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Carta musical al 2020

Carta musical al 2020

Me gustaría que la industria, esa estructura que cierra filas en torno a la Música y en buena parte la hace posible, tangible y factible, la alzara como musa, no como medio

Sábado, 11 de enero 2020, 08:08

Ya que arrancas engalanándote de concordia democrática desde el patio de butacas más peliculero y, en unos días, has conseguido lo que no consiguió tu antecesor en varias intentonas, mira a ver si puedes hacer algo con esto que te pido.

Tú que te has convertido en escenario temporal de combustiones reincidentes cuando la fe se deshacía en charcos, posiblemente mis deseos sean un paseo para ti. Pero tampoco vayas a descuidarte, que ya sabes que en los asuntos de afectos y pasiones manda el corazón y no hay feligreses más cardíacos que los de esa religión llamada Música.

Me gustaría que esos que tanto la aman, o eso dicen, dejaran de cosificarla. Que no la utilicen para imponerse en corrientes de moda acumulando likes o engrosando ego desde el rincón de followers, y empezaran a respetarla. Pero a respetarla de verdad.

Que no la quieran tanto y la quieran mejor. Que de poco vale desgañitarse por ser los primeros en atisbar un concierto y soplar desde el atril que allí estarán, para que llegado el momento estén, pero a otra cosa. Que la Música es sensible y esas jugadas las lleva mal.

Como las ficciones en las que tiene que verse envuelta, bajo la presión y opresión de estrategias de marketing sin caridad, que la utilizan como moneda de cambio para tambalear los sentimientos de su público y movilizarlo hacia un fin. La teleología del arte ofende, da dinero, pero ofende y hiere sensibilidades. Y aquí, a ese público que ama la Música, al que la ama de verdad, hay que darle la razón.

Porque no fueron pocos los que una tarde lloraban el adiós de una banda, para asistir a la mañana siguiente al anuncio de su gira por todo lo alto. Una gira de despedida sí, serán los últimos conciertos de un grupo que puso sonido a una toda una generación; pero no era necesario jugar con ella para hacerla reaccionar. Ya lo estaba haciendo.

Me gustaría que la industria, esa estructura que cierra filas en torno a la Música y en buena parte la hace posible, tangible y factible, la alzara como musa, no como medio.

Y aunque no somos pocos tampoco los que vivimos de ella, -algunos incluso por y para ella-, tal privilegio no nos haga caer en el derecho a la apropiación y la manipulación.

Hoy, los tejemanejes comerciales reinan en un escenario de parásitos que corretean perturbados para que su hazaña - ya sean unos premios, un festival, un bolo o un simple artículo o podcast- se convierta en el hype de la jornada. Y la Música, que es sensible, languidece al mutar en trofeo mercantil. Ampáranos en el rigor, en el respeto, en la recreación de su fin complaciente, lúdico y emocional, y no permitas su maltrato equilibrando de nuevo la balanza moral.

Porque los festivales seguirán entrenando para alzarse con el laurel en su particular carrera de ratas, y seguirán surgiendo propuestas que voceen haber nacido por su lealtad a la música cuando en realidad habitan muy lejos de ella; como también seguirán proliferando espacios mediáticos en pro de la profesionalidad, cuya finalidad última solo pasa por ser invitados a los saraos o asistir gratis a los conciertos.

Los esnobs seguirán decretando aquello que se debe o no escuchar, los listos y ocurrentes telemáticos seguirán aturdiendo con sus manidas arengas, y ciertos periodistas desdibujados continuarán en la búsqueda de su espíritu artista obviando trabajar.

Pero esto no va del que más sabe, sino del que mejor siente. Conviene no olvidarlo.

Querido 2020, devuelve la cordura a este gremio dislocado que anda más concurrido que nunca y ya empieza a rebosar.

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