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Uno de los grandes problemas de las últimas décadas para organizar conciertos masivos de rock es que, de manera casi inevitable, la iniciativa exige la presencia de algún artista que tira a vetusto. Los Stones o U2 cuentan con la lealtad de sus fans de ... toda la vida, movilizados por la posibilidad de reencontrarse con una manera de entender el rock, y suman a ese tirón natural el dominio de las claves que rigen las ceremonias multitudinarias del directo, consolidadas en otra época y ajenas a la mayor parte de los artistas de hoy. Sin embargo, hay un nombre actual (si es que podemos calificar así a un grupo fundado el milenio pasado) que ha sabido aprovechar las enseñanzas de todos los grandes maestros del rock de estadio y reciclarlas en una fórmula efectiva, prácticamente infalible, en la que los aficionados reconocen los viejos trucos de Pink Floyd o Queen y los más jóvenes identifican una envoltura contemporánea. Se trata, claro, de Muse, el trío inglés que protagonizará el gran concierto de los premios MTV en San Mamés el sábado 3 de noviembre, con Crystal Castles como teloneros.
Muse tienen algo de grupo de otra era trasplantado a la actualidad. Sorprende, por ejemplo, lo invariable de su formación desde 1994, ese trío encabezado por el carismático vocalista y guitarrista Matt Bellamy y completado por el bajista Chris Wolstenholme y el batería Dominic Howard. La cohesión a lo largo de un cuarto de siglo los ha convertido en una célula poderosa en directo, tal como se demostró en el décimo aniversario del Bilbao BBK Live, en 2015, cuando ejercieron de principal reclamo del cartel.
Pero, sobre todo, lo más llamativo del grupo -y, seguramente, lo que los ha alzado comercialmente por encima de tantos contemporáneos- es la condición inequívocamente 'old school' de sus composiciones: Muse siempre han sido una esponja capaz de absorber los ingredientes más aprovechables de estilos como el glam rock, el rock progresivo, el 'hard' setentero o el pop de los ochenta, en una mezcla sin prejuicios que lo mismo tira de arreglos orquestales e incluso de pasajes clásicos que de riffs a lo Led Zeppelin y coros a lo Queen, pasando -cómo no- por una parafernalia de concierto que no entiende de contenciones.
Las entradas del concierto costarán 5 euros y tendrán prioridad para su adquisición los ciudadanos vizcaínos. Así se ha dado a conocer esta mañana. El recital de la banda británica será el plato fuerte de un evento que pondrá el foco mediático mundial sobre Bilbao. Se espera que miles de personas disfruten de un fin de semana y varios días previos repletos de actos musicales y culturales.
La gala de los premios MTV se retransmitirá en directo y se espera que llegue a 450 millones de hogares y a otros 100 millones a través de las redes sociales. «Ese va a ser uno de los grandes retornos. Queremos que la gente vea una ciudad maravillosa, que les atraiga y decidan acercarse», declaró recientemente el alcalde de Bilbao, Juan María Aburto. Desde el 29 de octubre, Bizkaia vivirá la 'Music Week', que extenderá la música a Barakaldo, Durango y Getxo, donde se ofrecerán conciertos gratuitos.
En la Herriko Plaza de Barakaldo actuarán La Pegatina, Muchachito, Iseo & Dodosound y Revolta Permanente ante unas 7.000 personas. Un día después, junto a la Azoka de Durango, tocarán Mala Rodríguez, Nathy Peluso, Brisa Fenoy y Aneguria. En Getxo, el miércoles, Wolf Alice, Belako (que está nominado en la categoría de mejor grupo español), La Casa Azul y WAS animarán una carpa situada en el Puerto Viejo con capacidad para 4.000 personas.
A toda esa amalgama de maestros bien estudiados le añaden, por supuesto, el toque Muse: el dramático falsete de Bellamy, su guitarra 'tecnificada', los arreglos electrónicos y la vigencia reivindicativa de unas letras que tocan temas como la opresión que ejercen los gobiernos, la crisis financiera o los conflictos bélicos, pero también ese asunto eterno del rock que es la soledad y la inadaptación. Su ambicioso planteamiento de la música tiene como resultado un estilo grandioso y siempre eficaz -los más críticos dirían grandilocuente y efectista- que funde con naturalidad elementos dispares. «El género venía a ser una estética a la que la gente se adhería, no solo en música pero también en la manera de vestir o en el tipo de amigos que se frecuentaban. Creo que esa era ha terminado: lo que es interesante de la música de hoy no es solo la mezcla de estilos, sino la mezcla de épocas», analizaba hace unos meses el vocalista en una entrevista con la BBC. El lanzamiento de su octavo álbum, 'Simulation Theory', está previsto para el mes que viene.
Los teloneros del gran concierto de San Mamés, previo a la ceremonia de entrega de premios que se celebrará el domingo 4 en el BEC, serán los británicos Crystal Fighters, que llevan una década ejerciendo de embajadores bailables de la cultura vasca. La banda, apasionada de los sonidos ancestrales de distintas partes del mundo, siempre ha mostrado una particular obsesión por la txalaparta y otras manifestaciones del folclore vasco, ya que su cantante Sebastian Pringle vivió en Sopela y Elgoibar. Este vínculo con nuestra tierra les llevó a presentar su segundo álbum en un aquelarre-rave celebrado en la cueva de Zugarramurdi.
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