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Tenían todos los ingredientes para darse un buen festín. Un lujoso y gigantesco comedor, un equipo de sonido y luces como nunca habían soñado y 17.000 invitados que pasaron por taquilla hasta agotar el aforo. Además, para la prefiesta, habían contratado a un telonero ... de lujo. Nada podía fallar. Todo dependía de ellos. Pero a La Polla Records -que volvía a los escenarios con la gira 'Ni descanso, ni paz' para festejar su cuarenta aniversario- no estuvo a la altura en los dos conciertos en el BEC de Baracaldo de este pasado fin de semana. Parafraseando a Jorge Ilegal, el envoltorio fue más atractivo que el caramelo del interior.
Nadie puede reprochar a los de Evaristo que no sonaran bien. Nunca lo han hecho. Quizás el error fue pensar que lo harían como Gatillazo, la banda actual del solista de La Polla. Además las comparaciones son odiosas. Si delante dejas a El Drogas (también conocido como Enrique Villarreal cuando toca en Santander, porque en el resto del planeta le anuncian con su nombre artístico), te arriesgas a quedar eclipsado por la potencia, claridad y contundencia de su música. Veinte canciones en apenas setenta minutos que atronaron los oídos de un público que había ido a ver el punk de los de Salvatierra, pero que salió con el regusto de la extravagante elegancia del ex de Barricada, que a sus 60 tacos regaló a sus acólitos algunos de los mejores himnos de su antigua banda.
Lo que se vivió en el BEC, según El Drogas, fue «un partido de fútbol entre dos equipos locales». Encuentro del que salió vencedor sin paliativos el invitado, a pesar de Evaristo salió con la camiseta de 'su' Celta. El problema es que el telonero sonó muchísimo mejor e incluso se le entendía cuando hablaba entre canción y canción. A La Polla, no. Le sucedió como a quien viste a diario de chándal y se pone traje y corbata para una boda. Se le nota impostado, incómodo. Pareció todo muy forzado. Evaristo apenas hizo una escueta referencia -por supuesto, sin sentimentalismos- al motivo de la gira. «Me hipoteca la emoción, incluso me embarga... y todas esas cosas», comentó rápidamente. Es como si el nihilismo anarquista que ha definido la trayectoria de La Polla Records hubiera quedado entredicho. No se percibía química entre ellos y eso se amplificaba, rozando la distorsión, a los 17.000 que tenía enfrente. Muchos abandonaron el BEC -yo incluido- con la sensación de que lo que lo que acaban de presenciar había sido, más que el festejo de una efeméride, un capitalismo de La Polla.
Otra gran noche en Bilbao. Próxima parada Barcelona.#LaPollaRecords40Aniversario pic.twitter.com/yHM1spWncw
La Polla Records Oficial (@La_PollaRecords) October 20, 2019
Aun así, el comienzo prometía. Una 'intro' espectacular, con una cruz que ardía en dos enormes pantallas mientras sonaba los primeros acordes del 'Salve'. Los cachis de cerveza comenzaron a volar por la platea y la grada -y eso que costaban 9 'pavos' cada uno-. El espectáculo estaba servido. Pero el sonido fue monocorde, un todo uno en el que la peculiar y aguda voz de Evaristo apenas se distinguía entre las dos guitarras, que parecían discutir entre ellas, el bajo y la batería. Al público le dio igual. Total, había ido para divertirse. Y eso sí que lo logró La Polla. Pero porque la gente había ido hasta el BEC para darlo todo. Es lo que tiene la nostalgia, que como te sabes todas las letras da igual que no entiendas lo que te están cantando. También ayudó la presencia de Evaristo, con su show habitual pero en una actuación mucho menos potente y rabiosa de lo que acostumbra. Cumplió, dio el nivel pero no se vació. Todo, bajo una burbuja de humo que al término del concierto tenía tintes de hongo nuclear -quien sabe, quizás lo lanzó 'Johnny' con su bombardero-.
Poco menos de dos horas de concierto, en el que apenas pararon de encadenar canciones como solo ellos saben hacerlo. Avisaron antes de decir adiós y se fueron con 'Odio a los partidos', como si fuera un concierto más. Como uno de los miles de bolos que han dado en sus cuarenta años de andadura. Como si les resultara habitual llenar dos veces un recinto para 17.000 personas, contar como un escenario gigante y un grupo de sonido y luces digno de una 'Estrella del rock'. Ya lo advirtieron en aquella letra: «Cuando tenga cuarenta años (tiene 59) me voy a hacer la cirugía/ y venderé muchos discos con esta carita mía». No le hizo falta a Evaristo pasar por el quirófano.
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