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Tres días, 33 conciertos, dos muertes, dos nacimientos, 500 000 asistentes, 250.000 más bloqueados en la carretera, un millón de dólares en deudas… El festival que se llevó a cabo los días 15, 16 y 17 de agosto de 1969 supuso grandes récords y ... definió las reglas de los festivales de música venideros.
El 50 aniversario de Woodstock nos brinda la oportunidad de analizar este acontecimiento histórico, cultural y musical, poniendo el acento en lo más importante: los conciertos. El guitarrista, periodista y profesor Julien Bitoun recoge todos los matices en un volumen que se publica el próximo 11 de junio (Libros Cúpula)
De Janis Joplin a Jimi Hendrix, pasando por los Who y Jefferson Airplane, cada hora es una historia que merece ser contada
El autor del prefacio y organizador del festival, Michael Lang, explica: «Cuando emprendimos nuestro viaje a Woodstock, mi mayor preocupación era que mensaje y música se apoyaran mutuamente. 'Tres días de paz y música' fue una forma de invitar a la contracultura de finales de la década de 1960 a reencontrarse en torno a la celebración de nuestros ideales, nuestra música y nuestro arte«, dice. »La música era nuestra forma de transmitir nuestro mensaje, y la mayoría de los grupos que actuaron en el festival compartían una inmersión profunda en nuestro mundo«, añade. Aparte de los nuevos talentos, como Crosby, Stills, Nash & Young, Joe Cocker, Mountain y Santana, »a los que escogí por gusto personal, confeccioné el programa teniendo presente esa idea«.
Como Woodstock se celebró mucho tiempo antes de la aparición de los teléfonos móviles, y como las emisoras de banda ciudadana no eran fiables, el escenario era el mejor lugar para mantenerse informado sobre lo que sucedía entre los espectadores. «Por eso me pasé buena parte de los cuatro días apostado en un punto de reunión del lado derecho del escenario. Esta opción tuvo la gran ventaja de que me permitió asistir a la mayoría de los conciertos del fin de semana», recuerda.
El 15 de agosto de 1969, a las 17.07 horas, Richie Havens subió al escenario con su enorme guitarra acústica Guild, se sentó en un taburete de madera y dio comienzo oficialmente al festival. «Cuando terminó su sesión de cuarenta minutos, no pude dejar que se retirara porque no teníamos ningún otro grupo preparado debido a los atascos de tráfico. Así que le hicimos hacer seis o siete bises y cuando se quedó sin lista de canciones, se puso a cantar Freedom. Ese tema se convirtió en el himno de aquel increíble fin de semana», rememora Lang.
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