!['Lagom' o el don sueco de la justa medida](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2025/02/12/children-k2OD-U230836246216G4G-1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
!['Lagom' o el don sueco de la justa medida](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2025/02/12/children-k2OD-U230836246216G4G-1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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Cuidado con las expectativas, como advierte Leyva: si alguien sospechaba que los dos puntos sobre la u escondían algo en el nombre de los Children of the Sün, que no se agobie. Ya lo aclararon ellos: «Somos los Hijos del Sol». Del sol (sun) y ... no del pecado (sin), como parecía sugerir la diéresis. O sea, que de 'viking metal', na de na: pop-rock canónico, entre el beat más clásico y la escuela ABBA, como predicaba el guitarrista en su camiseta.
Los suecos se emplearon a fondo en su visita a Escenario Santander, que les recibió en su formato 'Club' –es decir, estrechando las dimensiones de la sala, lo que acerca extraordinariamente a público y músicos– y estrenando el sistema de abonos, lo que se notó en una mayor afluencia de público que, como es costumbre en este ciclo, vino a descubrir con qué querían sorprenderle los programadores.
Y ahí chocaron las expectativas, pero no las de los espectadores, sino las de la banda. La primera sorpresa fue la evidente: la gente no les conocía. La segunda les costó asimilarla: el inglés no es nuestra lengua. Insistieron una y otra vez en comunicarse en esa lengua, desesperándose, cuando la bajista, callada hasta el momento de anunciar el puesto de 'merchandising', resulta que hablaba un castellano aceptable. La tercera y última es casi un prejuicio, el que dice que el público español es ruidoso y entregado. Que puede ocurrir incluso aquí, pero lo habitual en Cantabria son los espectadores diésel: arrancan fríos y tardan en calentar. Pero luego…
En fin, que los nórdicos tardaron bastante en coger el punto a la audiencia, enredados en un bucle de preguntas sin respuesta –«¿Queréis oír una canción nueva?», repetían, cuando para el público todas eran nuevas–; hasta que por fin decidieron que era mejor concentrarse en hacer lo que saben hacer. O sea, estoicismo a lo Séneca: «hagas lo que hagas, hazlo bien». Y vaya si lo hicieron.
Especialmente en lo vocal, de lo que se ocupan las hermanas Josefina y Ottilia Berglund Ekholm. La voz principal, la de Josefina, es de esas que rompen cualquier barrera, incluyendo la idiomática, y aunque se les habían ido la mano con el volumen, al final obraron ese pequeño milagro de poner a los asistentes a bailar, e incluso a corear canciones que oían por primera vez.
Y ya visto que todo llega a su tiempo, una vez conquistado ese equilibrio, el 'lagom' sueco, en las últimas canciones la banda finalmente se soltó, abandonando esa contención tan escandinava de la que solo se libraba el vozarrón de Josefina. Todo apunta a que, en su próxima visita, por fin el público les conocerá.
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Ana del Castillo
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