequeñas. Y esta, queridos lectores, es la magia del pop.
Los Jardines de la Lechera fueron la noche de este sábado territorio del baile disco, de las habaneras románticas, los estribillos a gritos y la felicidad que producen las cosas fáciles. Ojo, fáciles, que no sencillas.
Sidonie tienen entre manos, como casi todos, un año raro. Un disco, 'El Regreso de Abba', parado por la pandemia. Un libro, que da forma a ese disco con el que comparte nombre, presentado a medias, en el que se recoge el riquísimo y amplio mundo interior del inquieto vocalista. Y una gira que retoman (este es el tercer concierto) con una entrega que no conoce dobleces.
Marc Ros, Jes Senra y Axel Pi son flacos, irreverentes y cálidos. Capaces de transmitir a 700 personas la emoción, la cercanía y la diversión que sienten cuando se suben al escenario. Cómo lo echábamos de menos, ellos y nosotros. «No os vamos a dar la paliza con lo de la pandemia», dejó claro Ros desde el principio. Gracias, pensamos todos. Tengamos 95 minutos de paz mental. Y esa hora y media larga comenzó con un clásico, 'El incendio' (2009) que hizo honor a su título y puso a «bailar» al respetable desde el minuto 1. Entrecomillamos lo de bailar porque la imposición de no moverse de la silla, da para lo que da, y a quien quiso pasarse la norma por el arco correspondiente, se lo llevó la Policía Local en medio de un extendido solo de guitarra. Cosas del covid veredes, querido Sancho.
Sonó 'Fascinados', sonó 'Costa Azul' con un arreglo que driblaba hacia aires de jazz, sonó 'Nuestro baile del viernes', que fue un poco el de todos y llegó, como nueva protagonista, la misteriosa y reciente Abba. Poco misteriosa, en realidad, porque el público la coreó como una más. Más complicado fue replicar el estribillo de 'Portlligat', pero tampoco tenemos costumbre de prodigarnos con las hermosas sonoridades de las lenguas cooficiales.
Acompañados en esta gira, de nuevo, por Edu Martínez y Víctor Valiente (destacables sus solos de guitarra), los catalanes tienen el don de difuminar la preocupación durante un rato, de entregarse al disfrute común como si de una fiesta de amigos se tratase. Y si no se puede uno pasear a hombros entre el público como es tradición, pues Ros, luciendo muslo, que no músculo, se echa unas carreras entre las sillas, intentando sentirse más cerca de lo que este ser invisible y amenazador impide. Esta noche se repartieron también la responsabilidad de las voces, con un Jes mucho más presente y entre bromas, risas y poses, se fue calentando el tono un tanto perdido al inicio.
Cuando llegó la hermosa habanera tamizada, 'Por ti', hubo brindis con chupitos «por todos vosotros», declararon solemnes. Tanto como Axel explicaría casi al final del concierto; «Que estéis aquí significa que hace un tiempo, añorando lo que teníamos, añorando a este humilde grupo, decidisteis comprar entradas y venir a vernos. Pensábamos que no podríamos tocar hasta 2021 y tenemos el privilegio de estar aquí», dijo con la emoción atascada en la garganta. «Nada tendría sentido si vosotros no estuvierais aquí también. Un enorme abrazo a todos lo que lo hacen posible». Piensen por un momento en estar en la calle, en una norteña noche agradable, tras tantas semanas de soledad extraña, compartiendo esa sensación de recuperar aquello de lo que nos han privado, de manera inesperada, de sacarse de dentro los miedos a golpe de melodía y olvidar durante un breve lapso que la vida, allá afuera, está complicada. Quizá no nos salgan rosas de la boca. Quizá las calles no se vuelvan playas al andarlas. Quizá todos seamos esa isla que no sale en los mapas. Pero cuando repartimos el peso entre varios hombros, la carga siempre es menor.
Alberto, Ana, María, Tomás y Juan, que parecen la canción de Amaral, han exprimido cada minuto.'Estáis aquí', reza el tema, casi himno. Y ahí estaban. Entregados. No poder ponerse de pie ha sido un inconveniente, reconocen, pero han disfrutado (una vez más y van casi veinte en algunos casos), ha merecido la pena, explican nerviosos, atropellados, sonrientes.
Adrián tiene 7 años y una mascarilla plagada de emojis. En la segunda fila, ha mantenido firme su postura hasta que ha empezado a sonar 'No sé dibujar un perro'. De pie, con los brazos en alto y su escaso metro de altura, se ha metido en el papel de un fan entregado. No es para menos. Es su segundo concierto de Sidonie. En el primero tenía 4 años. Hoy se lleva, además, «un tesoro»; el setlist del escenario. «Son geniales y espero que duren muchos años», dice muy serio. Nosotros también, Adrián. Y que podamos bailar de verdad mientras tú creces en un mundo menos sobresaltado.
La magia del pop es que, tras su aparente simpleza, toca todo aquello que nos mueve sin obligarnos a la reflexión profunda. Nos hace sentir, más que razonar. Ahí caen el amor, el desamor, la rutina, la amistad, los vicios y las historias comunes que podría protagonizar Sally en Minnesota o Susana en Cadaqués. Debates sobre alta y baja cultura, en otro momento, por favor.
Decía el afamado Phil Spector, desagradable persona, pero notable productor, que el pop «tiene la espontaneidad que no tiene ningún otro estilo; lo que ves es lo que hay». «Tiene sus limitaciones armónicas y la gente no para de decir que las letras son banales, que por qué ya no se escriben letras como las de Cole Porter; pero es que tampoco tenemos presidentes como Abraham Lincoln», declaraba en una entrevista a Esquire. Era 1963 y el pop llevaba una década moviendo los cimientos de la cultura de masas tal y como estaba establecida. Algo que ya no dejaría de hacer hasta el día de hoy. Quizá si ahora preguntásemos quién era Cole Porter se extendería el silencio con ecos reggaetonianos, pero, a cada época, su propia dosis de ignorancia.
Durante un espacio de tiempo efervescente, el género más vilipendiado nos ha regalado, de la mano de cinco tipos peculiares, un rato de plena felicidad. Y qué quieren que les diga, tal y como están las cosas, eso ya es mucho. De hecho, es maravilloso oh oh.
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