La vuelta al mundo en violín de Malikian
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El intérprete armenio cuelga el cartel de completo en Torrelavega, con su show en formato intimistaHablemos de pelo. Al fin y al cabo, durante varias semanas ha sido una de las preocupaciones recurrentes de todo un país. De varios. Millones de personas confinadas veían como la naturaleza, la capilar, seguía su curso. Y cual fieras liberadas, hay quien celebró la ... normalidad entre tintes y olor a laca, antes siquiera de volver a ver a la familia.
Cuando del mundo del espectáculo se trata, el pelo es marca de la casa. Vean si no a Frank Zappa, a Marc Bolan, el sempiterno cardado de la Caballé, el icónico peinado bicolor de Mónica Naranjo o las trenzas de Willie Nelson. Podríamos poner ejemplos durante líneas y líneas. ¿Se imaginan la posteridad de La Movida sin sus crestas? ¿Y qué habría sido del heavy metal si sus artistas hubieran descubierto la keratina?
En el caso de quien nos ocupa, ese desordenado lustre capilar es parte de un todo que configura esa imagen alejada de la rectitud que se presupone a un intérprete de música clásica. Si algo ha hecho Ara Malikian a lo largo de su trayectoria, ha sido romper esquemas.
Este jueves noche, en Torrelavega, acompañado al piano por el cubano Melón Lewis, hizo alarde de esa ausencia de límites creativos. Pasadas las diez de la noche, el sonido del violín, en solitario, se coló entre las sillas de unos jardines en los que no quedaban huecos. De negro, como suele, a excepción de su mascarilla, el músico armenio deambuló con calma hasta llegar al escenario. Y ahí comenzaría su particular delirio de cada sesión.
Con 'Bourj Hammoud', Malikian viajó a su infancia. A los sonidos e imágenes que pueblan sus recuerdos, más allá del conflicto o la guerra, que llegarían más tarde. Tras interpretar un fragmento de la ópera 'Orfeo y Eurídice', siguiendo el recorrido imaginario, se trasladó hasta aquella Alemania que lo acogió siendo un adolescente, el viaje repetido por miles de personas que aún hoy huyen de una guerra en el mismo país, y donde se especializaría, según contó, en amenizar bodas. Judías concretamente. Los ecos de la música klezmer sonarían en 'Pisando flores', uno de sus temas más populares, extraído del disco que hizo de Malikian un violinista mediático; 'Pizzicato', del año 2013. La diferencia es que a Malikian, hoy, no se le trata como un número. Cuando la fama ocupa el lugar de la pobreza, la palabra inmigrante pierde su connotación negativa.
El armenio equilibra su repertorio instrumental con buenas dosis de charla. A falta de versos, buenos son chistes, chascarrillos e historietas. Historietas que son retazos de la suya propia. Porque Malikian, que ha vivido tres vidas en una, podría ser personaje de cuento, de cómic o de película. De hecho, lo es; 'Una vida entre las cuerdas' recorre su periplo vital, con la inestimable visión de su compañera, la actriz y directora Natalia Moreno. Desde la guerra hasta las salas más prestigiosas del mundo.
Hubo tiempo para valses, milongas, campanas y también para el pop, pues uno de los rasgos de su repertorio es la reinterpretación de temas internacionales, como el 'Bachelorette' de Bjork, 'Sweet Child of Mine' de Guns N´ Roses, o el 'Kashmir' de Led Zeppelin. Durante su concierto, no hay margen para la pausa. Violín al hombro, salta, gira, se contonea, como una versión musical de Patry Jordan. Incombustible.
A quienes critican la falta de virtuosismo de Malikian como una tara, habría que recomendarles que se sentaran entre el público, a escuchar con la misma curiosidad. Que comprobaran la conexión que esa especie de humilde ingenuidad sin cura traslada. O te gusta o le aborreces, pero es justo reconocer que gracias a este hippie saltarín, nombres como Paganini, Dvorak, Tchaikovsky o Gluck se quedan en la lista de referencias del gran público. Un logro que no ha conseguido la EGB, la LOGSE, ni los realities repetidos en cadenas generalistas.
Entre el público, todos los perfiles. Mascarillas diseñadas por cierto grafittero de renombre, coderas de pana en visitantes con acento andaluz, el alcalde y el excalde de la ciudad -a la sazón, su padre- compartiendo mesa. Y en las primeras filas, Paqui, que ha establecido con su hijo una tradición; cada vez que Malikian actúa en Cantabria, acuden juntos a verle. Hilos que la música cose.
Hilos de violín. Cuerdas de arco que se rompen. Cordones que bailan. Flecos que giran. Parece mentira que rodeado de tantas cuerdas en su atlético cuerpo, Malikian transmite tal sensación de libertad. Un privilegio solo apto para valientes. Decidan o no seguir el camino recto, piensen que gracias a la música, durante un rato, pueden disfrutar la liberadora sensación de soltarse el pelo. Prueben.
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