Otro país, otra ciudad, otra vida, pero las mismas canciones
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Amaral, en formato acústico, repasó en Torrelavega su trayectoria en una noche cargada de emoción y cercaníaEs una sensación interesante esa de darse cuenta, de pronto, de que uno sabe más de lo que creía saber. Salvo que tenga, claro, el cerebro de corcho y la nueva certeza produzca la misma emoción que estrenar felpudo: ninguna
En un concierto de Amaral ... se da ese fenómeno intangible. Un acorde que hace balancear el pie, un estribillo que corear sin esfuerzo, un cambio de tono que se reproduce como si supiéramos algo de armonía. Y así, una canción tras otra, de un disco reciente o un álbum de hace quince años. Esa comunión es mágica. Y magia hubo en Torrelavega este jueves noche en el Viva la Vida.
Tras la introducción con 'All Tomorrow´s Parties' a cargo de la Velvet Underground, Eva Amaral y Juan Aguirre salieron al discreto escenario con mascarillas negras y sus guitarras. Nada más. Ni efectos de luces, ni banda arropando, ni grandes despliegues impactantes. No lo necesitan. Superan la prueba de las distancias cortas, tan peligrosas en la música barroca ( en cuanto a capas, adornos y rellenos) que se reproduce cual plaga hoy en día. Como si fueran aquella pareja que se cruzó hace casi treinta años en Zaragoza, dejando atrás bandas caducas y creando juntos un proyecto que resiste al paso del tiempo como si en manos de un experto anticuario se encontrase.
Comenzaron sus 95 minutos de concierto, un cancionero «nada menor», con 'Señales', parte de su último disco, 'Salto al color', publicado en 2019 y detenido en el tiempo este extraño ejercicio par. Y en la segunda canción, un retroceso de 15 años para encontrar su sitio en 'El universo sobre mí' en el que cantan al espíritu olvidado del verano del amor. Ese espíritu que parece faltarnos ahora, pero que reaparece si una guitarra le da paso. «Lo que hacéis -dijo Amaral dirigiéndose al público- es un canto a la vida que nunca podremos agradeceros lo suficiente, porque nos da la vida a nosotros». Para ellos, Cantabria era la tercera etapa de su vuelta a la actividad.
Cercana en todo momento, la poderosa zaragozana recordó cómo en el mismo lugar, hace un par de años, se cruzaron con La Pegatina y de aquel camerino en La Lechera acabó saliendo una colaboración musical. «Nosotros también estábamos aquí», responden desde las sillas, pulcramente colocadas, en un clima de naturalidad que se mantuvo toda la noche.
En el repertorio de 20 canciones, algunos momentos para destacar. Una singular versión de 'Revolución' , delicada y más firme en su mensaje incluso que cuando se reviste de electricidad. «Olvidar lo que nos separa y pensar en lo que nos une», cantaba la artista y 800 pares de manos rompieron en aplausos. Porque ahora todos somos un poco esa búsqueda de la fuerza común frente al enemigo letal e invisible. O el viaje al siglo XIII para honrar al trovador gallego Martín Códax, interpretando 'Ondas do mar do Vigo'. Extraño, sí, pero no chirriante. En 'Tardes', del año 98, la sorpresa llega con el cambio de roles, y es el tímido pero ubicuo Aguirre quien se hace con el micro. Y cómo no, 'Salir corriendo', escrita hace 18 años, cuando sobre la violencia de género no se discutía su definición con fines políticos; directamente no se hablaba del tema. De hecho, hasta un año después de publicarse, en 2003, no empezarían a crearse estadísticas sobre esta materia.
Casi llegando al final, tras un homenaje a Morricone con el que el dúo podría hacerse pasar por dos recién llegados de Austin, llegó el medley de 'Hacia los salvaje', con guiños a Paco Ibáñez y, ojo, a Roberto Carlos.
«¿Cómo estáis?, querían saber desde el escenario. «¡Mejor que en brazos», gritaban desde el césped. Una licencia al respecto; si el aplauso en un concierto suele ser unidireccional, en este caso, la gran ovación la merece el público. Por su talante y respeto a las normas. Sin aglomeraciones, con calma en las entradas y salidas, y demostrando que con mascarilla también se puede cantar. Demostrando que hay respuesta a las propuestas culturales bien armadas. Al menos los que estaban dentro del recinto. De aquellos que aprovecharon el 'palco' que ofrece la acera colindante, no hay valoración. En tiempos de escasas certezas, saborear momentos juntos es un privilegio que debe manejarse con seguridad. Y se puede.
Al cierre, tras 'Ruido', Aguirre y Amaral, emocionados, dieron las gracias por lo que calificaron como una noche inolvidable. «Creímos en el rock and roll, por eso estamos aquí, equivocados o no». Parece que no. Mañana, más.
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