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En el año 1999, se abrió en Cabezón de la Sal el estudio Vumeter. «Igual toca hacer algo», dice Javeta López Jato al caer en la cuenta de que es ya un cuarto de siglo a los mandos de la instalación en la que se ... han grabado más de 200 discos. Dos centenares de bandas, solistas, formaciones corales e instrumentales que han elegido este antiguo molino de 1759 para registrar sus creaciones musicales. Todo empezó «porque no sé hacer otra cosa», dice el castreño. Tuvo otro estudio y una productora de vídeo en Bilbao. Toda una vida dedicado al mundo de la música y el sonido desde muchas facetas. También como músico; es teclista, pero trabaja «un poco todos los palos». Que su mujer trabajase en Cabezón fue un aliciente para cambiar de lugar y dar el salto casi a la otra punta de Cantabria. La mayor parte de los días del año «con este espacio sobra». Y cuando necesita más hueco para grabar con orquestas, por ejemplo, acude a Gárate Estudio, en Andoain.
Echando la vista atrás, aún entre los escombros de la obra con la que acondicionaba el estudio, lo primero que grabó fue a un joven virtuoso de la guitarra clásica. El primer CD con Juan Carlos Gago o «el gran pianista» Alejandro Zabala con el que hizo un disco homenaje a Pepe Hierro que le permitió conocer al poeta fueron algunos de sus trabajos iniciáticos. «Después he ido grabando todo tipo de cosas de todo tipo de música que ni sabía que existían esos géneros».
De todos, puede que el folk sea uno de los estilos que más presencia tiene en la lista. «Les gustaba desde el principio, no sé por qué, cómo trabajamos. Probablemente porque al no venir de ese mundo, lo ves desde una óptica más fresca, con menos prejuicios». En ese sentido, encontró tres o cuatro submundos musicales que conviven entre sí, completamente de espaldas unos a otros. «A muchos músicos reputadísimos les preguntabas quién era Miles Davis y no lo sabían». Por eso «cuando les ofreces ciertas coloraciones musicales que se salen de la tónica general con la que están trabajando, sin salir de un mundo cerrado, les flipa». El jazz, la música clásica, algo de rock son las aguas por las que navega en la actualidad. «Estoy terminando las mezclas de The Spanish Peasants, un grupo que me ha gustado toda la vida y ha sido una gozada hacer este último disco», reconoce. Así, en las estanterías, junto a cajas, fotos o una máquina de café, una pequeña muestra deja ver a Gorka Hermosa, Marcos Cao, Nando Agüeros, Adriana Blu, Chico, Jimmy Barnatán, Paco Ibáñez, Et Incarnatus Orkestra, Orfeón Donostiarra, Briganthya, Gorka Benítez, Albert Bover, David Bustamante o Víctor Manuel.
«Creo que la clave del trabajo de un productor musical es intentar aportar algo que en ese momento el grupo no está viendo». Muchas veces, «dentro del bosque es como peor se ven los árboles», explica, y una visión externa puede ayudar «a transmitir esos puntitos que faltaban para dejar su idea bien plasmada; sin apasionamiento, desde fuera». Un puente que sobra o una guitarra haciendo una línea sencilla que levante el estribillo. «Sin llegar a tener un trabajo de arreglista musical, de pronto la canción tiene un no sé qué que le aporta intensidad y crecimiento». Ese es el plus, porque «aparatos tiene cualquiera». En general, todo el mundo acepta las sugerencias. «Lo único que hago aquí es cogerme de la mano con el músico y decirle: o triunfamos o nos ahogamos los dos», porque lo que no concibe, dice señalando la habitación contigua, poblada por micros, cables y un piano de cola, «es poner ese pantallón de cristal entre los músicos y tú; eso solamente es para el sonido».
Cantabria da para lo que da. «Esto es muy chico y con unas consideraciones un poquito atrasadas en cuanto a la valoración de la cultura en la sociedad». Eso y que somos «una comunidad con la población de Sabadell». No surgen proyectos que en otras comunidades sí cuentan con más apoyo institucional. A López no le gusta trabajar con subvenciones. «Tiene una faceta como de fracaso profesional; la cultura tiene que estar apoyada pero no financiada solo por dinero público». Dicho esto, menciona la singularidad de que este año, se hayan eliminado las ayudas a las grabaciones para profesionales.
¿Cuál es la utilidad de un buen asesoramiento? «Sirve para poner toda tu experiencia para que ese artista flipe y después le pase lo mismo al público». Porque las grabaciones tienen como meta abrirse al mundo. «No conozco a nadie que lo guarde para sí, así que mejor intentar que ese proceso sea lo mejor posible».
A la hora de hacer balance, tiene claro lo que valora: «Vengo a trabajar todos los días como si saliera al recreo». Una sensación casi infantil de ver qué va a pasar, qué acordes van a funcionar y que espera mantener. La variedad de su trabajo hace fácil alejarle del aburrimiento. «Siempre he dicho que soy muy malo para trabajar -bromea- pero tengo una capacidad de juego amplia; los músicos se caen a cachos y yo sigo probando otra toma».
La nostalgia no puebla su discurso. Ni compra el relato repetido de que todo lo anterior era mejor y que lo nuevo no sirve. «Jamás soñé con ver un panorama tan rico, inquieto y prolijo. Es incomparable con ninguna otra época de mi vida», dice. Ante la mitificación de la época de la movida, que fue un momento «muy importante porque veníamos de un luto de 45 años», realmente, matiza, la calidad cultural de aquello, no era la que se dice. «Ahora hay una combinación mucho mejor llevada de formación y el conocimiento musical es una ayuda inestimable». Ese cambio de chip ha dado lugar «a la barbaridad musical que tenemos hoy». Y sentencia: «El momento musical más dulce de cuantos recuerdo, ya está bien de llorar».
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