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Javier Gangoiti
Santander
Viernes, 2 de agosto 2019, 07:29
Caña, leña, matraca, garbo, garra, raza, brío, empuje, fuerza, nervio. Se puede endulzar de muchas maneras, pero era ruido. Y fue maravilloso. Por fin hubo algo de eso ayer en la Campa de la Magdalena, tras una noche más bien raruna y carente de alegría ... tras la comparecencia de unos todavía inescrutables Derby Motoreta's Burrito Kachimba, primero; y una diluida e indolente Bad Gyal, después; hasta que Carolina Durante se subió al escenario pasados treinta minutos de la medianoche. La joven banda madrileña ofreció un concierto ensordecedor y hasta un punto desequilibrado en el sonido. Seguramente todo lo que no hubiera hecho falta otro día y que podría haber sido digno de amonestación, incluso, pero que fue, sin duda, lo mejor que podrían haber traído bajo el brazo para la primera jornada del Santander Music. Ganas. Y otra vez, ruido. Bendito ruido. El escenario de la Campa convertido un garaje.
Antes que nadie, a las 20.30 horas, había inaugurado la primera jornada del Santander Music la banda La Plata. Después de todos, ya a partir de las dos de la madrugada, siguió marcando el pulso de la jornada Joni Antequera, con su proyecto Amatria.
Los síntomas de esa frescura se sucedieron pronto. Empieza el concierto y la primera en la frente: la guitarra de Mario del Valle por las nubes y por encima de lo necesario. ¿Error de sonido? Ayer no. El mejor consuelo. Apenas entonadas 'Las canciones de Juanita' e impugnados los 'Buenos consejos, peores personas', el cuarteto se hizo grande en el decorado, ya convertido en el cuartucho que nunca debió dejar de ser.
Fue un concierto crudo, sin rodeos y, mejor todavía, con canciones cortas -lo que no venía pasando en toda la noche y significó un soplo de aire fresco-, buenas y sencillas. No muy bien hiladas, eso sí. Ahí se pudo mejorar. El pálpito de cada 'Falta sentimiento', 'Cuando niño' o 'Joder, no sé' -uno de los puntos fuertes de la cita- se perdió un poco en los cinco segundos de silencio que separaron cada dos por tres el catálogo. Eso también fue muy de garaje. Venía en el paquete.
Buena parte de la frescura del concierto la tuvo Juan Pedrayes, a la batería, claro artífice de la energía desprendida por los altavoces sin abandonar la cohesión que siempre se le presupone como elemento esencial de la banda. Paso menos desapercibida la nada despreciable actuación del cantante Diego Ibáñez, que no paró de rendir cuentas con el pie del micrófono, al que se llevó a pasear más de una vez; y con el suelo del escenario, con el que parecía mantener conversaciones a gritos cuando bajaba la mirada. El público se lo pasaba bien. Y se tronchó más, de hecho, cuando le dedicaron uno de los temas de la lista al exjugador del Real Racing Club Pedro Munitis, con la excusa del ascenso a segunda división.
Y detrás de ellos, durante la hora larga de actuación, la imagen que resumía y anticipaba todo: un cuchillo bien afilado. Dijo Ibañez: «Quedan dos». Y dos quedaban. 'El año', la ya eterna 'Cayetano', que levantó e hizo cantar a la entrada como nunca antes en toda la noche, y ya veremos si en lo que queda de semana. El cantante asestó por última vez un «gracias, 'talogo'». Como si fueran a volver mañana.
La que no tuvo tanto brío antes que los madrileños fue Bad Gyal, a las 23.00 horas, tan superada por los problemas de sonido, como oculta tras las bases pregrabadas que traía consigo. Esta vez no hubo instrumentos de música sobre el escenario, salvo la mesa de mezclas del pinchadiscos que la acompañó. La catalana anunció el inicio de su concierto con una sirena de emergencia y por una cosa, primero, y por la otra luego, se quedó en un simulacro poco convincente para el público, impasible salvo en las tres primeras filas de incondicionales.
La mímica que dedicó a su equipo durante un tercio del concierto revelaba los problemas para escucharse a sí misma que la acompañaron toda la noche. «Estamos teniendo problemas», reconoció finalmente. Pero sería complicado acusar su pobre comparecencia a estas imperfecciones. La cantante vino a Santander a cantar por encima de su catálogo, una práctica que, por lo visto, termina con ella nada más que soltando arengas sobre la grabación mientras sincroniza posaderas con sus cuatro bailarinas. Pudo haber sido más, algo interesante, divertido y propositivo, pero no lo fue.
Los que se hartaron de proponer fueron los encargados de inaugurar la noche a las 21.30 horas, Derby Motoreta's Burrito Kachimba. Tanto que su actuación quizá quedara algo dispersa entre sonidos de los 60 y 70, las fuentes flamencas, y unos interludios electrónicos excesivamente largos para el público. Dicho sea también: movieron a la Magdalena cada vez que quisieron con canciones más que interesantes a su firma, viajando junto a Jim Morrison y Quentin Tarantino a bordo de una nave pilotada por Camarón de la Isla.
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