La magia sin trucos de la Billy Boom Band
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El grupo ofreció un concierto adaptado a las nuevas circunstancias ante un público entregado en el Concha EspinaMartín cumple 6 años. Mía, 8. Santiago cumplirá 9 este viernes y Daniela 11. Durante una tarde, entre las butacas de un teatro, pudieron recuperar la espontaneidad que el covid les ha arrebatado durante los últimos doce meses. Y todo gracias a la música.
La ... Billy Boom Band regresaba a Torrelavega como acto principal de un exiguo carnaval casi testimonial. Las entradas para ver a la banda cántabra en el Concha Espina volaron, porque no solo los más mayores tienen ganas de retornar a los espacios perdidos.
Durante una hora, con la distancia reglamentaria y un comportamiento tan ejemplar como el que vienen demostrando día tras día, niños y niñas hicieron de sus asientos un territorio feliz desde el que corear, bailar y sentirse libres.
Un concierto que comenzó con 'Familia de locos' y se cerró con 'Pasarlo bien'. En medio, otros once temas vestidos de diversión y pasatiempo pero con un mensaje trascendente. Puede que un megalodón no sea la figura literaria más habitual en la poesía, pero cuando se trata de fomentar el cuidado del planeta, tirar de imaginación es un recurso válido. Basta con que, como ocurre, los niños hablen del extinto gigante al terminar el show para demostrar que las palabras nunca son inocentes y terminan por calar. Por eso la labor de la Billy Boom Band se convierte en necesaria.
Si nos centramos en la forma, sin saberlo, los pequeños han recibido una buena dosis de blues, rock, funk y pop facturados con maestría. Como si por la capital del Besaya resonasen los ecos de The Who, The Beach Boys, The Temptations (incluyendo la coreografía final) e incluso el momento de coros con el público de Freddy Mercury en el Live Aid de 1985 reproducido a pequeña escala por voces mucho más agudas y felices.
Mención aparte merecen dos momentos; la extraordinaria adaptación del poema lorquiano 'El lagarto está llorando', y la versión de la tradicional 'Arroyo claro', ambas hechas propias por los jóvenes espectadores, sin ser conscientes de que con esta conversión oral, contribuyen a mantener vivo el valor de la tradición cultural.
Ya ven, cinco tipos de galliánico aspecto, que se ponen tutú «porque les apetece», disfrutones con su público fiel y entregados como una banda debe estarlo con quienes les admiran. «A pesar de estar lejos, la música nos une», explicó Billy Boom, alter ego de Marcos Cao, una suerte de Jamiroquai que no deja un resquicio de cuerpo sin mover al ritmo de sus propias letras. Y eso precisamente ocurrió. Padres e hijos, packs de dos y tres -como ahora se denomina a las entradas contiguas covid mediante-, olvidaron por una hora las incómodas rutinas y compartieron uno de esos momentos que quedan guardados.
«¿Por qué todas las canciones terminan así?», preguntaba una eufórica Marina, seguidora incondicional, refiriéndose al cierre por todo lo alto que la Billy Boom Band hace de cada uno de sus temas. Porque, como explicó el vocalista, en estos tiempos, el objetivo de bailar no tiene nada de frívolo y cada dos minutos de música son toda una celebración. «El universo está lleno de seres especiales», cantan estos singulares artistas. En las butacas, sentados unos al lado de otros, descubriendo sensaciones nuevas. Y sobre el escenario, cinco de ellos hicieron que brotasen un buen puñado de emociones de las que construyen futuro. Ahí es nada.
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