Hay una manera de distinguir la buena música de la mala. No es infalible, pero a veces funciona. Consiste en saberse perdido, descolocado, superado por la propuesta en general. Hay quien llega a sentir un poco de miedo, incluso. Sea como sea, una vez que ... las brújulas se han vuelto locas del todo y apuntar las canciones del 'set' deja de tener todo tipo de sentido, la pregunta que se formula el asistente con un mínimo de honestidad con el artista siempre acaba siendo la misma: ¿pero qué ha pasado aquí? Con Fuel Fandango no hace falta que transcurra una hora y media de concierto para llegar a esa conclusión. Basta con que, aún sin saludar, Cristina 'Nita' Manjón aletee su abanico y baile con su sombra en un círculo de flores; basta con que, absorto en las cajas de sonidos, teclados y demás cachivaches sobre el escenario, Alejandro 'Ale' Acosta rasguee los primeros acordes de su guitarra. Cuando el talento se une al buen gusto y a la bravura de desaprenderlo casi todo, el resultado es algo más que un recital inspirado en fondo y forma. 'Sólos', como se llama el formato que trajeron este jueves al festival Magdalena Deluxe de Santander, es una demostración atinada y pulida de lo bien que se pueden llevar la música orgánica y la electrónica, pero sobre todo una culminación más que interesante del sonido que el ecléctico dúo viene insinuando desde hace más de 13 años. Cuando el público se da cuenta de que lo que está viendo vale todo eso, entonces sí, esa inseguridad inicial pasa a ser gozo, placer… Felicidad.
Poco importó la entrada, que dejó un puñado importante de sillas sin ocupar, o los síntomas de vergüenza que demostró un público más bien retraído al inicio del concierto. Fuel Fandango acabó con los complejos y se entendió rápidamente con el respetable, presa fácil de ese magnetismo impagable que desborda la dupla musical. La afinidad que Manjón y Acosta demuestran sobre las tablas dio alas a una noche que parecía abonada quizá no a las calabazas, pero sí a una suerte de 'te quiero como amigo'. Ese presagio duraría cerca de media hora, no más, en una primera oleada de canciones dominada por 'Huracán de flores', 'Estamos solos', 'Medina' o 'New life', a cada cual más correspondida gracias -en una parte muy importante- a la prodigiosa voz de la cordobesa, afinada y entregada durante toda la cita.
A partir de ahí, Fuel Fandango hizo florecer el jardín de la campa como pocos colegas de cartel en lo que va de festival, dibujando un círculo virtuoso que entendió de afecto y miradas cómplices en 'La primavera', valiente y agradecida, y hasta de palmas flamencas en 'Despertaré'. Justo después de éstas, con un interludio inspirado y bien hilado a propuesta de Acosta seguido de una poderosa interpretación de la 'La grieta', esa sensación bien entendida de extravío, riesgo y trance pasó a ser una realidad innegable entre la asistencia, para entonces entregada y dispuesta a acompañar al dúo a donde hiciera falta. También a los 'Romances', un lanzamiento inminente de colaboraciones con otros artistas que el dúo anticipó con 'Iballa' -en cuya versión de estudio participa Mala Rodríguez-. Las manos arriba y los coros cada vez más potentes sonando a través de la mascarilla revelaron el éxito de la propuesta híbrida de la pareja. Las flores tendidas sobre el escenario ya no se podían marchitar.
Porque Fuel Fandango salió a buscar la risa y la encontró. Lo hizo en cada giro flamenco de Manjón y en los desarrollos e improvisaciones de Acosta en la segunda parte de los temas, respondidos con una ovación cerrada en 'Always searching nature' y también en 'Salvaje', el momento cumbre de la noche de no ser por la brillantez con que ambos rindieron tributo a 'La llorona'. El desgarro con que sonaron las cuerdas de guitarra y voz durante la versión de la canción popular mexicana marcará sin duda el recuerdo más indeleble del concierto de este jueves, consumado finalmente con la «parranda» de 'Mi danza' y 'Toda la vida'. Quizá para los miembros de seguridad la imagen más difícil de borrar quede en estos últimos compases de la cita, en el que la cantante se tomó la licencia de invitar al público a despegarse de esas «sillas malditas» para levantar al público en rebeldía contra las medidas de seguridad, hasta entonces cumplidas de manera escrupulosa.
Olvidando esa última sublevación de apenas cinco minutos, lo que Fuel Fandango demostró este jueves en Santander es que su propuesta, además de ser una de las más imaginativas y valientes del panorama actual, guarda inspiración y talento para rato. El posmodernismo de Manjón y Acosta plantea una inmersión interesante y acertada en el universo de los palos flamencos y la electrónica. Lo que en el caso de otros grupos resulta en una cámara de ecos casi insoportable, termina siendo un cuadro atractivo y carismático cuando se trata de la cordobesa y el canario. Es posible que la diferencia entre unos y otros sea sólo una cuestión de 'Alma, corazón y vida', como deslizaron Los Panchos a través de la megafonía en cuanto se encendieron las luces.
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