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Quique González sostiene que «sin cultura todo es más triste y más sucio». Así lo señaló el pasado mes de diciembre a este mismo periódico con motivo de la publicación de su disco 'Las palabras vividas'. En esa entrevista también habló de poesía y ... de Luis García Montero, de como se había gestado un CD en el que ambos, músico y poeta, ponen el alma. Este jueves tendremos la posibilidad de escucharlo pues toca presentarlo en Cantabria. Será en el Palacio de Festivales, en la sala Argenta, durante un concierto que sus seguidores en esta región, que son legión, llevan meses esperando. No será el único homenaje a la música y a la canción programado esta semana en este mismo recinto que el viernes y el sábado ofrecerá, esta vez en la sala Pereda, la obra de teatro 'Las canciones'.
'Las palabras vividas' según dice el periodista Chema Domenech en el programa del mano del Palacio, es una obra inusual, en la que el cantautor se enfrenta quizás a uno de los mayores retos de su carrera, el de asumir como propia la voz de su amigo Luis García Montero quien, a su vez, cede su corazón poético para que palpite en el pecho del músico. Y ese reto, tan arriesgado, queda superado. Estamos ante el primer disco de Quique González en el que el músico no es el autor de los textos y, sin embargo, podría serlo, de tan naturales que suenan en su interpretación de los mismos.
Luis García Montero dota a cada una de estas canciones de un alma propia y a la vez común al resto. Con predominio de la primera persona, en todas sobrevuelan un aire de melancolía y la emoción por lo vivido, que se expande sin limitaciones en la personal voz del cantante.
Gira 'Las palabras vividas' Quique González presenta en Santander su último disco, con las composiciones del poeta Luis García Montero. Sala Argenta. Jueves, a las 20.30 horas
Sólo García Montero conoce el precio de escribir, por ejemplo, 'Canción con orquesta', en tiempo y en dolor; y únicamente González sabe la cantidad de horas de trabajo dedicadas a convertir ese texto magnífico en la gran pieza musical que finalmente es. Uno de los momentos cumbre de este disco, como también lo es 'Todo se acaba', seis minutos de canción que, sin embargo, se hacen cortos. 'La nave de los locos', que abre el álbum, y, sobre todo, 'El pasajero' y su luminosidad del Sur, que nos remite a 'Salitre', son los dos medios tiempos más cercanos a los parámetros musicales que suele manejar el músico y en los que más reconocible se presenta. En 'Mi todavía', 'Qué más puedo pedirte' o 'La canción del pistolero muerto' lo hace prácticamente al desnudo. 'Bienvenida', con ese aire a Joe Henry, da cuenta de la complicidad entre el músico y el poeta, ya que éste le envió la canción al día siguiente de saber que Quique esperaba a su hija Nora.
Este homenaje a la palabra y a la música que en esencia es 'Las palabras vividas' se completa con 'Las nuevas palabras', las estrofas más autobiográficas del poeta y de las que nace el título del álbum, y ese emocionante 'Seis cuerdas', poco más de un minuto a guitarra y voz que sintetiza el amor que la clase de músicos como Quique González sienten por su oficio.
El resultado, prosigue Chema Domenech, es un disco radicalmente distinto a todo lo que González ha hecho con anterioridad y que, por tanto, conlleva una parte nada desdeñable de riesgo. Sin embargo, el riesgo es un viejo conocido del compositor madrileño, cuya trayectoria se ha sustentado en una innegociable independencia personal y artística. Nuevamente, Quique se salta el guión de lo que pudiera parecer previsible para dejarse llevar por su instinto.
«Parece que antes de nacer ya estábamos escuchando cosas. Luego, ya en el mundo, nos vimos rodeados de entonaciones». Pablo Messiez, a partir de personajes y situaciones de las obras de Antón Chéjov, ha escrito 'Las canciones', la propuesta del Palacio para este sábado y domingo, en la que un grupo de personas se reúne para escuchar diversas músicas. Y lo que parecía un acto inofensivo, un grupo de gente escuchando y cantando músicas, termina por transformarlos a todos.
Pablo Messiez, uno de los directores más personales, arriesgados e interesantes del actual panorama teatral (con éxitos de público 'Bodas de sangre', 'Los brillantes empeños', 'Las plantas' o 'Los ojos') regresa a la escena con este juego musical chejoviano que no deja de ser otra cosa que una fiesta sobre la fuerza de los sentimientos y el poder de la escucha en estos tiempos de la cháchara política y de juicio generalizado como una forma de infamia. Y es que el autor, que cree que hablar no deja de ser una forma de hacer ruido sostiene que la escucha de la música es un acto absoluto de entrega, una contemplación sin concesiones.
Considera que «cuando cantamos el cuerpo recuerda que hay algo más en las palabras que unas ideas en los labios. Que hay mucho más en cada nombre que un deseo de nombrar. Hay aire, movimiento, voluntad y música». Por eso las canciones nos acompañan a lo largo de la vida, para dormir, borrachos, para reír, para amar...
Y todo ese sentimiento lo traslada al escenario, convertido para la ocasión en una caja de música, en la que los actores escuchan soul, blues, flamenco, la bossa nova y hasta algún éxito de Enrique Iglesias.
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