Secciones
Servicios
Destacamos
Hacia un año y ocho meses que José Imhof (Santander, 1978) no pisaba un escenario. Por eso el concierto del pasado martes supuso para el pianista una alegría añadida a la de poder tocar frente al público. Lo hizo, además, en su tierra ... y con las obras de dos de sus compositores favoritos, dos autores que conoce bien y de los que en breve publicará ambos discos: François Couperin y Philip Glass. Días después de la actuación y satisfecho por la acogido del público quería recordar la gran labor que desarrolla la asociación Amigos del FIS, organizadora del evento, y animar a los jóvenes más melómanos a formar parte de ella. «Tiene una gran tradición y es una fuente de la que bebemos los músicos de Cantabria para poder dar conciertos, pero los socios son ya son mayores y sería una pena que no haya renovación», comenta.
Él empezó a tocar el piano a los seis años y su carrera no se ha ceñido al camino habitual dentro del conservatorio pues ha desarrollado su educación musical principalmente de manera privada. Recibió sus primeras clases significativas de Michel Mañanes, hasta debutar en Santander a los dieciocho años con un concierto en el que se ganó el respeto de críticos y espectadores. Posteriormente ha adquirido gran experiencia en el escenario a través de sus actuaciones en las más importantes salas españolas como son el Auditorio Nacional y la Fundación Juan March de Madrid, Kursaal de San Sebastián, Teatro Principal de Vitoria o Centro Botín de Santander, entre otras. Para él, el piano, «más que un instrumento es un lugar. Un sitio que me permite experimentar retos y cosas increíbles aunque a veces me peleo con él, pero es el lugar donde siempre me descubro a mí mismo», según indica.
Toca cada día. «El piano es una disciplina diaria. Es como el deporte, si tú quieres tener un buen nivel no puedes dejar de entrenar», explica. Lo hace en su casa de Campoo, en la que vive y que tiene previsto convertir en una escuela y un lugar de residencia para otros músicos. Pero no es el único proyecto que tiene entre manos este pianista al que la pandemia le obligó el año pasado a cancelar y aplazar un buen número de actuaciones. «Terminé de grabar dos discos unas semanas antes del confinamiento y no los publicamos porque cuando lanzas algo así necesitas poder ofrecer conciertos para promocionarlos. Así que lo haremos ahora».
Uno de estos álbumes está dedicado al barroco francés y en él interpreta piezas de Couperin (París, 1668-1733). «Se trata de un programa que he tocado mucho en los últimos años» y el siguiente, con música más contemporánea, también es de otro de sus compositores fetiches Philip Glass (EE UU, 1937). «Con estos discos quiero cerrar un ciclo pues con ambos músicos he convivido mucho tiempo y me apetecía aportar a la comunidad musical mi visión sobre ellos. Eso no quiere decir que no los vaya a retomar en un futuro pues tienen mucha obra y estoy seguro de que volveremos a encontrarnos».
Sin embargo, es Beethoven el compositor que más le llama. «Si tengo que limitarme a un periodo histórico te diría que mi favorito es el final del barroco y el clasicismo, pero si tengo que elegir a un autor este es Beethoven, sin duda, y de hecho le he dedicado muchas horas este último año incluso durante el confinamiento. En el año 2020 se celebró el 250 aniversario de su nacimiento y muchos músicos recuperamos sus partituras. Yo iba a participar en un ciclo que organizó el Palacio de Festivales pero la situación sanitaria obligó a aplazarlo, aún así no dejé de tocarlo. He convivido mucho con él y me ha enseñado muchas cosas pues tenía una idea mucho más generalista del compositor y he podido descubrir la profundidad que tiene su música».
Sobre esa escuela «que pronto estará abierta» habla con una gran pasión. El covid y todo lo que ha conllevado le ha obligado a ir más despacio en el que es su proyecto vital más importante. «Pero ya va adelante. El espacio ya está y periódicamente voy recibiendo visitas de alumnos aunque de momento a nivel más reducido del que deseo».
Su intención es abrir las puertas de esa casona familiar que tiene en Campoo a alumnos que puedan reunirse, convivir, hacer música e invitar a otros intérpretes a dar alguna clase. «En definitiva, es un proyecto a largo plazo porque me gustaría dedicarme a él el resto de mi vida. Así que estoy deseando poder inaugurarlo».
Será una formación con un enfoque distinto y con su punto de vista personal sobre la música. Un espacio «mucho más libre» que las academias convencionales. «Mi deseo es que la convivencia diaria permita generar una reflexión y una comprensión de lo que significa la música. Que sea un lugar donde se pueden aprender técnicas de estudio y rutinas que se puedan llevar a cabo en el día a día para el manejo del piano. Incluso que se pueda hablar de repertorios y ayudar a los alumnos a elegir los compositores que sean más acordes a ellos porque no todos podemos ser pianistas generalistas y es interesante descubrir el estilo musical que más se adapta a sus manos», concluye.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.